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Los embajadores del talento, peruanos en España / Isabel Valdés, El País

Mi opinión

Así nos mira la España de nuestros días, tan de capa caída y deseos de encontrar nuevos derroteros. Para muchos de sus habitantes volvemos a ser el país de las esperanzas, del futuro construido a pico y pala; en algún sentido, un modelo a seguir. Lo dicen las cifras de nuestro superlativo crecimiento económico y también las noticias del éxito bien ganado de compatriotas ilustres como los que menciona la periodista Isabel Valdés.

Claro, exagera un poco cuando se refiere a la nuestra como «la nación que nunca se sometió a los conquistadores» o a la pobre Tania Libertad como la «punta de lanza, desde 1950, de la fusión sonora del Perú». Joder, la Libertad de Chiclayo no es Libertad Lamarque.

En fin, a mi también me pareció simpática la crónica peruanista publicada en el diario El País. Sobre todo la parte en que cita a Mario Vargas Llosa, un comentario el suyo muy a pelo con lo último de su biografía: “Me gustaría creer que si acierto y hago las cosas bien dejo una sensación positiva de mi país, y que si fallo y hago las cosas mal apenas dejo una sensación negativa de mi persona».


Sentir como propio un lugar que no es en el que se nació. Hacer de otro terruño el hogar, sin olvidar el olor de cada esquina del principio, el ruido de aquella cerradura que un día se giró por última vez. Aunque se regrese, nunca se vuelve de la misma forma. Un cambio que crece a pasos agigantados para aquellos que salen de su país, en este caso, para llevar parte de su tierra a otras latitudes y para nutrirse de otras experiencias, de otros aromas, de otros sonidos.

Perú se ha convertido en uno de los países con mayor crecimiento de Latinoamérica en los últimos años. Entre 2002 y 2013 la tasa de crecimiento promedio fue de 6,1 %; ; y en 2014 su PIB siguió creciendo (2,4% respecto al año anterior, que fue de un 5,8%), según cifras del Gobierno. Pero no solo los datos económicos son positivos para un país que es mucho más que el Machu Picchu. Los nombres de Gastón Acurio, Mario Testino, Juan Diego Flórez, Tania Libertad o Claudia Llosa son solo algunos ejemplos de que la nación que nunca se sometió a los conquistadores se está expandiendo también a través de la fotografía, la cocina, la música o las letras.

“Yo he aprendido que eres de donde hay gente que te quiere”, cuenta el periodista Santiago Roncagliolo. Él llego a España hace 15 años y afirma que el espacio que siente suyo es el de los millones de personas que hablan español: “El mundo hispanohablante se va convirtiendo en una gran nación y no en muchas pequeñitas. Ahora, cuando me preguntan de política, me siento más cómodo hablando de la española que de la peruana. Pero me doy cuenta de que nunca terminaré de ser un español. Soy un fantasma en ambos sitios”. Quizás sea esa la clave para la aleación de culturas.

A través de la palabra

Mario Vargas Llosa es el nombre peruano por excelencia, el más ilustre, también. Pero hay otros, como Roncagliolo o el escritor Fernando Iwasaki (Lima, 1961), sevillano en el padrón español. Ambos saben que la imagen de Perú ha cambiado, sigue cambiando. En parte, según Iwasaki, gracias al Premio Nobel de Literatura concedido a Vargas Llosa en 2010, por el auge de la gastronomía y por la estabilidad democrática. “Durante los últimos años, la terrible imagen del Perú de las décadas ochenta y noventa ha sido desplazada por la más amable de un país próspero, con grandes atractivos turísticos, oportunidades de negocio y una cultura muy antigua en permanente ebullición”, dice Iwasaki.

El escritor, que publica en medios de España y América Latina y asiste como conferenciante a universidades europeas e Institutos Cervantes de varios países en los que diserta sobre historia, arte y literatura peruana, va más allá: “Es muy importante aprovechar la presente coyuntura favorable para que la justicia, la educación, la cultura y el desarrollo lleguen a todos los rincones del Perú, pues no hemos dejado de ser esa nación corrupta, racista, homófoba, donde miles de niños y mujeres sufren malos tratos. En realidad, únicamente hemos dejado de ser un país que sólo daba malas noticias, pero el efecto bienhechor de las buenas nos ha devuelto la esperanza”.

Una esperanza que se refleja en la reducción de los índices de pobreza (entre 2005 y 2013 disminuyó a más de la mitad, de un 55,6% a un 23,9%, según el INEI) y que él intenta trasladar a través de su huella: “Me gustaría creer que si acierto y hago las cosas bien dejo una sensación positiva de mi país, y que si fallo y hago las cosas mal apenas dejo una sensación negativa de mi persona; pero tales razonamientos no dependen de mí. En cualquier caso, la cultura de cualquier país siempre debería despertar más curiosidad e interés que sus propios individuos. Ergo, nunca seré otra cosa que un nombre exótico en el índice onomástico de la cultura peruana”.

Gusto y oído

No será el único. Sobre todo desde Lima, el mensaje, atronador desde hace años, es claro: la reivindicación de las raíces a través del sabor, el aroma y las texturas de su cocina, privilegiada despensa que recoge y acoge alimentos de la región amazónica y la cordillera andina. Según algunos estudios, la cocina peruana genera una riqueza equivalente al 11,2% del PIB.

