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Madre de Dios: Castañas para todo el mundo

Mi opinión

Acabo de visitar la concesión castañera del amigo Jergue López en una de las orillas del río Pariamanu, a cuatro horas de navegación desde Puerto Maldonado si es que se zarpa del embarcadero de La Pastora. A pesar del friaje que afectó ayer al sur andino-amazónico la pasé muy bien acompañando a un grupo muy entusiasta de alumnos de la facultad de Ecoturismo de la Universidad Nacional Amazónica de Madre de Dios (UNAMAD), con su profe, el muy diligente Carlos Peña, a la cabeza.

La de este año ha sido una magnífica campaña castañera, me lo comentaron los López en su concesión; tan buena que con parte de las ganancias obtenidas Jergue y sus hermanos se han animado a construir una infraestructura ad-hoc para recibir turistas. De allí la alegría de todos por la visita de los más de 20 alumnos que llegaron a su propiedad con la intención de ayudarlos a armar un proyecto de desarrollo turístico que complemente los ingresos de las castañas, como se sabe una actividad estacional y con vaivenes continuos.

Los castañales, por lo general asociados a comunidades muy saludables de shihuahuacos, sapotes, sachavaca papayas, renacos y otros gigantes, garantizan la salud de los bosques en pie de esta porción de la Amazonía por la capacidad que tienen para generar trabajo y dinero para la gente. Eso que tanto se necesita para parar la deforestación y mandar a rodar al extractivismo desaforado que se ha instalado en los márgenes de los ríos del departamento más biodiverso del Perú.

Les dejo este artículo sobre castañas y castañeros que La Mula y Servindi han tenido la gentileza de reproducir en sus plataformas. Claro que se puede…


Aunque es un roedor bastante común en casi todos los territorios boscosos del centro y Sudamérica, en las selvas del departamento de Madre de Dios, cerca de la frontera con Bolivia, el añuje (Dasyprocta spp), un mamífero de regular tamaño y carne muy sabrosa, se ha convertido en un verdadero objeto de culto.

Sucede que el inocente cuadrúpedo de apenas 50 cm de largo es uno de los pocos habitantes del bosque amazónico capaz de romper con sus filudos dientes el fruto que cae de las ramas más altas del árbol de castaña y posibilitar la reproducción de un gigante del bosque amazónico que puede llegar a vivir más de ochocientos años… y producir las famosas nueces de Brasil o castañas, para ser más exactos, que los mercados del mundo demandan cada vez con más afán.


Foto: Joel Sartore

En un departamento cercado por la minería ilegal y la destrucción de sus bosques la comercialización de castaña se ha convertido en asunto de vida o muerte para sus pobladores; según datos del Ministerio del Ambiente el 20 por ciento de la población laboralmente activa de Madre de Dios depende directa o indirectamente de la castaña. Y del elusivo añuje…

La multiplicación de las nueces

La castaña (Bertholletia excelsa), una especie del bosque amazónico que solo produce nueces de manera rentable en Perú, Bolivia y Brasil, es un árbol milagroso.

Y no solo por los beneficios de sus semillas altamente nutritivas o las propiedades medicinales del aceite que se extrae a través de un proceso de prensado al frío, un bálsamo recomendado para combatir úlceras e inflamaciones, especialmente prostatitis y hemorroides, sino también por el papel que cumple en la lucha por derrotar el flagelo de la deforestación.

Willy Maldonado, biólogo y responsable del trabajo de Wildlife Conservation Society (WCS) en Puno, un departamento que comparte con Madre de Dios territorios del Parque Nacional Bahuaja Sonene, un gigante de más de un millón de hectaéras, resume la importancia de la semilla de la siguiente manera: “El éxito de la extracción y venta de las castañas depende de la buena salud del bosque; en otras palabras, si el bosque se encuentra en buen estado, los castañeros podrán tener el negocio asegurado”. O casi.

Bolivia es el país castañero por excelencia. Brasil lo secundaba en volumen de ventas; sin embargo, la deforestación y la presión sobre sus castañales ha hecho que el Perú se convierta en el segundo país productor de castañas del planeta.

El 43 % de los castañales de Madre de Dios, la segunda región exportadora de castaña del mundo, se encuentra en las márgenes de los grandes ríos del departamento, el resto, en las inmediaciones de la carretera Puerto Maldonado-Iberia, un segmento de la Interocéanica que no ha caído todavía en manos de la minería ilegal y dentro del territorio que ocupan la Reserva Nacional Tambopata y el Parque Nacional Bahuaja Sonene”.

“En la Reserva Nacional Tambopata, prosigue Maldonado, asociaciones de productores, en acuerdo con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), vienen comercializando el recurso con éxito desde hace mucho tiempo, lo que se quiere ahora es mejorar la extracción castañera en el Bahuaja Sonene sin afectar, naturalmente, la salud del área protegida”.

Vivir del bosque

Lo mismo comenta en Puerto Maldonado, Jaime Corisepa, directivo del Ejecutor del Contrato de Administración de la Reserva Comunal Amarakaeri, un ente conformado por indígenas harakbut que cogestiona un área natural protegida de más de 400 mil hectáreas donde es posible encontrar castañales en muy buen estado de conservación pese a la presión a la que han estado sometidos sus bosques.

Dos comunidades de nuestra reserva comunal están trabajando planes castañeros y otras más han pedido al Sernanp el permiso necesario para manejar el recurso. En Madre de Dios las castañas nos dan de comer y evitan la tala indiscriminada de nuestros árboles”.

