Mi opinión
Vamos retornando de a poquitos luego de un merecido y muy provechoso receso de fin de año. Se hacía necesario bajar el ritmo de nuestras intervenciones para planear con calma el 2024 y terminar de esbozar los nuevos proyectos en cartera, algunos de ellos felizmente caminando a toda prisa. Las “vacaciones” nos han servido también para revisar ideas y compartir con otros colectivos periodísticos y ambientales los lugares comunes donde poner el acento para seguir convocando a los creyentes en el #OtroMundoesPosible que preconizamos desde la fundación de Viajeros en el 2002.
Uno de estos pilares, la lucha sin cuartel contra el cambio climático y sus desgracias. En esa intención, el tema con el que volvemos a impulsar esta plataforma virtual tiene que ver con las soluciones que nos plantea la naturaleza para restañar las heridas que nuestra civilización le ha impuesto a Gaia, soluciones como los mecanismos REDD y otras compensaciones de las que hay que seguir hablando, fortaleciendo, revisando para que sus intenciones no queden en puro verso. En ese sentido, con los amigos de Regenera, un muy activo colectivo ciudadano dedicado, nos consta, a valorar, proteger y regenerar la naturaleza que nos ha tocado gestionar hemos empezado a sellar una alianza que nos va a permitir medir y mitigar de alguna manera la huella ambiental que producimos como institución. Ya les iremos contando más detalles de esta intención, mientras tanto los dejamos con este primer artículo elaborado por Mongabay de una serie dedicada a revisar con detenimiento los éxitos y fracasos de los mercados voluntarios que existen a la fecha en el mundo para que empresas y países compensen sus emisiones de carbono. Ojalá tengan tiempo para leer la nota, hay que meternos de lleno en el debate. Todo suma. Linda semana.
John Cannon para Mongabay
Los mercados voluntarios de carbono y los créditos de carbono se han enfrentado a críticas generalizadas que llegaron a su punto álgido en 2023.
Los medios detallaban preocupaciones sobre sus dudosos beneficios climáticos, el respeto a las comunidades y los derechos territoriales y su uso por parte de empresas del norte global para evitar la difícil tarea de descarbonizar sus operaciones.
Los defensores de estrategias de conservación forestal como REDD+ dicen que estos pueden y deberían tener un papel, ya que los bosques sanos pueden absorber una cantidad importante de carbono atmosférico. También dicen que REDD+ aporta una financiación muy necesitada para proteger y restaurar los bosques, no solo por su carbono sino por la biodiversidad y las comunidades que albergan.
Con el final de 2023, y con la Conferencia climática de la ONU en Dubái (COP28), los defensores del comercio voluntario de carbono trabajan para aumentar la “integridad” de los mercados de formas que esperan que los hagan una herramienta viable para abordar el cambio climático.
Este es el primer artículo que publicará Mongabay de una serie de cinco sobre los créditos de carbono y el mercado voluntario.
Al inicio de 2023, parecía que el comercio voluntario de carbono se disponía a expandir su alcance e impulsar la cantidad de carbono que pretendía compensar con el valor del comercio. Las cifras de 2022 sugerían que el valor del mercado había alcanzado $2 mil millones de dólares, y las proyecciones actuales sugieren que podría crecer hasta $10 mil millones o incluso $100 mil millones para 2030 —y hasta billones en 2050.
Los defensores de este mecanismo voluntario afirmaban que había empezado a madurar y ofrecía acción climática además de una financiación necesitada desesperadamente para la conservación forestal en lugares donde la protección gubernamental se queda corta. También ofrecía, añaden, una forma de que las personas, empresas y estados restituyeran sus emisiones de carbono y contribuyeran a frenar el cambio climático. Además, la cifra de 2 mil millones de dólares era la prueba de que estaba sucediendo.
Después, el 18 de enero, el periódico británico The Guardian, el alemán Die Zeit y el medio no lucrativo SourceMaterial publicaron el primero de una serie de artículos que sostenía que más del 90 % de los créditos de carbono de un conjunto de proyectos de conservación forestal no tenía ningún impacto real en el cambio climático. Los beneficios para los bosques que eran la fuente de los créditos, y el valor de los créditos para el clima, estaban tremendamente inflados, cuando no estaban ausentes por completo, según informan los periodistas.
Estas críticas no son nuevas. Han circulado comentarios parecidos desde que la idea de compensar las emisiones se popularizó a finales de los ochenta. Una investigación de Bloomberg Green de 2022 sugiere que muchos créditos, la mayoría de proyectos de energía renovable y vendidos a empresas para compensar sus emisiones de carbono, son “basura”. Una investigación conjunta de The New Humanitarian y Mongabay en septiembre de 2023 dio lugar a serias dudas sobre las afirmaciones de la Organización de las Naciones Unidas de que es casi completamente neutra en carbono, según sus compras de créditos de carbono.
