Jorge Vignati era esencialmente un hombre bueno, sin máculas, transparente. Un caballero andante, un gentil hombre extraviado -adrede- en las calles de Barranco. Cual Eguren contemporáneo, supo derrochar bonhomía y clase por donde le tocó andar. Fue un tipazo, Ya sea en el Juanito, el célebre bar de la avenida Grau, o en Huaraz, donde...Leer más