Mis amigos izquierdistas -sobre todo los del grupo que sigue papando moscas y no acierta ni una- andan como locos con el tema de la crisis griega. Hasta hace un par de días nomás aplaudían a rabiar los arrebatos de Alexis Tsipras, primer ministro de Grecia, y la de toda su cohorte de tecnócratas enemigos de la eurozona, vencedores pírricos del referéndum del 5 julio.
Y cegados por la emoción, como suele pasarles cuando encuentran indicios suficientes para volver a anunciar la muerte del capitalismo, empezaron a decapitar, uno a uno, a todos los que se interponían entre sus razones jacobinas y la evidencia de los hechos que se iban cayendo de maduros.
La primera víctima de sus emociones y arrebatos fue el siempre polémico Vargas Llosa. Sucedió que el novio del año osó manifestarse en su columna semanal en contra de las tesis revolucionarias del líder de Syrisa y anunció, tarde que temprano, su capitulación. Esa que los diarios de todo el mundo acaban de propalar después de la arremetida en Bruselas de la Merkel y su súper ministro Marcel Fratzcher.
Por redes lo hicieron moco, alguno inclusive encontró motivaciones de alcoba (ayayay, Isabel Preysler, cuánto daño nos estás haciendo) en su repentina toma de posición. Olvidaban la antigua y terca militancia del más célebre de nuestros escritores en el más obstinado credo liberal.
La segunda cabeza que rodó fue la del diario La República. Metafóricamente hablando, digo. Su delito: haber reproducido el comentario donde el Nobel metía en un mismo saco, con exageración me parece, al griego Tsipras y a los sudamericanos Perón, Maduro, Correa, Evo y Ortega.
Uno de los opinólogos que más grita por las redes encontró en ese oscuro proceder la prueba que faltaba para demostrar la derechización del diario fundado por Gustavo Mohme.
Cálmense, muchachos, la verdad no tiene necesariamente el rostro de la niña de nuestros ojos. Y si es cierto que los medios que consumimos a granel sesgan la información para volverla inocua; reducir los problemas de Grecia a la insania de la troika (FMI, BM y FCE), resulta vano, pueril, exagerado. Grecia no es Nicaragua sin Somoza, ni la troika es el tiburón que busca y rebusca en las orillas del Mediterráneo griego (literal).
Miren si no lo que dice Savater de los griegos en una reciente entrevista para El Tiempo de Bogotá: “Grecia ha sido siempre un problema. Entró de malos modos a la Unión Europea: mientras que España estuvo once años preparándose y tuvo que hacer una serie de ejercicios económicos y democráticos, hasta que se nos admitió en le UE, Grecia entró escasamente en un par de años, con las cuentas económicas falsificadas y una serie de detalles que hacían temer que las cosas saldrían mal. Ha sido un país muy corrupto, en el que la gente no pagaba impuestos y se evadían grandes capitales de manera escandalosa. En fin, realmente, el panorama de Grecia a lo largo de los años ya era muy malo y ha llegado a una situación insostenible. Y Europa es una unión porque tiene unas normas de juego comunes que hay que aceptar y practicar y, claro, no se puede permitir el lujo de tener un jugador que juega con sus propias reglas y no con las de los demás, y además lo hace con el dinero de nosotros”.
Lo dejo allí, ojalá no se afanen en decapitar al filósofo de Amador. Cuidado con volver a confundirse y salir en defensa del Chapo Guzmán ahora que el capo de los capos de Sinaloa ha amenazado desde la clandestinidad con tirarse abajo a Donald Trump. No vaya a ser que conviertan al mafioso en una suerte de Pedro Navaja.
14/7/2015