Gastón Acurio es, desde hace más de una década, el nombre que ha llevado el cebiche a las cartas de restaurantes de todo el mundo. En España otros hacen eco, como Luis Arévalo (restaurante Kena) y Omar Malpartida (restaurante Tiradito), ambos en Madrid; o Pablo Ortega (restaurante Tanta) y Jorge Muñoz (restaurante Pakta) en Barcelona, este último uno de los locales de los hermanos Adrià cuyo nombre significa unión en quechua, y que crea cocina peruano-japonesa. Muñoz (Pacasmayo, 1985) recuerda la diferencia entre el Perú que se evocaba en España hace 15 años, cuando llegó, y hoy. “Apenas se conocía nada de la cultura peruana, el Machu Picchu y poco más. Pero la gastronomía ha estirado ese conocimiento. Y desde hace más o menos cinco años, ahora cualquiera quiere contar con un cocinero peruano entre sus fogones”.

Así como el vaho penetrante del ají limo puede ser una forma de llegar a quien se sienta frente al plato, los sonidos crean esa sensación instantánea de estar en otro lugar. Tania Libertad es la punta de lanza, desde 1950, de la fusión sonora de Perú. “Empecé a cantar a los cinco años, ahora tengo 42 discos grabados y un amplio conocimiento del folclore de mi país”. Lo que le permite ser funámbulo magistral de estilos, pasa de la música criolla a la ópera y de ahí a la canción protesta, entre otros. Ella también sabe que la imagen de Perú ha evolucionado: “Se debe naturalmente al crecimiento económico del que sigue gozando nuestro país y que, aunado a la creatividad y al esfuerzo de muchos de sus habitantes. El resultado es que sea considerado como modelo a seguir en muchos aspectos”, explica.

Tanto ella como el tenor Juan Diego Flórez, que contesta al teléfono desde Milán, donde ensaya para  siete actuaciones para la Scala de Milán con el Otelo de Rossini, coinciden con Fernando Iwasaki en la necesidad de seguir avanzando. “Aunque económicamente vamos bien, esa distribución de la riqueza aún no termina de llegar a los más pobres. Pero mejoramos, igual que en el tema ambiental, tenemos más conciencia de la situación”, indica Flórez.

Considerado como el mejor belcantista rossiniano de las últimas décadas , sabe que es uno de los embajadores de Perú: “Siempre llevo la música peruana al mundo, la incluyo en mis conciertos. Es algo que me nace. El patrimonio musical de Perú debe darse a conocer tanto como la gastronomía o cualquier otra de las disciplinas que han hecho crecer nuestro país”. Flórez habla de Mario Testino, Vargas Llosa o Gastón Acurio. “El peruano se siente orgulloso de sus héroes, eso indica que los ciudadanos aspiran también al éxito y a salir adelante”.

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Mario Vargas Llosa, el Nobel

Escritor. Arequipa, 1936. Una de las voces emblemáticas de la literatura universal y uno de los intelectuales más influyentes. Leer sus libros o verlo actuar permite conocer su mundo. Su último papel fue como protagonista en Los cuentos de la peste, un texto suyo basado en el Decamerón de Boccaccio.

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Claudia Llosa, la profundidad

Directora de cine. Lima, 1976. Nació y creció en Perú, pero a finales de los años noventa voló hasta España porque quería estudiar cine. Nunca se marchó, ahora vive en Barcelona. Con La teta asustada llegó a los Oscar y compitió por la estatuilla al mejor filme de habla no inglesa.

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Gastón Acurio, rey chef

Cocinero. Lima, 1967. Él fue quien colocó a Perú en el mapa de la gastronomía mundial. Parte de ese globo terráqueo es ahora suyo, tiene un imperio de más de 40 restaurantes repartidos por varios continentes y su palabra, en temas culinarios, es ley.

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Tania Libertad, el eclecticismo

Cantante. Chiclayo, 1952. Casi cuatro decenas de discos dan fe de los kilómetros recorridos por esta embajadora de la más pura, y también la más fusionada, cultura musical peruana. De la Nueva Trova al bolero, la ópera o la canción protesta. En su voz, todos los Perús viven.

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Santiago Roncagliolo, la amalgama

Escritor. Lima, 1975. Soñaba con ser escritor. Lo es. Además de periodista, traductor, guionista, dramaturgo y asesor político. Su nombre ya es una firma. Cuenta que creció en una familia de exiliados; de alguna manera, sigue así. Nunca dejará de ser peruano, nunca terminará de ser español.

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Juan Diego Flórez, la voz rossiniana

Tenor. Lima, 1971. El número uno en su especialidad belcantista, luchó duro para serlo. Salió de la Lima de la calle, quizás por eso ahora forma a cantantes sin recursos. Hoy, escenarios de todo el mundo se ponen en pie tras su última nota.

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Mario Testino, lente de oro

Fotógrafo de moda. Lima, 1954. Lady Di, Julia Roberts, Cristiano Ronaldo o Naomi Campbell son algunos de los nombres que han estado bajo el encuadre de Testino. Cree en la libertad, ama Inglaterra y está convencido de que el conocimiento debe ser compartido.

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