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Díaz de Pinera, el explorador de la Amazonía olvidado por la historia que está siendo rescatado por Chema Formentí

Mi opinión

Por supuesto que andaba al tanto de los últimos devaneos (utilizo el término en la segunda acepción de la RAE) y pesquisas históricas de Chema Formentí, el fotógrafo de naturaleza y americanista notable que hace unos días se estrenó como miembro de número del ilustre Real Instituto de Estudios Asturianos.

Él mismo me lo había referido en una de las tantas conversaciones que solemos tener a través de las redes sociales. Su tiempo y sus nervios iban a estar puestos en territorios distintos al Perú actual, me lo dijo, dedicados a escudriñar documentos y seguir las huellas que dejó el tránsito por América de su compatriota Gonzalo Díaz de Pinera, afiebrado conquistador y pionero en la búsqueda del País de la Canela, la ilusión que motivó las primeras expediciones a la exuberante Amazonía.

Chema prepara un libro sobre el conquistador español que estoy seguro volverá a poner en el debate el papel que jugaron estos hombres de hierro en el primer encuentro que tuvo occidente con el fabuloso bioma amazónico, tan venido a menos y sometido al más vil de los extractivismos.

Desde el Cusco, otra de las ciudades desde donde las mesnadas de exploradores quinientistas se lanzaron a la conquista de lo imposible, te mando un abrazo grande José María y muchos éxitos en los últimos trazos en la biografía de aquel otro Díaz que hace casi quinientos años se adentró en la lujuriosa floresta de estos reinos.


La recepción como miembro de número permanente del RIDEA de José María Fernández Díaz-Formentí, médico de profesión, fotógrafo y divulgador de naturaleza, se convirtió en una sesión apasionante llena de aventuras y en un acto de desagravio, casi quinientos años después, del protagonista olvidado de una vida para la historia: el capitán asturiano Gonzalo Díaz de Pinera, pionero en la exploración amazónica en el siglo XVI.

Formentí dedicó su discurso de ingreso en el Real Instituto de Estudios Asturianos a rescatar del olvido al «asturiano más destacable sin duda entre todos los exploradores de América del Sur». Pese a que fue «alter ego» de Francisco Pizarro y de su hermano Gonzalo, aunque participó en la fundación de la ciudad de Quito, capital de Ecuador, de la que fue alcalde en cuatro ocasiones, «en su tierra asturiana ha pasado casi totalmente desapercibido: no hay en toda Asturias calle alguna dedicada a su memoria, placa o busto que recuerde sus gestas o su vida», reivindicó Formentí en su discurso.

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El nuevo miembro de número del RIDEA es un consumado especialista en la naturaleza y cultura andinas y amazónicas, tema al que ha dedicado 40 años de estudios. Ha sido un viaje intelectual, pero también físico, de exploración de América del Sur, adonde ha acudido «incesantemente». Y en ese periplo vital, «al leer las crónicas de las campañas de Pizarro, Orellana, Almagro, Benalcázar y tantos otros», le surgió una pregunta: ¿hubo algún asturiano entre aquellos aventureros en un nuevo mundo de naturaleza infinita? No tardó encontrar a Díaz de Pinera, «mi personaje», como ayer lo definió en su discurso.

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Formentí puntualizó que «por supuesto» no era la primera persona que se adentraba en la apasionante biografía de Díaz de Pinera. Hace 25 años, el RIDEA publicó el primer libro sobre este personaje, obra de José Ramón Martínez Rivas. Pero lo que sí hizo este brillante fotógrafo de naturaleza -que cada semana firma en LA NUEVA ESPAÑA junto con Luis Mario Arce la serie «Tesoros forestales de Asturias»- fue «revisar minuciosamente» todos los documentos para elaborar una biografía más exacta y detallada.

Aunque apenas hay datos sobre los orígenes de Gonzalo Díaz de Pinera, la investigación de Formentí permite fijar su nacimiento entre 1505 y 1510, probablemente en el pueblo de Piñera, cerca de Torazo (Cabranes). Pinera era, por tanto, Piñera, apellido toponímico que nuestro aventurero «empezó a emplear cuando Francisco Pizarro le nombró su teniente gobernador en Quito». En 1532 se le puede situar ya en el Nuevo Mundo, formando parte desde el principio del descubrimiento y conquista de las provincias de Quito junto a la expedición del capitán Benalcázar. Entonces comenzaron doce años apasionantes, pero de final amargo.

Formentí fue detallando las distintas vicisitudes americanas de Díaz de Pinera, quien, llevado por su espíritu aventurero, se propuso encontrar el llamado «País de la Canela», del que informaban las noticias de los indígenas; «un lugar soñado en el que había bosques de la citada especia y además ricos en oro», apuntó Formentí. En aquel siglo, la canela «alcanzaba precios que llegaron a equiparse al oro».

Díaz de Pinera protagonizó dos expediciones en busca de un país maravilloso que nunca llegó a encontrar. A principios de noviembre de 1538 inició los preparativos de la primera, al frente de 130 soldados españoles. El 8 de diciembre de ese año partió en busca de su gloria. Formentí describió ayer en su discurso el itinerario de aquel viaje, que él también hizo siglos después tras la huella de «su personaje». La aventura fue un fracaso y del empeño volvió Pinera «muy pobre y muy endeudado por causa de hacer la dicha jornada y descubrimiento», escribió.

Pero no se rindió. En 1541, esta vez a las órdenes del hermano de Francisco Pizarro, Gonzalo, volvería a salir de Quito en busca de La Canela y El Dorado. Iban entre 200 y 240 soldados españoles, 4.000 indígenas porteadores, 200 caballos, 900 perros de guerra, además de una piara de entre 2.000 y 6.000 cerdos. A lo largo de un año y cuatro meses sufrieron todo tipo de penalidades y aunque encontraron árboles de la canela, nada de bosques. Adiós a la gloria y la riqueza. En ese viaje, Pinera demostró su lealtad a Pizarro y, en dos ocasiones, logró salvar a los hombres de aquella expedición perdida en la inmensidad natural.

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La historia no fue amable con Díaz de Pinera. La llegada de un nuevo virrey, Blasco Núñez de Vela, que venía a meter en vereda a los encomenderos, le colocó, en rebeldía con la Corona, en el bando de los Pizarro, a los que siempre fue leal. Y esa fidelidad, como ayer subrayó Formentí, le costó la vida. Tras una emboscada de los hombres del virrey, sus soldados se rindieron y Díaz de Pinera se convirtió en fugitivo. Una de las versiones de su muerte -como ayer detalló el nuevo miembro del RIDEA- fue que en aquella huida, buscando alimento en los montes, comió unas raíces venenosas que acabaron con su vida. Luego, desacreditado, el telón de la historia cayó sobre él. Justo hasta ayer, cuando Formentí lo levantó.

23/4/2018

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