Mi opinión
Hace unas semanas les contamos por aquí la historia de la científica peruana Ruthmery Pillco y Ukuku, la perrita que la ayuda a recoger las heces de los osos de anteojos del Manu, una especie clave para la sobrevivencia de los bosques nubosos del distrito de Kosñipata, en el oriente del Cusco. Analizando al detalle los excrementos de los osos que se desplazan por las yungas cusqueñas la ciencia ha empezado a dilucidar aspectos claves del comportamiento del único úrsido sudamericano, lo que podría salvar a la elusiva especie de la extinción. La que les traemos ahora es igual de luminosa: guardaparques e investigadores, apoyados por los agricultores y una empresa privada, han logrado detener el inoportuno ingreso de los osos a las chacras de las comunidades campesinas sembrando aguaymanto, un producto de alta cotización en el mercado que, al no ser atractivo para los osos, aleja a estos de los campos de maíz que en temporadas de cosecha se habían convertido en un manjar apetitoso para los ucumaris. Con el esfuerzo de todos, la percepción de la gente con respecto a los osos de las partes altas del Parque Nacional del Manu mejora y al suceder esto las perspectivas de supervivencia para ellos se acrecientan. Buenísimo.
Tomado de El Comercio
“Los osos no te atacan. Si te ven, se hacen bolita y se van rodando. Ay, pero cómo les gusta comer, ahí es cuando tenemos problemas”, explica entre risas Emilio Aparicio. Desde hace más de 30 años cuida el Parque Nacional del Manu y su relación con los osos de anteojos (Tremarctos ornatus), pumas, venados y, especialmente con los varios cientos de especies de orquídeas que atiende con dedicación maternal, parece de complicidad. “¿Han visto la foto de mi gatito?”, dice y muestra con orgullo la imagen que logró captar de un escurridizo gato andino (Leopardus jacobita) que habita en la zona altoandina del emblemático refugio de biodiversidad cuya extensión equivale a seis veces Lima Metropolitana.
Emilio es uno de los siete guardaparques del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), del Ministerio del Ambiente, a cargo del puesto de vigilancia y control de Acjanaco, ubicado a 3.600 m.s.n.m., en la provincia cusqueña de Paucartambo. En esta zona, la más alta del Manu, los guardaparques se han convertido en mediadores entre las comunidades campesinas y la fauna silvestre. El oso de anteojos –y su apetito– es prueba de ello.
Hasta hace 10 años, este animal de hasta 200 kg de peso bajaba del bosque nublado, característico de esta zona del Manu en Cusco, para alimentarse de los cultivos y ganado de las comunidades del valle del Mapacho, en la zona de amortiguamiento del parque nacional. Sin saber cómo controlar el hambre del visitante indeseado, las comunidades quechuahablantes respondían con la caza furtiva. Aunque no hay datos exactos de esta práctica, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) estima que para el 2016 se mataban en promedio unos 180 osos al año en los Andes de Sudamérica. La especie permanece en situación de vulnerabilidad.
“Se comían el maíz y la gente nos venía a reclamar para que les pagáramos. Hasta que llegó el aguaymanto”, explica Emilio. La estrategia para salvar al también llamado oso andino tuvo en el dorado fruto silvestre su principal eje. Resulta que al oso no le gusta el aguaymanto y, aunque parezca simple, su cultivo creó una barrera natural para detenerlo. “Ahora esperamos que no quiera aprender a comer aguaymanto”, añade Emilio y se ríe otra vez.
Desde el 23 de abril del 2021, un Acuerdo de Conservación entre Sernamp, Amarumayu SAC (Grupo AJE) y la Asociación de Agroexportadores Ukumari Paucartambo favorece a 51 familias del valle del Mapacho, en Challabamba. En un área de 408 hectáreas se plantaron alrededor de 30.000 plantas de aguaymanto, fruto con el que se producen las bebidas Bio Amayu.
La entrada al Manu
Acjanaco es un puesto clave para el Manu no solo porque es la puerta de ingreso por Cusco al parque nacional, sino por ser el puente entre los Andes y la selva. Aquí se encuentra Tres Cruces, un mirador natural que, a 3.700 m.s.n.m., permite apreciar el amanecer sobre el mar de nubes que se forma entre las montañas y la transición hacia la Amazonía.
Este es apenas el inicio del Manu, la tercera área natural protegida más grande del país con una extensión de 1′716.295,22 hectáreas entre Cusco y Madre de Dios. Por su enorme biodiversidad fue la Unesco la que la declaró como la zona núcleo de la Reserva de Biosfera del Manu (1977) y como sitio de Patrimonio Natural de la Humanidad (1987)
Más allá de la riqueza natural, la guardaparque Yusara Mendoza asegura que el componente humano hace la diferencia. “No solamente cuidamos la biodiversidad, sino también la cultura de las comunidades campesinas e indígenas que habitan dentro y fuera del Manu. Esa relación es la que da el plus al parque”, sostiene.
Cultivar ese vínculo no ha sido fácil –el oso ha sido apenas una muestra de ello–, pero Emilio cree que la comunicación ha permitido que las comunidades entiendan que proteger el parque es proteger su propio legado. “Lo más importante que hemos hecho es que nos vean como amigos y no como ‘cuidadores de monos’”, indica. De todas formas, él se siente un cuidador, de animales y de personas.