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Madre de Dios: conocimientos tradicionales y desarrollo

Mi opinión

Aprecio profundamente el esfuerzo que vienen realizando las comunidades nativas de Madre de Dios por recuperar sus conocimientos tradicionales y ponerlos al servicio del desarrollo.

Y que en ese trabajo delicado y urgente vengan recibiendo el apoyo de las organizaciones indígenas, las ONGs locales y el Estado.

El reportaje que les dejo lo escribí para Actualidad Ambiental, la agencia de noticias ambientales de la muy activa Sociedad Peruana de Derecho Ambiental. Gracias al apoyo de Eddy Peña, hombre fuerte de la institución en Madre de Dios, visité hace algunas semanas la comunidad ese eja de Infierno, líder en la región en temas de turismo de naturaleza y pionera en el sur amazónico en el rescate de la medicina tradicional.

Lo que ví durante mi recorerido, lo he tratado de plasmar en el siguiente informe. Saludos desde la localidad de Patria, en el distrito de Kosñipata, Cusco, puerta de entrada al fabuloso Parque Nacional Manu, mi casa por un mes.


A la diez de la mañana el sol golpea fuerte en la Comunidad Nativa de Infierno. El vehículo que nos ha traído desde la ciudad de Puerto Maldonado por una carretera en pésimo estado se ha detenido frente a la Casa Cultural Ese eja, un muy bien implementado centro de interpretación que la comunidad construyó con el propósito de mostrar a los visitantes la forma de vida de sus ancestros y el vínculo que todavía mantienen con el bosque y los ríos que recorren desde hace siglos.

Infierno es una de las comunidades nativas mejor organizadas y prósperas de la región Madre de Dios. Su población, que alguna vez fue mayoritariamente Ese eja, se viene dedicando con éxito al turismo desde hace más de 25 años.

El albergue Posada Amazónica, gestionado por la comunidad en alianza con una empresa privada, es un referente a nivel mundial de turismo étnico y de naturaleza de calidad.

Mirar el futuro

En la puerta de la Casa Cultural de Infierno nos recibe Ruhiler Aguirre Mishaja, el presidente de la comunidad nativa, un muchacho de complexión recia y rasgos indígenas que antes de ser dirigente fue responsable administrativo de Baawaja Expeditions, una agencia de propiedad comunal que gestiona el Ñape Lodge, el albergue que los Ese ejas operan de manera autónoma desde el año 2008.

“Los ingresos que recibimos por nuestros albergues, nos empieza a contar, se invierten en educación y salud, principalmente. El resto en atender a los ancianos, construir obras de beneficio comunal y a la implementación de nuevos proyectos productivos. La comunidad ha entendido que el desarrollo lo vamos a obtener en la medida que impulsemos nuevas actividades económicas, por eso nuestro interés en revalorar el trabajo con las plantas medicinales de nuestras huertas y bosques”, nos dice Aguirre.

La comunidad nativa de Infierno fue fundada en 1976 y en la actualidad ocupa un territorio debidamente titulado de 9,701 ha. hectáreas que colinda con  la Reserva Nacional Tambopata.

“El nivel de vida en Infierno ha mejorado con el turismo, nadie lo puede negar. Sin embargo, nuestra población ha crecido y los recursos del bosque y de la tierra cada vez son más escasos”, quien habla ahora es Víctor Pesha Baca, expresidente de la comunidad, agricultor a tiempo completo y celoso guardián de la integridad de la cultura Ese eja.

Acaba de llegar a la Casa Cultural para atender personalmente a un grupo de estudiantes de una universidad de los Estados Unidos que visitan Infierno, interesados en conocer el funcionamiento de la comunidad y sus planes de desarrollo.

Los Ese ejas de Infierno han empezado a ser admirados en el mundo por su férrea organización comunal y el cuidado de sus recursos naturales.

“Esta es una comunidad intercultural, si bien es cierto nos constituimos en un principio como una comunidad Ese eja y ribereña, ahora somos un pueblo compuesto por gente que ha ido llegando de otras partes de la Amazonía y también de los Andes”, continúa Pesha.

Comunidad Nativa Infierno. Foto: SPDA

Rescate cultural y plantas medicinales

“Esa fortaleza es la que queremos utilizar ahora”, comenta Ruhiler Aguirre Mishaja, el presidente de la comunidad de Infierno. “En la actualidad solo el 20% de nuestra población es Ese eja. Ese es mi caso: mi madre es Ese eja, mi padre no”, agrega.

