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Nemesio Barrantes, profesor de idealismo en La Pampa

¿Cómo explicarle a don Nemesio Barrientos que el suyo es un acto heroico, singular, de esos que dignifican a nuestra especie y permiten que sigamos creyendo en el futuro?, ¿cómo decirle que sus lágrimas, su desazón, su pena inmensa, magnifican su tarea, su trabajo silencioso y continuo en uno de los arrabales más violentos de Madre de Dios y seguramente de todo el Perú? He llegado esta mañana a su fundo en el kilómetro 117,3 de la carretera Interoceánica, en el sector de Primavera Baja, para conocer su historia, para compartir sus sueños, para seguir confiando en los milagros…

Vivir en La Pampa, no hay que ser muy avispado para mencionarlo, es más duro que vivir en el infierno.

En ese serpentín de la tantas veces mencionada Interoceánica Sur, entre el kilómetro 98 y talvez el 120, las chabolas se multiplican, la basura se agolpa por todas partes y la selva se convierte en un remedo de lo que alguna vez, en una fotografía mal tomada de un campo devastado por la muerte.

En esa zona liberada por la violencia y los negocios que fructifican al compás de la minería del oro el crimen manda y la vida no vale ni siquiera un sol.

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Nemesio Barrientos llegó a La Pampa antes del boom del oro y de la insurgencia de la barbarie. Recién había cumplido treinta años y en sus alforjas de caminante guardaba su título de maestro y un largo currículo de dirigente en su natal Ayacucho y en Apurímac, la tierra donde llegó huyendo de la violencia. “Siempre he sido así, me va contando, siempre me ha gustado sacar pecho por mi gente”.

Corría el año 1983 y en La Pampa la agricultura se empeñaba en convertir los aguajales en extensos arrozales o simplemente en campos de cultivo para cualquier tipo de desarrollo productivo. Nemesio, serrano, trabajador desde muy temprano, vio en La Pampa una oportunidad y adquirió tierras, se hizo colono y fundó familia.

Durante diez años se dedicó a lo suyo: fue maestro en una escuela en Primavera Baja y agricultor a tiempo completo. A pesar de los tajos en el bosque y el rugir de las motosierras, los árboles seguían dominando el paisaje y la fauna silvestre se movía a su antojo. “Escuchábamos hablar de minería, sí, pero como de una actividad lejana… ¿quién iba a pensar que un día esto se iba a convertir en una campamento  minero?”.

En La Pampa crecieron sus hijos y también sus expectativas. Don Nemesio se convirtió en un referente para los demás colonos de Primavera Baja y otros sectores de esa colonización que no paraba de crecer. Su propiedad se transformó en un modelo de gestión a replicar: junto a sus cultivos de pan llevar, de plátanos, de arroz y hasta de soya, el bosque seguía en pie, lleno de vida. “Era una fiesta, los monos se subían al techo de mi casa y los armadillos y ronsocos cruzaban la carretera sin mayor problema”.

En el 96 Nemesio volvió a su tierra por un tiempo convencido en devolverle con creces los conocimientos que había aprendido en tantos años de vagabundear por el  mundo. Fue autoridad por un tiempo en Toraya, Aymaraes y participó con engtusiasmo y convicción en la pacificación de una región azotada por la violencia extrema y el terrorismo. Obviamente, durante sus años de dirigente en Apurímac, mantuvo el lazo que lo unía y lo sigue uniendo con estos bosques tan llenos de vida y tanto por hacer.

En el 2008 las cosas cambiaron radicalmente, La Pampa fue invadida por decenas de mineros, primero, luego por cientos de hombres y mujeres dispuestos a todo que en poco tiempo se convirtieron en una estampida humana decidida a extraer de las entrañas de la tierra el oro que se acumulaba desde siempre. Uno a uno los colonos que habían llegado con Nemesio y lo escuchaban como un líder, se fueron rindiendo, fueron abandonando sus predios debido a las amenazas de los nuevos colonizadores y al clima de violencia que se extendía por todas partes.

