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«No podemos desanimarnos ante el tamaño monstruoso de los problemas aún no resueltos, vamos a enfrentarlos», Marc Dourojeanni al recibir Premio Carlos Ponce

Mi opinión

Voy a mil, lamentablemente. Debo salir dentro de unos minutos hacia las selvas del Tambopata y no tengo mucho tiempo para comentar en estos momentos el sentido del premio Carlos Ponce del Prado 2018 entregado hace unos días al maestro Dourojeanni y la potencia de las palabras que el ilustre homenajeado dejó para la posteridad. Las suscribo todas: los tiempos no son los mejores pero solo el optimismo y el empecinamiento en un futuro a la medida de nuestros sueños deben primar sobre el derrotismo, la abulia y el desasosiego.

Gracias Marc por tanto…


El pasado 23 de agosto, en la ceremonia del Premio para la Conservación Carlos Ponce del Prado, el galardón en la categoría de Personalidad Ambiental fue entregado a Marc Dourojeanni. Lamentablemente, Marc no pudo estar presente y fueron sus hijos, Lucas y Diego, quienes recibieron este premio y  leyeron el emotivo discurso de su padre, que comparto a continuación.

«Carlos Ponce, a quien conocí en 1967, no fue tan solo mi colega. Él fue, asimismo, mi amigo, mi confidente, mi compadre y hasta mi representante legal. Él enviaba ramilletes de flores a mi esposa que siempre eran más bonitos y llegaban antes que los míos. El cuidó amorosamente de mi madre cuando vivíamos en el exterior. Hasta me escondió en su casa cuando los avatares de la política me convirtieron temporariamente en un perseguido. Compartimos la vida en el Perú, en Bélgica, en Estados Unidos y en los muchos lugares donde la suerte nos llevó.

Dicho de otro modo, yo preferiría mil veces no recibir un Premio Carlos Ponce y, en cambio, tener a Carlos Ponce, en persona, aquí, con nosotros, y poder darle un fuerte abrazo. Pero el destino quiso que en lugar de abrazar otra vez al gran amigo yo reciba una distinción con su nombre.

Quiero, en primer lugar, agradecer este homenaje. No particularmente porque crea que lo merezca, sino porque este evento anual es una linda expresión de la solidaridad de los peruanos que nos dedicamos a asegurar que el futuro sea mejor, cuidando de nuestro maltratado patrimonio natural. Es un importante estímulo para nuestros héroes de tantas batallas dadas en bosques, mares, desiertos y montañas y; asimismo, para los que luchan por lo mismo desde las trincheras de la academia, de la ciencia y, especialmente, de la administración pública y de la política… de la política con mayúscula.

Por eso quiero felicitar muy de veras a todos los ganadores de los premios recibidos esta noche. Los premios no solo deben ser recompensas para los que ya hicieron… sino que, muy especialmente, deben ser estímulos, acicates para los que comienzan. Por eso valoro tanto el premio “Joven Profesional Destacado”, con la esperanza de que ganen muchos más y, claro, doy mucha importancia a los premios a los guardaparques, que mejor y más que todos, son la punta de lanza del ambientalismo combatiente, en el campo. Ha sido una gran idea haber adicionado, este año, la categoría “Guardaparque Ilustre”.

Desde siempre entendimos la importancia de esos estímulos, especialmente en una línea de actividad humana tan poco reconocida y comprendida, y tan mal retribuida como la nuestra. El reconocimiento público de los esfuerzos notables puede ser más estimulante para mantener la vocación de servicio que la misma remuneración, que en nuestra área nunca es grande.

Por eso, cuando éramos responsables del subsector forestal en la década de 1970, creamos el Diploma al Mérito Forestal para premiar los esfuerzos más destacados de los ciudadanos y de los funcionarios para conservar y usar bien los recursos forestales. Luego, cuando con Carlos Ponce y Manuel Ríos creamos en 1984 la Fundación Peruana para la Conservación de la Naturaleza (Pronaturaleza) tuvimos mucho cuidado en establecer, asimismo, el Premio Koepcke al Periodismo Ambiental Nacional, en homenaje a la famosa ornitóloga María Koepcke. La primera ganadora fue la recordada Bárbara d’Achille.

