Mi opinión
Ubicado a pocas cuadras de la Plaza de Armas, subiendo por Saphi, el hotel de dieciocho habitaciones que fundara Talo Molinari se ha convertido ahora en un alojamiento asociado a El Albergue by Wendy Weeks, la marca que administra Joaquín Randall, de Ollantaytambo, en el Valle Sagrado de los Incas, una sociedad que ha potenciado su linaje.
La muchacha era hermosa, sutil y vivaz, un tunqui, una avecilla de vuelo rápido, fugaz, centellante, como un rayo iluminando la noche. Se llamaba Carmen del Prado y solía alojarse, cuando llegaba al Cusco, en casa del tío Talo, en Tambo de Montero, una calle empinada y llena de historia a un lado de la ciudad colonial. Esta mañana la he recordado, alegre y bullanguera, queriendo atrapar el tiempo con sus manos tiernas, con sus manos de artista, con sus manos de mujer-niña que ya no están…
En El Balcón de siempre
El Balcón no es un hotel cualquiera. No. El Balcón es un hito, una referencia obligada para los que nos enamoramos del Cusco, de sus fiestas, de sus contrastes, de sus gentes despreocupadas y brutalmente ajenas a las hostilidades del nuevo milenio y todas las pandemias que nos ha traído.
Un hotel jardín, con un balcón ingobernable y multitud de ventanitas desde donde se pueden ver las tejas de las casonas de siempre, la plaza de Armas y sus iglesias, el apu Ausangate, el barrio de San Blas y el resto de la ciudad. Un balcón hotel dispuesto a abrir sus puertas para acoger a quienes llegaron a la vieja capital de la audiencia colonial para llenarse de luces y ganas, muchas ganas, de seguir viviendo.
Ubicado a pocas cuadras de la Plaza de Armas, subiendo por Saphi, el hotel de dieciocho habitaciones que fundara Talo Molinari se ha convertido ahora en un alojamiento asociado a El Albergue by Wendy Weeks, la marca que administra Joaquín Randall, de Ollantaytambo, en el Valle Sagrado de los Incas, una sociedad que ha potenciado su linaje.
Lo comprobé hace unos días. El Balcón no ha perdido las formas ni el trato amable que caracterizó al hotel de los primeros años, cuando la casona cuya primera construcción data del lejanísimo 1630, solía albergar a los Arteta, a Mencía mamá, de vez en cuando a Gabriel Gallegos y siempre a los periodistas que entonces escribíamos en la revista Rumbos –Mariela Goyenechea, Walter Silvera, yo- y llegábamos al Cusco cargados de planes y rutas por cubrir.
Sus jardines siguen siendo primorosos; sus balaustradas, de maderas antiguas y fuertes, continúan esperando a los viajeros para invitarlos al reposo; las sombras de sus árboles nativos y sus balconcitos interiores, prosiguen su noble tarea de acariñar a los que tratan de evitar el sol duro de junio.
Sus sólidas bancas una invitación para leer un buen libro o esperar la caída del sol sobre los techos ocres de una ciudad que no deja de sorprendernos.
En la mesa de El Balcón
En el comedor del renovado El Balcón reinan ahora los potajes preparados con los insumos de la huerta de El Albergue, en Ollantaytambo, tierra noble, labrada con exactitud desde el tiempo de los incas.
Mientras Cusco bailaba al ritmo de las bandas y las comparsas de este junio gélido e interminable, este cronista alborotaba sus papilas gustativas con dos platillos de campeonato: el Pastel de acelga presentado con una ensalada de la huerta que traía de todo (lechugas de todas las tallas, encurtidos de verduras: coliflor, zanahoria, rabanitos, bañados todos con una vinagreta saturada de vinagres balsámicos, aceites y sabores a hierbas aromáticas). Hummmm. Y el Spaguetti a la Putanesca salteada con insólitos ingredientes: col morada, achocchas (caigua para ser más claros), acelgas, aceitunas verdes y negras, zukkinis, zanahorias, tomates cherrys, ajíes amarillos y muchas cosillas más. Incluso unos trozos de chorizo picante que traían lo suyo…
En el principio fue el verbo
Recomiendo El Balcón por lo que fue y por lo que sigue siendo, un magnífico hotel que se ha especializado en tratar al turista como si este no hubiera dejado atrás la comodidad de su casa y el calorcito que brota siempre de la buena compañía. Así la pasé hace unos días: sintiéndome absolutamente cómodo, llenando mis pulmones con los aromas que despiden las cocinas de leños y la suave brisa que llega desde las montañas de esa sierra tan bronca y tan nuestra.
Sigue volando alto, eterna Carmencita, sigue sonriendo en la distancia…
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Tunqui: El Gallito de las rocas o Tunqui (Rupicola peruviana) es una de las aves más espectaculares del mundo. Su fantástico plumaje y colorido despliegue para cortejo se equiparan a las de cualquier ave del paraíso
El Balcón
Tambo De Montero, Cusco
+51 84 236738
+51 84 243843
+51 987297171
reservations@elalbergue.com
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