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De paso por el territorio awajún. Cinco historias del Alto Mayo

Mi opinión

Les dejo por aquí este texto sobre los awajún del Alto Mayo publicado en el último número de la revista Viajeros. Disfruten el día, viajeros…


Guillermo Reaño con fotos de Gabriel Herrera / Viajeros

“Cuando los agrónomos empezaron a decir que los sistemas agroforestales o policultivos constituían la manera más ecológica y económica de hacer agricultura amazónica, los aguaruna y los huambisas –awajunes y wampis–  ya llevaban años de años preparando chacras donde aparte de la yuca habían introducido plantas medicinales, aromáticas, palmeras, especies forestales, frutas, etc., recreando un sistema muy parecido al que se encuentra en su entorno” (Viajeros n° 4).

Iñigo Maneiro vivió siete años entre los awajún del Alto Marañón, durante ese tiempo sufrió en carne propia  las consecuencias que suponen los varios siglos de olvidos y desconocimientos al que fueron sometidos estos hijos de los bosques del norte del Perú.  Los awajún, altivos e indómitos, constituyen en la actualidad la nación indígena más numerosa de la Amazonía peruana.


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Y están combatiendo para rescatar lo suyo. “Los awajún del Alto Mayo, nos va refiriendo Milagros Sandoval, gerente de Políticas Ambientales de Conservación Internacional – Perú, han venido luchando  insistentemente para conseguir la titulación de sus tierra, para ellos, recuperar lo que por historia y por ley les pertenece se ha convertido en un asunto de vida o muerte”.

En efecto, décadas de absurda colonización convirtieron los bosques de nubes y los humedales del Alto Mayo en un archipiélago de sembríos de maíz, arroz y otros cultivos foráneos. Tan violenta fue la invasión llegada del otro lado de la cordillera que se estima que el 80 % del territorio actual de los awajún de San Martín está deforestado. Así de dramático.

Acabamos de arribar a la comunidad nativa de Shampuyacu, una de las más pequeñas de las catorce comunidades afiliadas a la Federación Regional indígena Awajún del Alto Mayo – FERIAM, para conocer el trabajo de sus mujeres. Para construir un paisaje sostenible en la región del Alto Mayo era imprescindible articular los productos de la chacra y el bosque awajún a los mercados existentes. Históricamente la mujer awajún es la que se ocupa de la huerta familiar, los hombres se dedican a la caza y a la pesca en los ríos que guardan todavía sus valiosos recursos , uno de ellos Túmbaro, otro el Naranjillo.

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“Cuando empezamos a elaborar con ellos el Plan de Vida de la comunidad, agrega Norith López, riojana y miembro del equipo de CI en territorio awajún, se dieron cuenta que debían recuperar las tierras que acostumbraban alquilar a agricultores mestizos necesitados de nuevas parcelas para sembrar café”.  Para los pueblos amazónicos la chacra y el bosque constituyen despensas de donde se obtiene el alimento, las medicinas, las herramientas, los insumos para construir las viviendas, todo. Perder el manejo de ellas, significa perder autonomía y seguridad alimentaria.

Un bosque para construir el futuro

Las mujeres de Shampuyacu no solamente aprobaron las decisiones de la asamblea en el sentido de recuperar los cultivos ancestrales y empezar a reforzar las laderas de sus ríos para evitar la erosión de las tierras comunales, fueron más allá todavía. Exigieron a la comunidad que les asignara un bosque para sembrar de vida el futuro que quieren para sus hijos. Por acuerdo comunal, las cincuenta y dos mujeres del comité Bosque de las Nuwas recibieron nueve hectáreas que después de trabajar duro han transformado en un bosque productivo.

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Junto al río Túmbaro han construido una maloca de madera y techo de yarina donde esperan recibir a los visitantes que deseen conocer su laboratorio de plantas medicinales y árboles nativos, el bosque por donde vagan los espíritus de los mayores.  «Con minga –el trabajo comunitario awajún-  la hicimos», nos comenta una de ellas mientras comemos los plátanos y yucas que han preparado sobre las brasas de una fogata. “En  este costadito, agrega, vamos a crear un bosque para los niños”.

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Un paisaje sostenible tiene que brindarles a sus habitantes los recursos suficientes para enfrentar la vida. Eso lo saben muy bien los técnicos  del proyecto Miradas Sostenibles para un futuro mejor, por ello apoyaron la ilusión de las mujeres de Shampoyacu; por ello han invitado a la ONG Takiwasi, experta en el manejo industrial de un interesante grupo de plantas nativas del departamento, para construir, en la misma comunidad, un vivero que permita a sus pobladores comercializar las plantas que guardan en su tesoro natural y con  ellas, satisfacer la creciente demanda que existe en mercados especializados.