Considerábamos esencial estimular el periodismo ambiental como opción para crear conciencia pública. También dimos los primeros pasos para crear el Premio Árbol de la Quina, un poco en el estilo del Premio hoy aquí otorgado. Pero no conseguimos los recursos. Felizmente, la idea y el nombre fueron muchos años más tarde aplicados como condecoración del Ministerio del Ambiente.

Creo que soy uno de los pocos aún activo entre los antiguos en el tema de la conservación de la naturaleza en el Perú. De los precursores del ambientalismo actuante de la década de 1960 sólo nos acompañan hasta hoy Flavio Bazán y Paul Pierret. Se nos fueron todos los demás, como Salomón Vílchez, Joseph Tosi y Rudolf Hofmann e, inclusive los que comenzaron un poco más tarde y eran más jóvenes, como Carlos Ponce. También han sido enormes las pérdidas de los que se incorporaron a la lucha en la década de 1970, como Antonio Brack, Bárbara d´Achille y Pekka Soini… Si, la vida pasa rápidamente y, con frecuencia, se lleva primero a los más brillantes. Dios mediante, muchos aún nos acompañan y algunos de ellos, como Manuel Ríos, Jorge Caillaux y Pedro Vásquez, han sido justamente premiados en este mismo evento en sus versiones anteriores.

Pero, el hecho de ser viejo me permite darles hoy un mensaje optimista. Recuerden, por favor, que hace apenas 55 años el Perú no tenía parques ni guardaparques, no existía legislación ambiental ni sobre áreas protegidas, no había profesionales calificados, no existía nada parecido al derecho ambiental, no había periodismo ambiental, no existía ninguna institucionalidad ambiental, el público mal sabía lo que era el ambiente y no había ningún acceso a alguna influencia política.

Hoy contamos con 20 millones de hectáreas protegidas; tenemos una institucionalidad ambiental compleja, hasta con ministerio propio y decenas de instituciones asociadas a temas ambientales en ese y otros sectores; disponemos de una frondosa legislación ambiental, un ministerio público y un judiciario preocupados con el tema; tenemos numerosas organizaciones no gubernamentales de accionar efectivo y hasta un mecanismo financiero; un periodismo crecientemente atento a los problemas ambientales y, hasta podemos citar algunos pocos políticos conscientes. Y tenemos miles de profesionales, inclusive muchos doctores, especializados en temas ambientales.

A mediados de los años 1960 los estudiantes de La Molina hacían manifestaciones ante el rectorado protestando por el “malgasto de dinero” usado para estudiar y conservar lagartos en el Manu. Hoy, no solamente hay decenas de miles de estudiantes universitarios estudiando algún tema ambiental, sino que los mismos estudiantes de La Molina hacen manifestaciones para proteger los árboles de sus avenidas.

Es decir que no podemos desanimarnos ante el tamaño monstruoso de los problemas aún no resueltos. Vamos a enfrentarlos. Mejor dicho,ustedes van a enfrentarlos y luchar por resolverlos. Digo bien luchar, pues lamentablemente nuestra capacidad para resolver los problemas ambientales nacionales es y siempre será limitada por otras necesidades humanas y especialmente por la falta de educación … la misma falta de educación que estimula la corrupción, que no nos permite disponer de buenos gobernantes y que nos hace una nación dominada por la informalidad. Eso no es nada nuevo. Nuestro desarrollo nacional depende de la educación.

Pero, a pesar de que nuestra batalla es desigual y –no seamos ilusos– está condenada a no tener todo el éxito esperado o deseable, debemos entrar en el combate como si fuéramos a vencer. Escogimos ese campo de batalla en la guerra por el desarrollo sostenible del Perú y, esa es la vida a la que nos comprometimos.  Entonces celebremos cada triunfo grande o pequeño, estudiemos nuestras derrotas, y sigamos adelante. La lucha fortifica, tonifica, anima.

La lucha por nuestro ideal, es decir para asegurar un futuro mejor para todos, vale la pena. Esa lucha es la que hace nuestra vida plena e interesante y, especialmente, es la hace que nos sintamos verdaderamente útiles.

¡Muchas gracias!»

30/8/2018

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