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Desde la prisión: diseño y trabajo digno en Castro Castro

Mi opinión

Me gusta repetirlo, la frase es de Hubert Lanssiers, el sacerdote belga que conocí en mi adolescencia y se convirtió desde entonces en el paradigma, en mi paradigma de la justicia y el amor a la humanidad: “en las cárceles la vida no se detiene, continúa”. Y es cierto, soy testigo de ello porque llevo varios años acompañando a Carlos Alvarez, director de la Asociación Dignidad Humana y Solidaridad, la institución que fundó Hubert, en su lucha personal por sembrar un poco más de esperanza en las vidas de los que purgan condena y sufren los rigores del encierro.

Por eso es que me gustó mucho la nota que les paso. Es de Juana Gallegos, de La República, y cuenta la peripecia de un muchacho francés, Thomas Jacob, cuya «genialidad» no es otra que el de haber convocado a un grupo de reclusos, hombres u mujeres, para construir con ellos una marca de ropa. Si testimonios como el suyo fueran divulgados como se merecen otro sería el cantar en los «centros de rehabilitación» de nuestro hipócrita sistema carcelario.


Una laptop, una tablet Wacom y un lápiz óptico para dibujar patrones de ropa para hombres son los únicos instrumentos que el diseñador y máster en marketing, Thomas Jacob, tiene en su pequeño piso de San Isidro.

Todas las demás herramientas, máquinas de coser y de tejer, tijeras y moldes, y lo más importante, la mano de obra de los que confeccionan sus prendas, están tras las rejas de tres penales de Lima.

En el penal San Pedro están sus hombres fuertes en costura y serigrafía, los que imprimen peculiares mensajes en los polos, casacas y bermudas de su línea ropa:

La frase «La conciencia moral está considerada por encima de la ley oficial», por ejemplo, se puede ver en sus casacas. En Santa Mónica están las más duchas tejedoras a máquina y a mano, las que convierten la lana tipo Highland Andina, que él les entrega, en gorras de exportación.

En el desocupado penal San Jorge estaban sus mejores zapateros. Ellos ahora purgan condena y esperan sus máquinas de trabajo en el nuevo penal de Chincha.

Thomas tiene 27 años y viste de pies a cabeza su marca: polo blanco de pima orgánico, pantalón de lino azul y zapatillas plateadas galácticas marca Pietà o Piedad, como la famosa escultura de Miguel Ángel.

Tras su lanzamiento, hace dos años, su marca de ropa captó la atención de todos porque sus costureros y tejedores estaban presos.

«Pensaban que no iba a volver pero lo hice. A ellos les prometen cosas todo el tiempo y no cumplen», dice Jacob en su pequeño dormitorio que hace la vez de almacén de su última colección.

Son piezas en escalas de grises y en color crudo inspiradas en el «alma aturdida», dice Jacob. Destacan las sudaderas grises con capucha y serigrafiado en la parte delantera, pantalones deportivos con inserciones de cuero y chaquetas de cuero negro. Todo esto fue hecho a pedido.

«Tratamos de ir contra el sistema con una línea de ropa que no está dentro de la producción en serie. Es nuestra manera de mostrar al mundo que en la cárcel todavía se puede encontrar genio», dice Thomas.

Proyectos de confección hay muchos en las cárceles. El plus de Pietà es que es una marca de ropa de gran calidad con un estilo  irreverente: «Las prendas están inspiradas en la vida dura», así se promociona la marca en su sitio web.

En suma, Thomas es el que se hace cargo de diseñar las piezas, de pensar el sentido de la colección, de llevar los materiales a las cárceles, de controlar la confección, de recoger las prendas, de distribuir los pedidos. Actualmente exhibe su ropa en dos tiendas en Lima.

«Las almas atormentadas siempre me han interesado», declaró Thomas a un medio francés cuando se hizo famoso en su país por su proyecto.

«Los internos a menudo me hacen sugerencias sobre patrones y colores, yo los escucho y con mucho gusto podría aplicar sus ideas», dice.

Purgar pena cosiendo

«Los internos sabían arreglar las camisas de sus compañeros o hacer prendas para sus familares pero no producían a gran escala. Yo tenía un back up sobre materiales de calidad de confección», dice Thomas que nació en un pueblo llamado Locoal-Mendon en Francia, abandonó la carrera de Derecho y aterrizó en el diseño de modas por accidente.

