A veces toca escribir con los dientes apretados y a toda prisa. El día de ayer, en Pucallpa, en la comunidad intercultural Victoria Gracia donde vivía, Olivia Arévalo Lomas, la conocida maestra shipibo conibo, fue asesinada a mansalva por un sicario que le disparó cinco tiros a quemarropa antes de huir.
Su muerte ha conmocionado al movimiento indígena de todo el mundo y representa un baldón para nuestro país y nuestros gobernantes, incapaces los últimos de dar con los culpables del crimen de Edwin Chota y sus acompañantes en la comunidad de Saweto, también en Ucayali, hace tres años y medio y del asesinato de José Napoleón Tarrillo, comunero de la comunidad campesina de Santa Catalina de Chongoyape, suceso acaecido en enero de este año.
Todos, hechos vinculados a la ocupación a mansalva de las tierras indígenas y a la defensa del territorio por parte de sus verdaderos dueños.
Mientras preparo estas notas apuradas y tristes, Cecilio Soria, periodista shipibo con residencia en Pucallpa, denuncia en su cuenta de Facebook las amenazas de muerte recibidas hace pocas horas por los dirigentes Magdalena Flórez y Bernardo Murayami, de la comunidad intercultural Nueva Era, también en las proximidades de la capital de Ucayali.
La impunidad y el desamparo total. Es necesario poner fin inmediatamente a tanta barbarie y restablecer el orden y la tranquilidad en los territorios indígenas. No hay mucho más que decir por ahora.