Luis G. Lumbreras: «Cusco inca, la alternativa al mono turismo de Machu Picchu»

Mi opinión

Entrevista a Luis Guillermo Lumbreras.
Arqueólogo, ex director del Instituto Nacional de Cultura del Perú.


¿Qué nos puede decir respecto a la gestión de la conservación de Machu Picchu?
Machu Picchu es una suerte de Taj Mahal. Una suerte de santuario exclusivo y hay el peligro de que sea fácilmente destruido, si quienes van a visitarlo no tienen los elementos que permitan controlar sus entusiasmos, por decirlo de alguna manera: la gente corre en Machu Picchu; los niños suben las escaleras con botas, que es lo que se usa ahora para visitar estos lugares, etc. Machu Picchu fue preparado para todo lo contrario; es decir, muy poca gente, normalmente descalza o con sandalias muy suaves. El cálculo que nosotros tenemos registrado es de 400 personas viviendo allí. Y no de un tráfico diario.

Es pues una especie de catedral: poca gente al servicio de un culto, no requería multitudes. Además con una situación muy particular, la mayor parte de las comunicaciones, son en base a escaleras, y estas no están sementadas, no están adheridas unas con otras, sino que están colocadas sobre la tierra, en condiciones por las cuales la humedad y la lluvia las hace poco resistentes comparadas con el cemento y el ladrillo. Esto genera una situación muy particular. Machu Picchu es un punto de convocatoria mundial sin duda, y de convocatoria nacional, puesto que las estadísticas nos informan que los que más lo visitan somos los peruanos, cosa que es muy importante saberlo. Entre el 60 y el 70 por ciento de visitantes son peruanos.

¿Esos datos son provenientes del INC?
Sí. Pero además se toma en cuenta solamente a los que pagan la entrada. También hay que aclarar una cosa. La imagen que se tiene es que el turismo es financiado por visitantes de afuera. No. Esa es la esfera que cubre la demanda del comercio exterior, pero la gran movilización de recursos turísticos es nacional, y eso ocurre en el Perú, en España y en todos lados. Las multitudes que viajan a los sitios mexicanos son mexicanas; las multitudes que viajan a Granada y otros lugares de España, son españoles. Y además se aprovechan las festividades de modo que hay períodos de concentración máxima. Por supuesto que hay un porcentaje importante de visitas extranjeras, que nos interesa a nosotros porque son ingreso de divisas, una excelente forma de captar recursos para el país. Pero en términos de Machu Picchu mismo, en términos del servicio que ofrece, es importante saber que el consumo mayor es de peruanos. Cusco es la Meca de todos los peruanos, desde que son niños. Cuando se quiere hacer una excursión de colegio exitosa e importante, los niños escogen Machu Pichu y Cusco como el ideal. Entonces tenemos que gran parte de los mercados locales se satisfacen con ellos; los hospedajes semi-domésticos se satisfacen con ellos.

Evidentemente, situaciones como ésta tienen que ser vistas desde dos lados. Desde el lado económico, los beneficios que representa para el Cusco y para el Instituto Nacional de Cultura, el movimiento que esto implica de restaurantes, artesanos, hoteles, etc. Pero por otro lado está el tema de la conservación.

¿Cómo es que concibe la actual política de protección al Santuario?
Yo he sido partícipe de una de las consignas de impedir al máximo que vaya mucha gente a Machu Picchu. Mil personas en Machu Picchu es una multitud, se calcula sin embargo que en un día puede haber cinco mil, pensando que los cinco mil no están en un solo momento del día, en un lugar hecho para 400 personas, en condiciones totalmente diferentes, y además considerando que el sitio está en ruinas, que no está habilitado para estar funcionado. Está habilitado para ser visto, es una especie de gran museo vivo, y eso hace que nosotros tratemos de establecer pautas, como por ejemplo, la capacidad de carga que tiene un sitio, es decir cuántas personas juntas pueden estar en el sitio, sin ocasionar perjuicios.