Según datos preliminares del último censo realizado en el Perú (ENAHO, 2017), los pueblos indígenas constituyen la población más vulnerable de nuestro país. La información estadística es concluyente: el 26.09% de la población indígena es pobre, mientras que el 6.83% es pobre extremo, en otras palabras, el 32.92% de la población indígena se encuentra bajo el umbral de pobreza.

¿Cómo revertir esta situación que se extiende dramáticamente a lo largo y ancho de los territorios donde se encuentran las comunidades y localidades pertenecientes a pueblos indígenas?

Para Julio Cusurichi Palacios, presidente de la Federación Nativa del Río Madre de Dios y Afluentes (Fenamad), la solución salta a la vista cuando se evalúa lo que ocurre en la Amazonía peruana: “Son las leyes que rigen la propiedad de la tierra las que impiden el desarrollo de nuestros pueblos. El estado se niega a reconocer que los indígenas hemos sido históricamente los que mejor hemos cuidado el territorio que ocupamos y sus recursos. Con títulos de propiedad sobre nuestros territorios estaremos en capacidad de implementar los Planes de Vida Plena que cada comunidad ha venido elaborando”.

“El caso de Infierno es ejemplar, se trata de una comunidad debidamente titulada que viene trabajando el tema de turismo de manera exitosa al mismo tiempo que recupera los conocimientos tradicionales de su cultura”, resalta Cusurichi.

Hace alusión el conocido dirigente indígena a los programas de recuperación de las plantas medicinales que se han venido desarrollando en Infierno por los menos desde 1986 cuando la Fenamad implementó en la comunidad un ambicioso proyecto de medicina tradicional basado en el modelo AMETRA (Aplicación de Medicina Tradicional), una exitosa iniciativa intercultural implementada que buscaba mejorar las condiciones de salud de la población indígena mediante la combinación del uso de las plantas medicinales y la medicina primaria.

“Es por esos años, que se crea en Infierno el Centro Ñape, un centro de estudio de las plantas que curan y una reserva comunal que con el paso del tiempo se convirtió en un importante atractivo turístico para nuestra comunidad”, explica Ruhiler Aguirre.

Los Ese ejas son famosos por el conocimiento y buen manejo de las plantas del bosque. Según datos proporcionados por el Ministerio de Cultura, los habitantes de mayor edad de las tres comunidades Ese ejas de Madre de Dios (Infierno, Sonene y Palma Real) son diestros en el manejo de las palmeras. Ellos conocen 23 especies, de las cuales se han registrado más de 3oo usos diferentes.

“Lo que queremos, es registrar todos los usos que le damos a las plantas que conocemos, nuestros conocimientos tradicionales no pueden perderse, eso sería muy grave para nuestro pueblo”, agrega Aguirre.

Para la humanidad, los conocimientos tradicionales de los pueblos indígenas son un activo cultural de suma importancia. En estos tiempos de cambios climáticos y otros desafíos, sus aportes a la ciencia, la cultura, la conservación son incuestionables. Pese a que se siguen perdiendo, están siendo incorporados en los marcos legales de los países con población indígena –el Perú es uno de ellos– y la lucha por su preservación se ha convertido en una constante de las organizaciones que los representan.

“Estamos en eso, gracias al apoyo de la Fenamad y la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) venimos impulsando un proyecto que nos está permitiendo identificar y luego registrar ante la autoridad correspondiente –en este caso el Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual  (Indecopi)– el uso de las plantas medicinales que heredamos de nuestros mayores y que todavía se encuentran en los bosques que protegemos”, explica Aguirre.

Según Indecopi, el Perú es un país líder a nivel mundial en la protección de los conocimientos colectivos de los pueblos indígenas vinculados a la biodiversidad. El mecanismo que ha creado para defender la propiedad intelectual de los pueblos originarios posibilita la emisión de títulos que protegen dichos conocimientos con el objetivo que sean las propias comunidades quienes den el acceso a los mismos.

La Comunidad Nativa de Infierno ha logrado registrar en Indecopi hasta este momento 70 de estos títulos, lo que la convierte en líder en la región en cuanto a conservación y salvaguardia de los conocimientos colectivos se refiere.

Infierno, hay que recalcarlo, es una comunidad conservacionista: en asamblea general, el máximo órgano de gobierno, sus miembros decidieron reservar 1924.69 hectáreas de su territorio para la creación del Área de Conservación Privada Ebio Kiabamene, la ACP más grande de Madre de Dios.

La comunidad también es propietaria de una Concesión para Ecoturismo de 1523 hectáreas que el Estado le otorgó por cuarenta años.

“Este trabajo de rescate cultural y salvaguardia de nuestros conocimientos tradicionales, lo hemos realizado con nuestros sabios, con nuestros ancianos, con pobladores Ese ejas que han sabido mantener la tradición de nuestro pueblo como José Mishaja, Miguel Pesha, Honorato Mishaja, Manuel Delaviso y un grupo de abuelas muy entusiastas”, concluye el líder indígena.

