[SOS] La trágica extinción de un pueblo indígena en contacto inicial en la Amazonía
La noticia la propaló el diario La República hace unos días basándose en los reportes del Ministerio de Cultura: cuatro miembros de una familia mastanahua en contacto inicial habían sido asesinados el 13 noviembre pasado por un grupo de indígenas no contactados en los predios de la comunidad nativa de Santa Rey, en la provincia de Purús, en Ucayali y sus cuerpos, tres semanas y media después, se podrían en una oscura dependencia local sin que fiscal alguno o autoridad competente dispusiera el levantamiento de los cadáveres que exige la ley. Tremendo, lo comenté en mis redes sociales, cuánta negligencia y desprecio por los pueblos indígenas de la Amazonía de nuestro país.
El caso es controversial y pone en tela de juicio las políticas que tiene el Estado peruano para hacer frente al problema de las Poblaciones Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial, los PIACI en la verborrea de cierto indigenismo siglo XXI, lo acaba de mencionar el antropólogo Luis Felipe Torres en un completo reportaje publicado en el portal Ojo Público que comparto con ustedes. El trasfondo de la historia es dramático, se los refiero al vuelo: la familia mastanahua, un grupo indígena de la familia pano, al parecer un hombre, sus dos mujeres y su suegra que vivían desde hace unos veinte años en las cercanías un asentamiento indígena en evidente contacto inicial, fue flechada por un grupo de panos, o tal vez mashco piros en aislamiento, no se sabe muy bien, los informes del Ministerio de Cultura son muy escuetos al respecto, en lo que podría haber sido un capítulo más de una guerra interétnica de las tantas que han jaloneado -y jalonan- la historia de la exultante Amazonía.
Claro, con el agravante, dice Torres, del ingreso a la mala en esas alejadas porciones del territorio peruano de nuevos y desdeñables actores sociales: por un lado, narcotraficantes y agricultores dedicados al cultivo de la coca, los mismos que se enseñorean en casi todas las áreas naturales protegidas de la selva imponiendo sus leyes; por otro, misioneros cristianos de una secta religiosa transnacional decidida a evangelizar a los indígenas a toda costa, sálvense quien pueda. Y todo esto con la complicidad bicentenaria de un Estado cuando no ausente, ineficaz ciento por ciento. Ojalá que el nuevo ministro, un señor muy interesado en la promoción de la lectura y en aprobar en tiempo récord un memorial en homenaje los muchachos muertos en las marchas contra el gobierno de facto en el LUM, se apure en dar solución a un problema antiguo que viene siendo abordado entre bambalinas, sin mayores apuros pese a los muertos y los abusos contra los derechos humanos de miles de peruanos atrapados entre dos épocas de la historia de la humanidad.
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