Machu Picchu es el primer destino turístico que ha recibido el certificado de carbono neutro y el primer distriro totalmente entregado al reciclaje en el Perú. Y este título se celebró con legítimo orgullo el 2 de setiembre, cuando Green Initiative entregó al alcalde del distrito, Darwin Baca, la certificación de Carbono Neutral, una condición que se otorga cuando se retira de la atmósfera la misma cantidad de CO2 que se ha emitido.
“Esto es algo histórico”, dice Jorge López Dóriga, director de Comunicación y Sostenibilidad del Grupo AJE. Y es que el 2016 la maravilla del mundo estuvo a punto de perder el título de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La razón principal: la basura. “Pasar de eso a ser el único destino turístico del mundo carbono neutro, es algo extraordinario”, reafirma.
Pero que pasaba en el 2016. Algo atroz. Llegaban hasta cinco mil turistas en tren al día y dejaban 14 toneladas de basura. Y esa basura tenía que salir por tren, pero eso era imposible. Se acumularon tantos residuos en la salida de Machu Picchu que se podía ver las montañas de basura desde el Camino Inca. Y el hedor era insoportable. Los desechos no salían en igual cantidad que los que ingresaban.
“En el 2017, a través de agua Cielo, instalamos la primera máquina compactadora de botellas, que empezó a reducir cuatro sacos de dos metros de basura a un bloque de 50 centímetros. Antes, ese plástico terminaba en el río y ahora se vende. Lo compran empresas recicladoras para volver a hacer botellas e incluso ropa”.
Pero eso fue solo el inicio. El trabajo conjunto de las empresas privadas Inkaterra y Aje, junto al SERNANP y la Municipalidad de Machu Picchu, fue elaborar una estrategia que consistió en concientizar a hoteles, restaurantes y vecinos para que segreguen su basura en orgánica e inorgánica. Gracias a una planta pilorizadora, los residuos orgánicos se transforman en abono para bosques y para los sembríos de las comunidades.
Hay que destacar la labor de la cadena de hoteles Inkaterra, con Joe Koechlin a la cabeza, que convirtió un área de pastoreo deforestada en un bosque hermoso donde precisamente se asientan las cabañas del hotel del mismo nombre. Hoy ese espacio es un bosque frondoso que tiene más variedades que todo el continente europeo y donde es posible ver numerosos gallitos de las rocas.
Otro elemento en la misión de no soltar carbono a la atmósfera es que, en Machu Picchu, las botellas de vidrio –y el vidrio en general- se pulverizan para convertirse en arena de construcción. Antes, los constructores extraían arena del río y provocaban erosión. Hoy cuentan con arena de mejor calidad.
Y uno de los principales logros es que el aceite de los restaurantes y hogares, que antes se vertían al río, hoy se recoge y se transforma en biodiesel y en jabones. Esto ocurre gracias a la primera planta transformadora de aceite, traída al Perú.
“Queremos impulsar la revolución natural en el Perú, queremos que las demás empresas se inspiren”, retoma Jorge López Dóriga, quien no ocultó su entusiasmo cuando un grupo de autoridades cusqueñas y directivos de Aje e Inkaterra subieron al mirador de Machu Picchu para las fotos de rigor.
El ejemplo está empezando a ser replicado en el Cusco con miras a inspirar a los pueblos del Valle Sagrado. Y el siguiente gran paso será la ciudad de Lima. Pero eso merece una nota aparte.
Durante die mil años hemos vivido en una estabilidad climática que tiene un tope de temperatura. En la cumbre de Kioto se dijo que si la calentamos a 1.5 grados más, la civilización no va a poder sobrevivir. Desde entonces hemos calentado 1.2 grados. según el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC), solo tenemos diez años para hacer el cambio. Luego de eso será imposible revertir un desastre por crisis climática. Por eso, el ejemplo de Machu Picchu es unja noticia que está recibiendo felicitaciones de todo el mundo.