Poco después del primer artículo en The Guardian a principios de 2023, Verra —el organismo de certificación de créditos de carbono más grande del mundo y defensor acérrimo de los mercados de carbono— montó una contraofensiva. La organización no lucrativa con sede en Estados Unidos sostuvo que las conclusiones de los periodistas eran incorrectas. Verra y sus defensores dijeron que el análisis dependía de un estudio científico que no había sido revisado por pares. Verra también dijo que, aunque sus metodologías para calcular el carbono no eran perfectas, tampoco lo eran las alternativas que se presentaban en el estudio. (El artículo en cuestión ya ha sido revisado por otros científicos y publicado por la revista Science, aunque sigue siendo asunto de polémica.)
Aun así, a pesar de la defensa del grupo, el CEO de Verra dimitió en mayo. Verra empezó a dar a conocer el borrador de las nomas actualizadas diseñado para aumentar la transparencia y “la integridad” en los mercados. El grupo dice que esas actualizaciones llevaban en proceso mucho tiempo y no están relacionadas con la investigación de The Guardian.
Sin embargo, tras eso, muchas empresas, que ya eran reacias a la compensación de carbono por miedo a ser acusados de greenwashing, empezaron a apartarse. En junio, Nestlé retiró su compromiso de hacer que algunas de sus marcas fueran neutras en carbono por miedo a que llegaran más denuncias por presunta representación falsa de su neutralidad climática. Royal Dutch Shell decidió paralziar las inversiones planeadas de hasta 100 millones de dólares en compensaciones. Y las denuncias por afirmaciones de neutralidad de carbono contra empresas como Delta Airlines, con sede en Estados Unidos, ganaron impulso.
Muchos observadores predijeron que 2023 sería un año fundamental para el mercado del carbono voluntario.
“Donde estamos en 2023 es en un punto de inflexión para el futuro del papel de los mercados de carbono en la mitigación climática en general”, dice Frances Seymour, quien era alto miembro del Instituto de Recursos Mundiales cuando habló con Mongabay.
Otros han visto la disección de los métodos del mercado como la prueba de que es una distracción que está impidiendo que el mundo tome acciones climáticas significativas.
Aunque los mercados tienen defectos, “necesitamos todas las herramientas de las que dispongamos para adaptar, mitigar, reducir”, dijo a Mongabay Robert Nasi, director de operaciones de la organización de investigación CIFOR-ICRAF, reverberando el sentimiento común entre los que se preocupan por el cambio climático, la deforestación y la pérdida de biodiversidad.
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Hay un acuerdo casi universal sobre la necesidad de detener el uso de combustibles fósiles y las emisiones de gases de efecto invernadero que conllevan para evitar un cambio climático catastrófico. Sin embargo, se ha liberado tanto carbono desde el principio de la Revolución Industrial en el siglo XVIII que ni siquiera una transformación drástica del transporte, la agricultura y la infraestructura energética del mundo serían suficiente para mantenernos por debajo del aumento de 1.5ºC o 2ºC en la temperatura global. Esas cifras son la clave de los objetivos del Acuerdo de París de 2015 y los umbrales por debajo de los que deberíamos mantenernos, según los científicos, para evitar los peores efectos del calentamiento global.
Muchos dicen que ahí es donde entran las soluciones basadas en la naturaleza como la conservación forestal con apoyo del comercio voluntario de carbono. Los mercados de carbono también reciben el apoyo de actores clave que lo ven como el enfoque más proactivo para abordar el cambio climático.
“Es genial tenerlo porque no tenemos nada más”, dijo Tim Christophersen, vicepresidente de acción climática en Salesforce, durante un panel en la COP28, la cumbre climática de la ONU que tuvo lugar en Dubái en 2023. La empresa con sede en Estados Unidos desarrolló S su propio mercado de créditos de carbono en 2022.
Sin embargo, a medida que aumenta la presión sobre los mercados voluntarios y los proyectos que se alimentan de ellos, también aumentan las preocupaciones sobre su viabilidad.
“Para que funcionen […] como forma de acelerar la acción climática general de la sociedad hacia las emisiones netas cero”, dijo Seymour, “hay que tener demanda y hay que tener oferta”.
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A ambos lados de la ecuación, los actores clave buscan formas de promover la integridad del sistema de créditos. En la cumbre de Dubái, varias organizaciones que apoyan los mercados voluntarios de carbono se concentraron en optimizar las directrices para las empresas, lo cual hará que sea más fácil comprar créditos de carbono de “gran integridad”, según afirman.