¿Cómo es que ha determinado esa capacidad de carga?
Se hace mediante una fórmula relativamente simple. Se calcula mediante la concentración de gente en los sitios, en especial en los cuatro o cinco más famosos, como el torreón, por ejemplo, los que son considerados de uso intensivo. Estos sitios pueden soportar a unas 40 personas, pero esas 40 personas ya resultan una multitud en el torreón, pues hay el peligro que al moverse o apoyarse puedan empujar piedras. Por tanto, lo soportable para el torreón, que es un espacio de 3 por 4 metros, es digamos unas 20 personas, si van 50 el sitio sufre. Hay momentos en que se concentran 200 o 300 para llegar a este lugar, o para subir las escaleras a la parte alta, que es una cosa muy bella, y por eso que se restringe las entradas al torreón mismo, pues de lo contrario se destrozaría en poco tiempo. Entonces, uno de los aspectos es la tasa de afluencia y confluencia por sitio. Hay escaleras, que si por ellas suben cinco personas por vez, dos lado a lado, rápidamente se mueven y se sueltan, sobre todo si se suben corriendo y con botas. Por tanto la situación es de cuidado, y por eso se ha diseñado una política de vigilancia, que es relativa, porque el que está en Machu Picchu quiere libertad, quiere moverse, y los vigilantes se convierten en personajes odiosos, especialmente para los niños, porque les tocan el pito, no los dejan subir o pasar por algunos lugares, además de la señalización, que tampoco funciona del todo. Sin embargo diría que los últimos cinco años se ha venido controlando todo esto. Una manera de control mayor, es el impedir que vayan más de 1500, 2000 ó 3000 personas en un día. Tres mil personas a lo largo de un día no son muchas, es más o menos unas 1500 personas por vez que están allí moviéndose. Pero hay momentos en los que Machu Picchu está saturado, uno va al sitio y lo que ve son cantidades de visitantes que incluso se impiden unos a otros tomar fotos. Una de las maneras de resolver esto es controlar el acceso al sitio, y por eso es que se ha impedido sistemáticamente que se hagan carreteras.

Los representantes del sector turismo opinan que Machu Picchu está muy mal gestionado. Que hay una máquina que está malograda, que hay una mafia que hace lo que quiere con el ingreso de visitantes al Santuario (mediante el sistema de “carrusel” de las entradas, por ejemplo), y que en algunas oportunidades puede haber más de cinco mil al día, no porque el sector turismo lo exija, sino porque no se controla ni se gestiona esta “joya de la corona”. ¿Qué puede decirnos al respecto? Y por otro lado ponen ejemplos como los de las pirámides de Egipto y El Alhambra, dónde uno puede inclusive comprar un tiquete por teléfono, pagarlo con su tarjeta de crédito, y al visitante se le dice que su recorrido es de tal a cual hora, y si no está puntual pierde la visita. Se dice que no hay orden ¿por qué pasa esto?
Eso es posible en el Alhambra, pues solo hay dos puntos, por donde uno puede entrar y salir, no hay otra forma. En el Taj Mahal es un poquito más complicado, pero también hay posibilidad de control. Pero en Machu Picchu hay siete puntos por los cuales se puede entrar….

Pero oficialmente hay una sola puerta de acceso…
Oficialmente solo hay una que está donde termina la carretera, y la otra es la que viene del camino inca, por la parte de arriba. Pero la gente ha descubierto que no hay un solo camino inca, que hay muchas rutas; por ejemplo, si usted quiere irse hasta Mandorpampa, cruza el río y luego sube; si usted quiere bajarse en el kilómetro 108, o algo así, pasa por Kusichaca y sube por la entrada de Huayllabamba, que es la vía tradicional hacia el camino Inca, y además la más difícil. Pero si usted se va por Santa Teresa, también puede entrar; si va por Hidroeléctrica, también puede. Si le construyen el puente tiene entrada simple y hasta allí llega carretera, de modo que desde allí el flujo existe. No es que sean multitudes, pero llegan unas 50 personas más o menos; imagínese cómo sería con la carretera.

Y en cuanto esas mafias, sí existen, y esos carruseles sí existen, pero es difícil para un funcionario percibirlos, a menos que hayan denuncias, que no las hay con frecuencia. Es muy difícil controlar, porque son personas que manejan redes….

Pero, ¿por qué no hay un sistema, una máquina que evite eso?
Los tiquetes a Machu Picchu, están vendidos normalmente con seis meses de anticipación.