La Pampa había dejado de ser La Pampa.

"Me han visitado más de treinta periodistas durante todos estos años. A todos les he dicho lo mismo: he sabido resistir", Nemesio Barrientos.
«Me han visitado más de treinta periodistas durante todos estos años. A todos les he dicho lo mismo: he sabido resistir», Nemesio Barrientos.

Cuidar para los que vienen

Nemesio volvió a La Pampa y puso el pecho. No se arredró. Mientras los demás abandonaban sus sueños, él y lo suyos enarbolaron otros, persistieron. Terquedad chanca, verdaderamente.

 Las amenazas se hicieron continuas, se multiplicaron, su discurso en pro de la conservación y el cuidado ambiental se volvió disidente. En alegato por un modo de vida peligroso en el territorio del mercurio a granel, los barriles de combustible al pie de la carretera y la destrucción de los últimos bosques en pie.

“De las amenazas pasaron a la seducción. ¿Cuánto quieres por tus tierras? ¿Dos kilos de oro, cuatro?, me dijeron. Querían que me vaya, que les deje el bosque para meter sus maquinarias. No acepté”.  Del maestro previsor y del dirigente con garra que había sido, Nemesio sacó las fuerzas y la osadía para encontrar soluciones para enfrentar la invasión.

Una de ellas, convertir 23 de las ochenta hectáreas bajo su propiedad en un Área de Conservación Privada dedicada a proteger los últimos bosques de ese sector de Primavera Baja, en La Pampa, que actúan como enlace o corredor biológico entre el Parque Nacional Manu y la Reserva Nacional Tambopata, las dos áreas naturales protegidas que perderían contacto si es que se destruyen las pocas coberturas vegetales que sobreviven al infierno.

El ACP San Juan Bautista en La Pampa, kilómetro 117,3, la obra maestra de este humilde y obligado profesor de idealismo es como él mismo dice un aula abierta, una escuela para sanar la tierra. Para Nemesio Barrientos es posible vivir de la naturaleza sin destruirla. Su fundo es un ejemplo de ello, a la agricultura que desarrolló antes de la invasión minera, le ha agregado de todo: desde pozas para sembrar pacos y gamitanas hasta agroforestería. “Todo lo que consumimos lo producimos en casa, nuestro fundo y nuestros bosques nos dan de todo, somos autosuficientes”, sonríe.

“Los mineros nos respetan, claro que sí, saben en el fondo que nuestra ruta es mejor que la que han elegido ellos. Por aquí vienen, me saludan y me compran pescado fresco, frutas y verduras”, agrega.

La multiplicación de los panes, pienso. La resurrección de la vida. Como lo comenta en Puerto Maldonado, Juan Loja, director de Conservación Amazónica – ACCA en Madre de Dios, una de las instituciones que viene apoyando la lucha de Barrientos, “el microcorredor que protege el ACP San Juan Bautista es vital para facilitar el desplazamiento de organismos entre los bosques del río Madre de Dios y las zonas contiguas a la Reserva Nacional Tambopata, carretera Interoceánica de por medio”.

“No me voy a rendir, concluye el hombre de 64 años que se quebró al recordar sus padecimientos y temores. Vivir entre la espada y la pared, entre la destrucción sistemática de los bosques del Tambopata y  los sueños, es cosa de valientes. Nemesio es uno de ellos.

El aplicado maestro nacido en Ayacucho ha hecho bien su tarea. El futuro se lo agradece.

El corredor de Conservación Manu-Tambopata cuenta con dos Áreas de Conservación Privadas: ACP San Juan Bautista y ACP Boa Wadack Dari.
El corredor de Conservación Manu-Tambopata cuenta con dos Áreas de Conservación Privadas: ACP San Juan Bautista y ACP Boa Wadack Dari.

3/9/2108