Según datos que volvimos a recoger en Puerto Maldonado, la capital de la castaña del Perú, entre quince mil y veinte mil personas están involucradas directa o indirectamente en la actividad castañera.

¿Quién dijo que la minería es la principal actividad económica de Madre de Dios?

El futuro es nuestro

La superficie de rodales de castañas de Madre de Dios ocupa el treinta por ciento de toda el área departamental. Lo que convierte al gigante en un recurso estratégico para salvar de la destrucción a los bosques del departamento más biodiverso de nuestro país.

En el año 2014, el Estado declaró de necesidad y utilidad pública el cultivo y la producción de las castañas, asumiendo también el compromiso de incentivar la investigación técnica y científica del recurso. En nuestro país el manejo de este importante recurso del bosque se realiza a través de concesiones forestales que se entregan a particulares o asociaciones de productores por un lapso de cuarenta años o a través de pequeños negocios.

A finales de año, cuando los frutos del castaño empiezan a caer de sus copas altísimas, y los añujes se dedican a la tarea de esconder las semillas para el milagro de la reproducción, los castañeros y sus familias se internan en el bosque para la zafra que se extiende por lo general hasta el mes de marzo.

El trabajo es arduo. Los curtidos castañeros recogen los cocos utilizando una payana, un palo rajado en una sus puntas en tres o cuatro partes que le permite alzar lo que ha venido a buscar sin agacharse. Una vez en sus manos el delicado producto del bosque, lo colocan en las canastas tejidas con fibra de tamishi que llevan en la espalda colgadas de unos tirantes a manera de mochila.

¿Fácil?

Para nada. La tarea es compleja y requiere de una habilidad que los castañeros han ido desarrollando a lo largo de los años. O de las generaciones. La pericia en el recojo de los cocos los protege de las picaduras de las temibles isulas (Paraponera clavata), las solitarias y peligrosas hormigas bala de la Amazonía o de los alacranes. Y también de las mordeduras de las serpientes.

Terminada la tarea, los hombres y mujeres del bosque, retornan a casa con sus barricas llenas de nueces. Empieza la delicada trama del secado y el posterior pelado de los frutos del bosque, labor que ocupa principalmente a las mujeres. De allí a la comercialización del producto obtenido queda solo un paso.

Producir para conservar el bosque

La zafra del año pasado no fue buena, la de este año mejoró significativamente. Los guardianes del bosque, estos silenciosos recolectores de un fruto mágico y portentoso, ya deben haber vuelto a sus localidades para que el ciclo de la vida en el bosque se siga perpetuando.

Para Loyola Escamilo, responsable del Programa Madidi-Tambopata de Wildlife Conservation Society (WCS) resulta imprescindible buscar los aliados que se necesitan para que el icónico producto de Madre de Dios, y también de Puno, empiece a escalar posiciones en el mercado gourmet y en el de los aceites esenciales. Los chefs Pedro Miguel Schiaffino, del restaurante Ámaz, y Mitsuharu “Micha” Tsumura, de Maido, han incorporado en su carta platos y bebidas a base de las castañas que se produjeron en la Reserva Nacional Tambopata y la respuesta de sus comensales ha sido la esperada.

Falta que el resto, o por lo menos un buen grupo de cocineros peruanos, repitan el plato.

Lo mismo ocurre con los productos que comercializa la empresa Shiwi, una compañía dedicada a la promoción y venta de los productos que se obtienen de las áreas protegidas. Se necesitan más shiwis, o sea más profesionales comprometidas con el futuro como Sofía Rubio, la fundadora de la marca, para campeonar en este mundial de la biodiversidad y la resistencia amazónica.

Los bosques de la Amazonía del sur siguen estando amenazados por la tala ilegal, la minería aurífera, los cultivos de coca y el cambio de uso de la tierra, pandemias que se expanden a un ritmo vertiginoso.

Estudios recientes realizados en Madre de Dios advierten que los árboles viejos no están siendo remplazados por árboles nuevos lo suficientemente rápido como para que se garantice la estabilidad de los castañales, lo cual pone en serio riesgo a la especie, a la producción castañera y al bosque amazónico.

Pese a ello, los castañeros no han cesado su laborioso trabajo y siguen ingresando al bosque para recolectar los cocos del árbol milagroso. Se trata de un oficio que heredaron de sus padres y abuelos, cuyos beneficios impactan directamente en la economía familiar y les permite afrontar los gastos inesperados que se dan a lo largo del año. Para estas familias castañeras, pese a que las nuevas generaciones se muestran cada vez más reacias a continuar la tradición, la recolección es una actividad que no puede parar.

Familias de castañeros como la conformada por Benigno Herrera, su esposa Vilma Zegarra y su hijo Kenny, contribuyen como pocos a cuidar el bosque de la Reserva Nacional Tambopata. Y asociaciones como la Asociación de Castañeros de la Reserva Nacional Tambopata Los Pioneros (ASCART), han permitido la formalización de un negocio que quiere transformar la compleja realidad de un departamento tan rico y tan postergado.

La salud y buena vida del añuje, ese hiperactivo pirata de la selva amazónica, importa, sí, pero la última palabra la tiene otra especie que vive y mora en los bosques de Madre de Dios. Tenemos que hacer bien nuestra tarea.

23/7/2018

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