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Bosque Urum, una nueva área de conservación privada y algunas preguntas sueltas

Mi opinión

Que un conglomerado empresarial como el de los Wong se meta con pies y patas en el negocio de la conservación privada, sí, negocio, no debería ser visto como un hecho deplorable; al contrario, ejemplos como cancha en la región que habitamos de empresarios o filántropos decididos a sanar la tierra son su peculio y con sus influencias, Douglas Tompkins, QEPD y su esposa Kristine McDivitt, dos casos paradigmáticos de lo que digo.


Las áreas de conservación privadas, dice Pedro Solano, abogado ambientalista e impulsor desde la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) del concepto en nuestro país, son siempre voluntarias, de allí que el Estado tenga  la potestad de reconocerlas –no de establecerlas como suele hacer con las áreas de dominio público. Eso es lo que acaba de ocurrir con el Bosque Urum, en Lambayeque, el Área de Conservación Privada (ACP) ciento cuarenta y cuatro del muy vigoroso, felizmente, sistema de conservación privada del Perú. La noticia la conocí a través de un suelto que recogí de Actualidad Ambiental y al toque pasé a celebrarla en mis redes sociales. Que se integren 705, 95 hectáreas del bosque seco lambayecano a la red de áreas protegidas del norte peruano, tan golpeado por la tala ilegal y el tráfico de tierras, resulta un notición de esos que no suelen ser tan abundantes y que detrás de la iniciativa esté una empresa privada, termina de aderezar de la mejor manera la buena nueva.

Recordemos que Chaparrí, la primera ACP reconocida en nuestro país nació gracias al impulso y buena fe de la Comunidad Campesina Muchik de Santa Catalina de Chongoyape, sus propietarios hasta el día de hoy; vale decir, se trató de una propuesta de conservación comunal, colectiva. Esta, la de Urum, en cambio, es privada por donde se le mire. Y como eso solemos hacer los periodistas, me puse a fisgonear para saber un poco más de la sociedad propietaria de los predios reconocidos por el Ministerio del Ambiente con el objetivo de “conservar la cobertura vegetal del bosque estacionalmente seco en el ámbito del Bosque Urum, que alberga especies forestales de importancia para el flujo de la fauna silvestre de este ecosistema”. El del bosque seco, se entiende, un ecosistema, valga la redundancia, reducido al diez por ciento de lo que alguna vez fue por los comensales del peruanísimo pollo a la brasa que utilizan sus leños para el festín y sobre todo por el aumento de la frontera extractivista (por no decir agraria).

Y allí mi primera y enorme sorpresa. La empresa propietaria de los cinco predios que conforman el llamado Bosque Urum, por cierto, colindantes o casi con el ACP Chaparrí, EWS Tinajones EIRL, tiene como directores a Erasmo y Efraín Wong, los nietos del fundador del imperio Wong y su actividad empresarial no es otra que la INMOBILIARIA. Averiguo un poco más, en estos a veces es pertinente exgerar: Erasmo Wong Seoane, el gerente de EWS Tinajores EIRL  es gerente también, o apoderado según el caso, de Inmobiliaria Elemento, Inversiones EWS SAC, EWS Colca SAC, EWS La Quebrada SAC, EWS Los Cóndores SAC, EWS Elemento SAC, todas  compañías formales dedicadas al mismo rubro, el negocio inmobiliario, una actividad que en su versión más chicha, el tráfico de tierras, viene causado estragos en el distrito de Chongoyape y presumo que también en el de Ferreñafe, donde se encuentra el ACP Urum.

¿Qué se hace en estos casos?, ¿Lanzar la piedra, o sea denunciar el hecho, y esconder la mano o tratar de conseguir, con calma, un poco más de contexto? Lo segundo, me imagino que lo sospechan, es lo que estoy haciendo desde el día de ayer. Mis buenos amigos Ernesto Ráez, flamante director ejecutivo del Instituto del Bien Común (IBC) y Bruno Monteferri, de Conservamos por Naturaleza, me han ayudado esta mañana a tener un poco más de claridad al respecto. Que un conglomerado empresarial como el de los Wong se meta con pies y patas en el negocio de la conservación privada, sí, negocio, no debería ser visto como un hecho deplorable; al contrario, ejemplos como cancha en la región que habitamos de empresarios o filántropos decididos a sanar la tierra son su peculio y con sus influencias, Douglas Tompkins, QEPD y su esposa Kristine McDivitt son dos casos paradigmáticos de lo que digo. He escrito un par de reportajes para Mongabay Latam sobre el trabajo de los Tompkins en Chile y Argentina: allí no solo han contribuido, con su plata, al establecimiento de seis parques nacionales,  también vienen ejecutando desde la fundación que crearon para perennizar su lucha en la Patagonia chilena y en el norte argentino uno de los programas de rewilding más ambiciosos, extraordinarios y bellos que conozco. Fantástica intromisión del capital privado en asuntos públicos.

