Vinicunca: la Montaña de Colores del Ausangate en peligro
No todo lo que brilla es oro. A la cordillera del Ausangate, Cusco, el turismo llegó y llegó feo, a la mala, sin planificación ni concierto, al yankempó; lógicamente los efectos de ese desarrollo espontáneo ya se empiezan a sentir.
En el 2016 el fotógrafo Arturo Bullard mostró imágenes de las pintas sobre una de la ladera de la mítica Montaña de Colores (o Rainbow Mountain como la promocionan jaladores y agencias en las calles del Cusco más turístico) que habían hecho los pobladoes locales y se hizo evidente la pulla entre las comunidades que se atribuían el derecho a cobrar un boleto por el ingreso a sus territorios.
No digo que esté mal el involucramiento de la gente en temas como éste, no; las necesidades económicas son inobjetables y el emprendurismo de los peruanos no está en tela de juicio. Solo, alineándome a lo que comentan entre líneas las dos periodistas de The New York Time que suscriben la nota que les dejo, advierto el peligro que supone para la perduración de un producto turístico (la trajinada sostenibilidad de los que todos hablan y parecen saber) el manejo a la brava del mismo.
En fin, antes de que empiezan a lanzar sus anatemas los opinólogos de ocasión, me atrevo a aconsejar a la academia (a la universidad sobre todo) y a los entendidos del negocio turístico lo siguiente: hagan un esfuerzo por analizar el fenómeno –repetido en El Ñuro, Piura y en otras localidades- para que los perjudicados no sean siempre los mimos. Turismo responsable, que le dicen. Nada más.