Los conocimientos ancestrales han permitido la conservación de diversas especies como la papa y la maca. Foto: SPDA

Sabedores indígenas

Fuimos a buscar a Miguel Pesha Toyeri y a José Mishaja Shajao al colegio estatal donde trabajan –por encargo de la comunidad– como profesores de lengua Ese eja. Tanto Pesha como José Mishaja pertenecen al respetado grupo de fundadores de lnfierno y ambos han sido en diferentes momentos presidentes de la comunidad.

“El uso de las plantas medicinales, es antiguo en nuestra comunidad, lo que sabemos de nuestras plantas lo sabemos por nuestros padres y abuelos”, nos cuenta Miguel Pesha, un poblador Ese ja que no aparenta los 73 años de edad que tiene. El proyecto ha logrado identificar el uso medicinal de más de 7o plantas, entre ellas el chuchuhuasi, la uña de gato, la tangarana, el ayahuasca, el wasai, el para para –un estimulante sexual muy requerido en la región– y el ojé.

“En el bosque yo me siento feliz, me siento en el paraíso, todo es tranquilidad y todo lo tienes a la mano. Queremos reencontrarnos con nuestra tradición, no solamente para estar más sanos, sino también para mejorar nuestras economías”, agrega Pesha.

No tuvimos la suerte de encontrar a don José Mishaja en la institución educativa intercultural bilingüe Shajao donde labora. El día de nuestra visita, el abuelo de 70 años se encontraba trabajando en su chacra; sin embargo, Víctor Pesha, el hijo mayor de don Miguel, nos facilitó su testimonio recogido en el libro “Tejido Territorial Ese Eja. Más allá de las fronteras y las áreas naturales protegidas”, una publicación que detalla la gesta de los Pesha, Mishaja, Toyeri, Shajao, Poje, Chaeta, Yojaje, Dejaviso, Viaeja, Pichichewe y otros guardianes de los bosques de la cuenca del río Tambopata, el Baawaja de los Ese ejas de todos los tiempos.

Víctor Pesha. Foto: SPDA

“Soy experto en medicina tradicional, gracias a un amigo curandero de Pucallpa, Benito Arévalo me preparó cuando la comunidad lo trajo y vivió en el Centro Ñape. Didier Lacaze [un estudioso de las plantas que curan de la Amazonía peruana] lo conocía y lo trajo para que nos enseñara a conocer las plantas medicinales, las propiedades, las formas de preparación y cómo tratar a los pacientes. Todo eso sé”, cuenta José Mishaja.

Termínanos nuestro periplo en Puerto Maldonado conversando nuevamente con Julio Cusirichi. Para el presidente de la Fenamad es importante que el Ministerio de Salud empiece a valorar la riqueza del conocimiento tradicional de los pueblos indígenas e integre esos saberes a las redes de salud existentes.

“Estamos trabajando en el fortalecimiento de la sabiduría de nuestros curanderos o chamanes, tener registrados los conocimientos que ellos y la población local mantienen vivos es fundamental en esta tarea”, refirió con entusiasmo.

En Infierno el trabajo realizado ya va tomando cuerpo. Antes de irme, en el bien implementado centro médico de la comunidad nos topamos con una pareja de esposos que traían a su hijo mayor a la consulta de rigor. Cuando entraron a la posta nos acercamos a la moto que habían dejado estacionada en un espacio apropiado. Sobre el asiento destacaba un atado de plantas muy bien acomodada.

“Es uña de gato”, nos sacó de nuestras cavilaciones una señora que salía del centro médico. “Es buena para la artrosis, en Infierno la usamos mucho para atender a nuestros mayores”, agregó. Buen dato.

DATOS:

  • Desde el 2006 a la fecha, Indecopi ha entregado 5257 títulos de registros de conocimientos colectivos a más de 40 comunidades campesinas y nativas del Perú. Los pueblos alcanzados son los Ashaninka, Awajún, Bora, Huitoto o Murui, Kichwa llakwash, Ocaina, Quechua, Shipibo-Conibo, Ticuna, Yagua, Yanesha, Ese eja y Machiguenga.
  • Con el fin de promover su conservación, protección y difusión, el Ministerio de Cultura declaró este año Patrimonio Cultural de la Nación a los conocimientos, saberes y usos asociados a la cestería del pueblo Ese esja por constituir un arte que refleja el vínculo de este pueblo con su territorio ancestral así como una práctica estrechamente vinculada al ámbito femenino que construye identidad de género e identidad social.

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