De manera que si los Wong, si Erasmo Wong Seoane, el inquieto muchacho que lidera Flora & Fauna, una empresa peruana que ofrece desde el 2014 productos saludables, y alguna vez aplicado estudiante de arquitectura y fotografía en los Estados Unidos, se ponen al frente de una Área de Conservación Privada (ACP) gestionada como dicta la ley y la ciencia y si su plan de acción,  además, como me lo acaba de referir el ingeniero forestal Santiago Bermúdez, el profesional que EWS Tinajones contrató para elaborar la línea de base biológica y el expediente técnico del área de conservación que el Estado acaba de reconocer, contribuyen verdaderamente a recuperar los bosques secos de Ferreñafe y Chongoyape, tan  asediados por la degradación y el uso abusivo de sus recursos naturales, la hacemos. Ellos y nosotros, los peruanos que desde hace tanto tiempo venimos soñando con el #otromundoesposible que se ha convertido en un grito de guerra de esta plataforma.

Decir lo contrario solo serviría para enfangar más el estercolero por donde suele discurrir, qué lamentable, los asuntos de trascendencia.

Si hacen lo contrario, en cambio,  si solo son un alfil de un tinglado empresarial interesado en convertir el espacio que el Estado les ha asignado -reconocido- en otra cosa, que les caiga la quincha, allí estaremos nosotros para dar dura batalla hasta recuperar un bien común que nos va a hacer falta para sanar la tierra. Conversé en la mañana con el ingeniero Bermúdez y mientras escribo estas líneas veo que me escribe Erasmo Wong atento a mis indagaciones. Que los dos, el profesional a cargo del monitoreo científico y el audaz empresario detrás de la iniciativa conservacionista, quieran conversar con el periodista que indaga en asuntos tan delicados es un buen punto de partida. Se necesita en estos escenarios transparencia, ojos y oídos muy atentos, confianza mutua y diálogo entre las partes.

Sé que los nuevos posesionarios han pedido una cita con la directiva de la comunidad campesina de Santa Catalina de Chongoyape y que pronto se llevará a cabo ese conclave. Es necesario, clave para la salud de estos bosques. Juan de Dios Carrasco, otro viejo conocido y defensor de la intangibilidad del ACP Chaparrí, con quien voy a hablar también esta tarde, espera con ansias esa conversa que ayudará a su gente a tener claridad y actuar como corresponde. Chaparrí ha sufrido desde que se creó el ACP en el 2001 la incesante acometida de traficantes de tierra de toda laya y en la zaga que han escrito sus hijos como comunidad conservacionista ha corrido mucha sangre: recuerdo con cariño a una de esas víctimas, el dirigente Napoleón Tarrillo, asesinado en el 2018, según su esposa y allegados, por sicarios que actuaban siguiendo una trama urdida por traficantes de terrenos.

Lo dejo allí, solo agregar que me anima la intención de abonar en terreno fértil para que germine  la buena nota–que tanta falta nos hace- para  construir de una vez por todas la hoja de ruta que nos permita salvar de la destrucción lo que nos queda del bosque seco lambayecano: como lo atestiguan los estudios que se han hecho para reconocer el área, estamos hablando de un hábitat capaz de alojar todavía pumas, venados, osos hormigueros, zorros del desierto y, de seguro, si actúan de consuno empresarios,  campesinos, científicos, el corredor biológico recuperado por   donde se desplazarán pronto  los osos de anteojos y las pavas aliblancas que a tropezones logramos salvar de la extinción a la que los habían condenado. Al menos por ahora.

Bienvenido Bosque Urum, que la fiesta de la vida se perpetúe.

Buen viaje…

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