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De profesión, ranero

Mi opinión

Pajareros, raneros, buscadores de orquídeas, el Perú es un Edén para millones de aficionados a la naturaleza que viajan por los cinco continentes buscando conocer esa especie que les falta para ampliar su check list personal o simplemente para gozar con sus hallazgos y certezas. Una mina de oro para el turismo rural, ese que impacta tanto en las poblaciones más necesitadas de desarrollo de verdad de nuestro inmenso país. En el departamento de San Martín, lo dicen entendidos como Lluís Dalmau, viajero y empresario turístico afincado desde hace mucho en el oriente peruano, las condiciones están dadas para la explosión de este segmento de viajeros amigables y buena. Hay que seguir dándole duro al esfuerzo, nada más. Bienvenidos al Perú raneros del planeta Tierra…


Es de sobras conocido que el turismo de avistamiento de aves mueve a millones de personas cada año a nivel mundial. Y que el Perú es un país privilegiado en este sentido: solamente en el tramo que va de Tarapoto a Chachapoyas, de unos 300 kilómetros, hay más de 1,000 especies, el 10% del total mundial. Más de las que, por ejemplo, se encuentran en Estados Unidos, incluyendo Alaska y Hawaii.

Pero más allá del birdwatching, cada año visitan el Perú muchas personas que tienen su particular nicho de afición: destacan quizás tres grupos, los que buscan orquídeas, los “cazadores” de mariposas y los herpetólogos. Y tras ellos, vamos encontrando desde coleccionistas de escarabajos a cultivadores de cactus.

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Foto S. McNulty

Pero regresemos a los herpetólogos, una palabra que seguramente no nos suena muy familiar. La herpetología cubre el estudio de anfibios y reptiles, un campo bastante amplio. En Discovery Channel podemos ver infinidad de programas donde un supuesto naturalista agarra una serpiente mientras nos dice que eso no hay que hacerlo. O acecha a un cocodrilo que solamente quiere tostarse al sol. En Perú andamos muy bien servidos de reptiles, pero si por algo destacamos también a nivel mundial es por los anfibios, y más concretamente por las coloridas ranas dardo, en inglés poison dart frogs y a nivel científico, dendrobates.

Todos los dendrobátidos habitan en el trópico americano y son especialmente abundantes entre Panamá y Perú, extendiéndose hacia el este a las Guayanas. Su veneno está en la piel y es un arma defensiva, no lo usan para cazar. Presentan una coloración aposemática, eso significa que, en lugar de querer pasar desapercibidos, como es habitual en la mayoría de anfibios, pretenden lo contrario: tratan de dejar bien claro a posibles depredadores que es mejor no acercarse, mediante su fascinante combinación de colores brillantes y llamativos.

La mayor parte de “raneros” que nos visitan se concentran en San Martín, Loreto y el norte de Cajamarca, aunque otras zonas menos exploradas como Tingo María o el Sira cuentan con gran potencial. El perfil del “ranero” es bastante distinto al del birdwatcher. Normalmente de un segmento de edad más joven, ya que en esta actividad hay que embarrarse más, suelen proceder de Alemania, Holanda y países vecinos, aunque también llegan desde Japón o Estados Unidos. Y la casi totalidad de ellos tienen terrarios en sus casas, donde crían estas especies en pequeños microhábitats de clima tropical.

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En Perú, Pumarinri Lodge organiza tours para la observación de dendrobates, que van desde cuatro días a dos semanas. El mismo Pumarinri cuenta con una ubicación privilegiada, ya que a pocos metros de sus cabañas se pueden observar distintas especies de estas pequeñas joyas

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Dendrobates variabilis

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