Hace unos meses, camino a las breñas del Ausangate, pasé por la localidad de Checacupe, una pequeña población detenida en el tiempo que guarda entre sus pliegues más visibles ciertos detalles imborrables de la gesta de José Gabriel Túpac Amaru, el indómito rebelde de Surimana, Tinta y Tungasuca.
Uno de ellos, el maravilloso repujado de su templo barroco, de su impresionante y muy bella iglesia de indios que en un siglo de encuentros y desencuentros supo convocar los miedos y el respeto de una feligresía que a pesar de hablar la lengua de los incas debía escuchar enrevesados sermones en un latín venido de allende los mares…
El barroco cusqueño, una versión antojadiza y telúrica, del barroco europeo, se expresa en la iglesia de Checacupe con todo el peso de su carga ideológica, con la misma fuerza de esa fe que los creyentes decimonónicos en guerra a muerte contra las idolatrías mantuvieron viva en medio de los Andes. Estoy seguro que la iglesia de Checacupe, fuera de la Ruta del Barroco que promueven los jesuitas en la provincia cusqueña de Quispicanchi, tiene la magnificencia de los templos de Canincunca, Huaro y Andahuaylillas que acaba de recorrer Mario Vargas Llosa y comenta en el lindo artículo que recojo del suplemento dominical de La República.
Como lo apunté en mis cuadernos de viaje el decorado de ese templo colonial “habla” de un enemigo superior al que había que derrotar en nombre de los evangelios traídos por los conquistadores. Por eso la fastuosidad del recinto. En Checacupe las paredes, los techos, el púlpito, al altar, los relicarios, hasta la pila bautismal, todos los elementos de ese templo barroco del siglo XVI levantado sobre las piedras de un palacio imperial, dejan traslucir la importancia que tenía para los curas doctrineros una iglesia en esa frontera, en ese fin del mundo poblado por indios empecinados en resistir la avanzada cultural.
Lo dice con mejores luces el Nobel “como Jerusalén, Roma, el Cairo o México, en el Cusco el pasado forma parte esencial del presente y a menudo lo remplaza con la irresistible presencia de la historia”. Linda semblanza sobre una ruta cultural y una ciudad emblema.