Sí, pero uno tiene que ir hasta la puerta del santuario para recibir su tiquete…
Sí, es verdad, eso está muy mal. En realidad el peatón común y corriente, tiene que ir hasta la puerta, pero en general, los que tratan de capturar grandes volúmenes de tiquetes son las grandes agencias de turismo, ellos además, compran por épocas y son los que manejan gran parte de este sistema. Quienes conocen muy claramente el sistema, yo he conversado con algunos de ellos, son los llamados porteadores, que es el sector más explotado de toda esta red que funciona allá.

¿Cómo resolver esta situación? ¿Cómo hacer más rentable Machu Picchu? ¿Hay algún modelo a seguir?
Es difícil tener un modelo, porque no hay nada equivalente en otras partes del mundo. Lo más parecido es el quizás el Taj Mahal, el Alhambra no, porque es un gran edificio, un gran palacio, es mucho más fácil controlar el flujo. Creo que las deficiencias en Machu Picchu se derivan de cómo manejar el control del flujo de ingreso. Lamentablemente allí hay corrupción en los sectores operativos, eso es lamentable. Hay personas que pueden incluso conseguir boletos en épocas restringidas simplemente pagando un poco más.

¿Qué propondría para controlar este problema en concreto?
Cuando yo era Director, pensamos en tres alternativas:
1) Una especie de tren eléctrico muy rápido que iría por tierra, pues el problema de Machu Picchu es que si se hace por aire, es muy serio el peligro de contaminación de todo el sistema ecológico, y que además se malogra la vista del sitio, pues perdería su característica más bien natural. Es uno de los pocos sitios, que posee esta belleza salvaje, porque no es una belleza hecha por el ser humano, está allí por obra de la naturaleza. Aparte de que un teleférico, generaría, por los puntos de conexión, destrucciones impresionantes del bosque.
2) Por tanto la alternativa era el funicular, que iría casi en la misma dirección, pero sin todos estos peligros. Aunque más costoso, tendría la gran ventaja de permitir saber cuánta gente está entrando al sitio, o sea de controlar el volumen de visitantes.
3) La otra era desarrollar un sistema de mayor control; de mayor y mejor manejo del Camino Inca. Este camino, es casi una novedad de los últimos 10 años, antes eran escasas las personas que iban por él, y ahora se convertido en una zona de mucho tránsito y muy peligrosa, no solo porque la gente pueda caerse, sino porque hay situaciones conflictivas, delincuenciales, fuertes que requieren de un mayor cuidado, un tratamiento muy particular del tema, porque en este momento hay como 500 a 1000 personas que transitan por él. De modo que el control del volumen de gente que ingresa va a ser muy complicado.

¿Cuál es el problema con que los helicópteros lleguen, por ejemplo, hasta la pampa de Mandor, que está como a 8 km? ¿Habría algún daño para el santuario?
El problema es ecológico fundamentalmente, el santuario aloja una gran cantidad de reptiles, aves y una flora riquísima, que forman toda una cadena. La vibración del aparato haría mucho daño a una serie de especies. Lamentablemente tiene una carga de decibeles muy alta, especialmente en los momentos que se eleva y desciende, pues tiene un sistema de vibración que mueve piedras entre otras cosas, o sea que no solo tiene un efecto sobre la fauna y la flora, sino también sobre el sitio mismo. Otra cosa sería que fuera por Mandorpampa, de donde los turistas podrían bajar, solo que de Mandorpampa hacia Machu Picchu hay que hacer el camino que hizo Bingham y que es bastante pesado.

En ese sentido, Dr. Lumbreras, estoy a favor total de que se proteja Machu Picchu, pero no solo con medidas negativas, como “no a los helicópteros”, sino con medidas positivas. Al respecto, ¿qué se ha hecho a favor de la protección a las orquídeas y al oso de anteojos? ¿Cómo se protege la flora y la fauna en general de la zona? ¿Qué es lo que se cuida?

Mire, de algún modo, las medidas recientes de los 15 últimos años, ha permitido por ejemplo el retorno del so de anteojos. Ya no se veían osos, ahora ya se ven, a eso de las cinco de la tarde comienzan a aparecer, y también hay un repoblamiento de vizcachas, y desde luego que se ha recapturado el crecimiento de las orquídeas. Pero no ha habido una política suficientemente agresiva al respecto.

