Una dosis contra la pandemia, una crónica de Miguel G. Podestá desde París
A Miguel G. Podestá, peruano en París, amigo de esta tribuna desde siempre, la crisis del COVID-19 lo tomó no tan de sorpresa en su buhardilla parisina, poquito después de haber dejado por enésima vez la tierra que lo abriga en la distancia: Ayacucho. Y como todos, sigue resistiendo el confinamiento y la muerte, por KO, del futuro en el que creíamos. Escritor y cocinero, Miguel acaba de publicar en la revista La Alcaparra este relato sobre la diáspora, el exilio y los sueños por cumplir que comparto con ustedes en el contexto del debate que estamos estimulando sobre el turismo que queremos.
Miguel compró hace un año un terreno de 666 metros cuadrados en Luricocha, a diez minutos de Huanta, allí donde la barbarie cegó tantas vidas, para construir una propuesta de turismo –él prefiere llamarlo de hospitalidad- basada en la memoria y en el testimonio de los que vivieron esa época terrible, esa otra epidemia de muertos y abusos infinitos que soportó nuestro país no hace mucho. Y que nos cuesta tanto recordar.
Les dejo el texto que ha tenido la gentileza de compartir con nosotros: en el mismo esboza ideas centrales sobre el turismo como representación en una sociedad adicta a las mercancías y a lo banal. “Pienso en mi terreno, dice, y me pregunto si puedo pensarlo como sujeto de observación para mi proyecto de hospitalidad y de memoria. Para comenzar, creo que sí. Luricocha es el lugar donde mi familia vivió. Terminaron de irse en 1983. La gente hoy apenas se acuerda de mis abuelos. Compré este terreno para discutir con los vecinos capaces de evocar a mis ancestros. ¿Para qué? Para ver en ellos a mí mismo”. Interesante, en este diálogo entre anfitriones e invitados, porque de eso hablamos cuando hablamos de turismo, crecemos todos. Nos vemos y nos construimos todos. Buen fin de semana, #otromundoesposible
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