Cuando pisó por primera vez un penal le llamó la atención la criollada de los internos.

Acompañó de casualidad a una amiga francesa que tenía un taller de teatro en el Penal Castro Castro, vio los talleres básicos de costura y se le prendió el foco.

La producción en estos dos años no se ha detenido.  El pedido más grande que ha confeccionado la marca fue para un museo de Francia que le pidió alrededor de 500 piezas. Bolsones en su mayoría elaborados en las cárceles peruanas.

«Vuelve, Thomas, con un saco lleno de proyectos para el 2015», le dijeron algunos internos en una de sus últimas visitas a los penales.

Las zapatillas plateadas que viste hoy fueron hechas en el penal de San Jorge. Su creador fue Hércules Gómez, un ex miembro del grupo paramilitar Colina, quien ya ha cumplido quince años de condena.  Le faltan quince.

Thomas ignoraba el pasado de Gómez cuando le estrechó la mano, o al menos desconocía sus crímenes. Él sólo le dijo que había sido parte de un equipo de inteligencia  y que cumplió con su deber. Gómez es su mejor maestro zapatero.

El gorro tejido sin tinte que será exportado pronto lleva la etiqueta con la marca de la autora: Rosa Apaza.

Ella es una interna del penal Santa Mónica que hoy bordea los sesenta años. Thomas la conoció cuando acababan de apresarla por el robo de un bebé en Arequipa.

«Fue condenada a 30 años de prisión. No tuvo abogado cuando le leyeron su condena. Saldrá en libertad el 29 de marzo de 2042», dice Thomas apenado. Es la historia que más le ha conmovido.

Karina, de 32 años, es una de sus mejores costureras. Fue sentenciada a 12 años por secuestrar a un niño de la familia para la que trabajaba como empleada doméstica.

«Le faltan dos años para salir en libertad. Cuando lo haga probablemente la contrate y forme un taller aquí en el segundo piso de mi casa. Ya veré. Tiene un gran talento», dice el diseñador.

Los talleres manuales son una especie de terapia para los internos, los mantiene útiles, los capacita en un oficio que pueden ejercer cuando salgan de prisión.

 Hay gente que condena darle otra oportunidad a los reclusos porque los considera un peligro para la sociedad.

– ¿Tú has escuchado hablar del atentado de la revista Charlie Hebdo en mi país? No la justifico. Pero pocos saben que los dos fanáticos que asesinaron a los caricaturistas eran hermanos que habían tenido una vida dura: nacieron sin padre, su mamá fue una prostituta que se suicidó cuando ellos cumplieron los 6 años, fueron huérfanos que tuvieron que vivir en un albergue. Siempre hay cosas atrás, no creo que la maldad se haga de la nada.

DE EXPORTACIÓN 

Esta tarde, Thomas irá al penal de Lurigancho llevando nuevos insumos. Le han hecho un pedido de una casaca de cuero desde el extranjero. Tiene pericia en la búsqueda de insumos, Thomas trabaja en ese rubro para la distinguida marca de ropa Chanel.
La prenda podría costar hasta 200 euros. Santos, que cumple pena en el penal San Pedro será el que confeccionará la pieza fina.

Ganará el 30% de la venta. Este dinero podrá ser invertido en sus ahorros, en alimento o en una colaboración para su familia.
Por cada cuatro días de asistencia al taller de costura, a Santos le reducirán un día de su pena.

Son en total 26 reos los que trabajan bajo la dirección del ingenioso Thomas Jacob. Son los que confeccionan sus prendas y son sus propios modelos. Sus fotografías posando las piezas pueden ser vistas en su sitio web.

«Pietà  es para  mí más que una marca de ropa. Es un movimiento artístico a gran escala. Pienso crear una etiqueta que promueva a los artistas de las cárceles», dice Thomas.

Su colección será expuesta en el ‘Latin American Design Festival’, a la que llegarán  los mejores diseñadores de Colombia, Argentina, Chile, México, Suecia y Francia. La ropa faite de Jacob se dejará sentir en ese lugar.

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