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El bosque infinito de Elías León, guía de naturaleza…

Mi opinión

Elías León era un buen hombre, un hombre que vivía de su trabajo honradamente y amaba la naturaleza. Sus amigos lo recuerdan así: laborioso, buena gente, dedicado siempre a su pasión.

El 19 de febrero último una gavilla de delincuentes ingresó al albergue donde trabajaba para quitarle la vida malamente. Su muerte nos conmocionó a todos.

En Puerto Maldonado, Madre de Dios, el lugar donde vivía, nadie lo puede creer todavía.

Sus amigos, su familia, los que lo conocieron no pueden entender por qué tanta violencia con un hombre dedicado a proteger lo que nos pertenece a todos.

Les dejo estas dolidas y muy sentidas notas de Sarah Erdman, ex-editora principal de National Geographic Expeditions. Ella conoció a Elías en uno de sus viajes por el Perú y lo recuerda, a la distancia, con inmenso cariño.

Que la pasión no se detenga, cumpas, y que el legado de Elías León, el hombre que amaba el bosque, se perennice. Ojalá que así sea, se lo merece, abrazos fraternos para todos mis amigos guías, para todos los que han hecho de los bosques un cielo infinito, un espacio poblado de seres luminosos que debemos cuidar ahora y siempre…


Para aquellos de nosotros que vivimos en zonas más templadas, la selva tropical es una fuente de encanto exótico, un mundo aparte donde la naturaleza esconde algunas de sus creaciones más fabulosas. Cuando nuestro bote se detuvo en el estrecho claro de los árboles altos en la entrada de Inkaterra Hacienda Concepción, recuerdo que me sentí maravillosamente abrumado por la belleza salvaje de todo esto. Estábamos muertos de calor y cansados ​​por el viaje y al mismo tiempo muy emocionados de estar allí.

Y luego la emoción se convirtió en algo más rico. Conocimos a Elías León, nuestro guía naturalista, y él nos guió en nuestro primer paseo por el bosque. Con una voz serena y amabilidad en su rostro, nos enseñó cómo escuchar los sonidos del bosque, cómo mirar más de cerca para ver a las criaturas escondidas a la vista, cómo caminar suavemente para no perturbar el ecosistema. Su amor por el bosque era palpable e contagiante, después de todos sus años en el Amazonas, todavía estaba asombrado y eso hizo que nuestro propio sentido del temor fuera aún más fuerte.

Elias comenzó a trabajar como guía naturalista cuando tenía 16 años. Su padre le había enseñado a él y a sus seis hermanos a ser constructores, pero en su lugar eligió trabajar en un albergue ecológico, ayudando a los otros guías. Aprendió rápidamente y el propietario lo alentó a tomar un curso de biología para que algún día pudiera convertirse en un naturalista profesional. Durante un tiempo tuvo que dejar el guiado, volvió  a la construcción  y luego trabajó en las minas de oro. Pero al poco tiempo aprendió inglés y volvió a guiar. Cuando lo conocimos en el 2016, acababa de llegar a la Hacienda Concepción después de ocho años en la Reserva Amazónica. «Son solo 10 minutos en canoa a motor», me dijo, «pero veo muchas especies diferentes aquí».

A Elias le encantaban las aves. «Cada día puedes ver más y más especies»,  me dijo una mañana mientras remábamos en la laguna. Nadie más había venido en la excursión en canoa, por lo que Elías y yo nos movimos en silencio sin prisa, observando las aves y los insectos. Me contó cómo su familia, diez niños en total, se vio precisada ahuir a las tierras altas d para escapar de Sendero Luminoso. El hecho de trabajar en las minas, me contó también, era peligroso y el  calor tan fuerte  en los hoyos de grava que a menudo sentía que lo estaban asando. Guiar, dijo, era mucho mejor trabajo. El mes de mayo era su momento favorito para estar en la selva. «Las lluvias ya terminaron y todo es fresco y hermoso».

Me dio la sensación de que a Elías podía pasarse la vida entera remando en esa laguna, era un hombre apasionado que encontraba la paz en el bosque. Durante nuestros tres días en el albergue nos contó acerca de los monos aulladores y los caimanes, los shanshos y los guacamayos, los árboles que se mueve y la astucia de las hormigas. «La gente debería venir aquí para estar en contacto con la naturaleza», me dijo, «para comprender la importancia de este bosque para nuestra Tierra». Y al final de nuestros día allí, comencé a entenderlo. Él nos había iluminado con una reverencia y respeto por el bosque que llamaba su hogar. Puede que ya no esté con nosotros, pero su legado permanece. Para mí y para muchos como yo Elías trajo a la vida un lugar que habíamos soñado y, a su manera tranquila, nos hizo preocuparnos por ello.

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