Una verdadera revolución productiva para salvar el territorio de los ancestros y alentar el buen vivir entre sus hijos.

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Cinco historias del Alto Mayo

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El profesor Fermin Yagkitai Entsakua, awajún y vecino notable de la comunidad nativa Alto Mayo, dirige la institución educativa 00645, una escuela bilingüe donde estudian 210 alumnos. El día que lo conocí lo encontré faenando con un grupo de estudiantes de secundaria en el huerto del colegio. Entre todos se afanaban en plantar frutales, árboles maderables y plantas medicinales bajo la sombra de los cafetos que sembraron quienes les alquilaron su campito. “Mis hermanos aprendieron a alquilar sus parcelas a los mestizos, me dijo, mal negocio: por siete mil solcitos venden su libertad. Yo mantengo en mi terreno un pequeño bosque nativo, si alguien me lo quiere alquilar que me pague los 25 mil dólares que podría pedir… y eso”. Los awajún del Alto Mayo han empezado a recuperar sus tierras puestas en alquiler para volver a vivir de lo que ancestralmente producían.

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La responsable de la chacra awajún -la ajá awajún- es la mujer, el hombre se ha dedicado históricamente a tumbar el monte, a cazar, a pescar, a recolectar. Ellas son las que velan por la buena alimentación de la prole, por eso es que en algunas comunidades nativas, como la de Shampuyacu, se animaron a pedir la palabra para exigirle a los varones les permitieran apoyar la reforestación en los bosques comunales, participar en el trabajo de protección de las riberas de los ríos Naranjillo y Túmbaro y en las tareas propias de la agroforestería que empiezan a prosperar en sus comunidades. Algo así como volver a los inicios. Cambiar para reconstruir el tejido de la vida…

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La señora Martina Entsakua tiene el cabello liso y muy negro, es joven y sus manos son firmes de tanto arar la tierra. Me cuenta que aprendió de sus padres y  abuelos los secretos para  cultivar las 17 de las 39 variedades de yuca que se producen en la región. Su pequeña parcela en la comunidad nativa de Alto Mayo se ha convertido en un centro de investigación del humilde cultivo que desde tiempos inmemoriales organiza la vida social de su pueblo. Para los awajún sin masato, un licor a base de yuca, no hay minga, la modalidad de trabajo colectivo que llaman ipabamu en su lengua. Sin minga los campos se quiebran y el tiempo se detiene, parece decirme.

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La yuca awajún es suave y se come con su cascaritas.“Las nuwas, las mujeres, somos las que luchamos para tener un bosque, éste bosque”, me lo va contando Emerita Sejekam Wajajai mientras comemos el plátano y la yuca sancochada que han preparado para recibirnos. “Aquí en nuestro Bosque de las Nuwas estamos plantando los arbolitos que crecían antes por todas partes. Así, poquito a poquito, hemos sembrado moenas, capironas, tornillos, aguajes, sangre de grado, sanango, ayahuasca, toé, uña de gato, renaco trepador, todito. También piri-piri, ¿sabes para que sirve esa planta”, me dice antes de echarse a reír.

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Edward Isla, natural de Juanjui, es un agrónomo especializado en agroecología awajún. Antes de integrarse al equipo del proyecto Miradas sostenibles para un futuro mejor trabajó en varias comunidades nativas del departamento de Amazonas  A pesar de que más del ochenta por ciento del territorio awajún del Alto Mayo ha sido deforestado, los productos de la chacra y del bosque que resistieron la avalancha migratoria que los golpeó tanto,  siguen vivos en la memoria de la gente. “Cuando llegué aquí, recuerda, me quedé con la boca abierta al ver tantas variedades de yuca”. En las comunidades awajún del paisaje sostenible que se está reconstruyendo en San Martín los productores locales están dejando de lado los agroquímicos y las malas prácticas y eso sí que son retos complicados, pues las plagas que han afectado los cultivos se propagan con mayor facilidad en las tierras degradadas. Aun así, la tarea sigue en pie. Edward Isla, Norith López y Milagros Sandoval, los profesionales de Conservación Internacional – Perú que acompañaron mi recorrido por el Alto Mayo confían plenamente en la fortaleza y el ánimo de los hombres y mujeres awajún.

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