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Reportan presencia de vigorosa bandada de flamencos en Pantanos de Villa

He sido villano y por mucho tiempo: lo he contado por aquí muchas veces. Desde el 94, por lo menos, hasta hace unos años, mi refugio limeño estuvo en Villa, frente al mar y al lado de los últimos cuerpos de agua de lo que alguna vez fue el humedal más importante del departamento que cobija a la metrópoli más poblada de este lado del Pacífico.

De allí que celebro la noticia que reproduce La República – tomando como referencia, casi literalmente, una nota de prensa de Prohvilla, la autoridad encargada del área natural protegida- sobre la presencia de una nutrida bandada de flamencos en el Refugio de Vida Silvestre Pantanos de Villa. Lo que me parece un tanto exagerado es que el suceso esté relacionado, como dice el suelto periodístico, al “paulatino éxito en las políticas de conservación y mantenimiento de los ecosistemas en la capital”.

Vamos, no hay que pecar de triunfalistas: los ecosistemas de la tantas veces maltratada villa –me refiero esta vez a Lima- siguen estando a la buena de dios, abandonados a la mala por sus propios habitantes a pesar de la lucha de ciertos colectivos sociales por su preservación y adecuada gestión.

Hay que poner las cosas en su sitio. En materia de conservación de la flora y fauna capitalina y de los ecosistemas que las cobijan estamos hasta la cangallas.

Que ha habido avances: siempre los hay. Uno de ellos, la aprobación del expediente técnico del Área de Conservación Regional (ACR) Sistema de Lomas de Lima a solicitud –ahora sí al César lo que es del César- de la Municipalidad de Lima (DS 011-2019-MINAM). Otro: el hallazgo, estudios científicos de por medio, cito otra vez a la oficina de prensa de la muni, del primer caso de albinismo en un ejemplar de poronccoy o cuy silvestre (Cabia tschudii) en el mismo humedal chorrillano.

Pueda ser que me equivoque y que no esté al tanto de los avances que se vienen dando en materia de gestión ambiental en la metrópoli. Me excuso de forma anticipada: sucede que hace mucho vivo fuera de Lima. Y que, en el caso de mi antiguo barrio, mi matatonismo tiene ver con un hecho concluyente: aún no me recupero de la conversión de la berma central de la avenida Prolongación Defensores del Morro (ex Av. Huaylas) a su paso por los pantanos en un típico jardín samborjino poblado de infinitos farolitos colonial-republicanos y luz como cancha (ingeniosa obra gestada por el anterior alcalde de Chorrillos, Miyashiro padre, en medio de un humedal RAMSAR con el visto bueno, por omisión, del Sernanp y casi todos los limeños).

Y eso que no digo nada del absoluto silencio de esos mismos vecinos ante a la cotidiana presencia en Villa de dos elefantes blancos repletos de harto cemento y toneladas de oprobio: el alguna vez cuestionado edificio de la fábrica Lucchetti (el caso está consignado hasta en Wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Lucchetti) y el llamado Centro de Interpretación de los Pantanos de Villa, obra interrumpida hasta donde se supo por no contar con el permiso de la autoridad municipal local.

En fin, larga vida a los flamencos de los Pantanos de Villa. La última vez que los vi en el humedal de mi ex barrio anoté en una de mis libretas de campo: “En la laguna artificial, individuo solitario. Pequeño y menos plumaje blanco, en apariencia, que todos los registrados anteriormente, 21 de junio 1998”.