Ni siquiera hay orquidearios…
No hay. Hay uno al lado del museo, pero es tan chico que es poco significativo. El INRENA estuvo trabajando un proyecto en relación a esto, y lo que hizo también fue tratar de averiguar cuál era los efectos del helicóptero.

¿Cómo resolvemos esta contradicción entre conservación y turismo?
Creo que una de las cosas que hay que acostumbrarse a pensar, es en un turismo sin exceso. Hay que evitar la mentalidad mercantilista, para la que lo único importante es cuánta plata ingresa, y no como se enriquece con la experiencia la gente que viene, cómo se comporta el país con los visitantes, etc. En relación con esto, la situación puede ser dramática. Hay mucha gente que viene al Perú y que se lamenta de haber venido, ¿por qué? Porque hay poca capacidad de recepción; a menos que sean de cuatro o cinco estrellas (que benefician solo a los grupos privilegiados, que no son la mayoría), los hoteles no siempre cumplen con las condiciones necesarias. Si se sale de la esfera de esos hoteles, o de los de tres estrella, uno cierra la posibilidad de incorporar adecuadamente al turismo.

Pues sí hay investigaciones nuevas, y sitios maravillosos. Yo realmente, entre Tipón y Machu Picchu, me pongo a pensar cual escogería como belleza. Posiblemente Machu Picchu al final, pero Tipón es una cosa impresionante y está a una hora del Cusco, y alrededor de Cusco hay una cantidad extraordinaria de novedades, producto de investigaciones, de excavaciones. El mismo Sacsayhuamán no estaba como lo vemos ahora, es parte de un proceso muy largo, muy lento. Pero sin embargo, no se hace lo suficiente, eso es cierto. Ahora, hay problemas. A nosotros nos costó muchísimo lograr que la casa de Pachuquetec se dejara tal cual, y se preservase como monumento arquitectónico incaico. Estaba debajo de un cuartel. Se logró recuperarlo, pero costó muchísimo. Incluso la opinión pública es más favorable a las casonas. Mire usted, debajo del llamado templo colonial de Santo Domingo, están las ruinas del Qoricancha el templo mayor del Cusco. Con el terremoto del 50 ese edificio se cayó, el arquitecto Ladrón de Guevara lo restauró y restituyó, mientras varios de nosotros nos opusimos. Eso podríamos convertirlo en algo como, por ejemplo, el templo mayor de México. El Qoricancha está abajo, enterito, pero está tapado, cubierto, porque la gente ha preferido tener el templo cristiano. Con el Cusicancha ocurrió lo mismo. Para qué, decía la gente, si eso debía convertirse en una casa colonial más. Ahora mismo en el Cusco se están haciendo hoteles y cavan varios metros por debajo de las pistas, y allí están los vestigios, casas, templos de la época inca y de la época anterior, que son muy vistosos y valiosos. Si uno quisiera convertir el Cusco en un lugar con más atractivos, bastaría con recuperar unos cuantos de estos, haciendo todas las obras que se necesiten hacer para su habilitación y servicios. Pero hay cosas muy valiosas que se están dejando de hacer.

¿Y por qué se están dejando de hacer?
Creo que tenemos una política facilista incluso en el sector turismo, Machu Picchu no es el resultado de una vocación turística…

¿De un plan turístico?
¡Para nada! Sin embargo Machu Picchu es el primer lugar que se vendió turísticamente en el extranjero a raíz del National Geographic que financió los trabajos de Hiram Bingham, como se sabe. Pero aparte de esto, el presidente Prado, por ejemplo, el año 40, ya declaró la necesidad de realzar esto, y se comenzó a difundir y divulgar Machu Picchu a nivel mundial. Machu Picchu es célebre no solo como resultado de su belleza y sus valores intrínsecos, sino también de todo el aparato publicitario que lo rodeó, a tal grado, que cuando alguien dice “Vengo del Perú”, le responden “¡Ah, Machu Picchu!”: nos tipifican por este lugar. Es igual con Egipto: son las Pirámides las que lo identifican. Pero qué más hay allí, no se sabe mucho. Esto ocurre con Machu Picchu, es un ícono que nosotros hemos construido, pero es necesario generar obviamente alternativas, y Cusco tiene suficiente material para eso. Creo que el desastre reciente nos puede ayudar en ese sentido.

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