Estoy casi convencido que el sol es más tenue, brilla menos, en los suburbios urbanos de las ciudades andinas tomadas por esa modernidad Lince que sabe más de edificios de tres pisos que de calles empinadas y casonas que guardan los recuerdos de otros tiempos.
En Cochabamba, hace unos meses, y ahora en el Cusco, las estrecheces propias de un bolsillo de caminante sin retorno, solo me dieron chance para alquilar una habitación sombría en un hotel para comerciantes de paso. De pobres, por decirlo de alguna manera, en un barrio de ferreterías, bodeguitas mil y fondas pobladas por comensales, yo uno de ellos, apurados y mustios.
Fueron diez días o más de andar en las penumbras, dosificando esfuerzos para no sucumbir a este frío de junio que no cesa, tosiendo a duras penas para no espantar a mis vecinos de ocasión. Mirando por la ventana opaca el vaivén de una calle sembrada de autos a toda prisa y escolares rumbo a lo suyo.
En ese ecosistema de sol sin sol, hube de hacer lo imposible para no sucumbir a las penas del alma y volver. Pero ayer fue un día distinto, digno de ser recordado como único. Al fin pude dejar atrás la ciudad vencida por los estruendos de las bocinas y las radios a todo volumen para internarme en los barrios antiguos de la ciudad colonial.
En mi habitación del hotel de siempre, una casona del siglo XVII poblada de balcones y techitos de tejas ocres y muy serranas, volví a sentir el calor que brota de los fogones alimentados por los leños crujientes y el aire enrarecido por los aromas que vuelven de otros tiempos. Entendí entonces que el viaje comienza justamente en ese límite difuso donde se acumulan los recuerdos y las construcciones que se van tejiendo en la imaginación y en el alma.
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Hoy me desperté lleno de luces y lo primero que hice fue sentarme en la misma banca de hace mil años para respirar con fuerza el aire seco de la ciudad de mis evocaciones. Y en eso sigo, diez de la mañana, acompañado por la sonrisa cómplice de mis amigos que ya no están o se fueron a buscar el sol del Cusco en los pliegues de esa cordillera que voy a empezar a recorrer mañana en busca de otras nostalgias.
Buen viaje…