En el esfuerzo hacia la “integridad”, los certificadores clave, como Verra, han acordado trabajar juntos para hacer que las normas sean más coherentes. Y el regulador de materias primas de Estados Unidos, la Comisión de Negociación de Futuros Productos Básicos, ha propuesto sus propias normas para el comercio voluntarios que, según los observadores, podrían dar empuje a la creación de normativas más elevadas.
¿Pero cómo llegamos hasta aquí? ¿Y que depara el futuro a los créditos de carbono voluntarios?
Orígenes
En 1997, los líderes de 160 naciones negociaron el Protocolo de Kioto, que recibió el nombre de la ciudad japonesa donde se firmó durante la conferencia climática de la ONU de aquel año (COP3). El Protocolo de Kioto requería que los países industrializados del mundo limitaran la cantidad de carbono que emitían. Aunque Estados Unidos, el mayor emisor en aquel momento, nunca ratificó el acuerdo, muchos lo vieron como la primera vez que se consideraba de forma mundial cómo estaban afectando al clima las acciones de los humanos.
La deforestación generalizada diezmó los bosques tropicales en los noventa, impulsada sobre todo por la demanda de madera, cultivos comerciales, carne y otros productos que llegaban de las naciones ricas. El auge de la tala no solo eliminó el hábitat de incontables especies y destruyó un recurso vital para el 20 % de la población mundial que depende de los bosques, también arrasó con un sumidero significativo de carbono y lo liberó a la atmósfera.
Con la llegada del Protocolo de Kioto y el Mecanismo de Desarrollo Limpio surgió la idea de que los países contaminantes podían invertir en la reducción de las emisiones en otros países. Eso ayudaría a los países industrializados a alcanzar sus objetivos de emisiones, esa era la lógica, mientras se proporcionaban fondos para el desarrollo sostenible en otras partes del mundo. También giraba en torno a la idea de créditos “vendibles” asociados a esos proyectos de reducción de emisiones.
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Para la conferencia climática de 2007 (COP13) en Bali, Indonesia, el concepto de REDD ya había ganado apoyos. Se basaba en la idea introducida en 2005 por la Coalición de Naciones con Bosques tropicales, un grupo que en la actualidad incluye el 90 % de las selvas tropicales que quedan en el mundo. REDD, la abreviación de “reducir las emisiones de la degradación forestal y la deforestación en países en desarrollo”, implica integrar la conservación de los bosques en la mitigación del cambio climático. Más adelante apareció el término REDD+, que añadía énfasis en la gestión sostenible del bosque para aumentar las reservas de carbono.
La idea original detrás de REDD era premiar a los países por proteger sus bosques. A medida que sus bosques y el carbono que contenían se expandían con el tiempo —siempre y cuando se mantuviera controlada la deforestación—, recibirían pagos basados en los resultados, dijo Kevin Conrad, fundador y director ejecutivo de la Coalición de Naciones con Bosques Tropicales, quien también fue arquitecto de una versión temprana de REDD.
Otros veían los mercados de carbono como una solución astuta en la que los proyectos REDD+ podían contribuir a la reducción de las emisiones de forma inmediata. La hoja de ruta de Bali que salió de la COP13 pedía “actividades de demostración” para estimular el trabajo en REDD.
“‘Actividades de demostración’ se interpretó como ‘proyectos’”, dijo Seymour. “hubo un florecimiento enorme de iniciativas de conservación que se renombraron como proyectos REDD+”.
Con esta interpretación, los proyectos que se marcaban como REDD+ proliferaron en lugares con una amenaza inminente a los bosques, en un país o provincia que perdía bosques por la deforestación para agricultura con el crecimiento de la población, por ejemplo. Los promotores podrían defender que la “deforestación evitada” como resultado de su trabajo evitaba que el carbono se liberara a la atmósfera —la parte de “reducir emisiones” de REDD+. El mercado voluntario premiaría esos resultados con créditos que se podían comerciar o vender, no con pagos como se pretendía inicialmente.
Después llegó la histórica cumbre climática de París en 2015 (COP21) en la que los países entregaron sus objetivos individuales de reducción de emisiones, conocidos como contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés). Estas NDC establecieron la base de un nuevo mercado de carbono global apoyado por la ONU como herramienta para que los países lo utilizaran a la hora de alcanzar sus objetivos autodeterminados. El Acuerdo de París también reconocía la importancia de mantener los bosques y otros sumideros de carbono naturales. Un estudio de 2017 concluyó que “las soluciones climáticas naturales” tenían el potencial de contribuir a más de un tercio de las reducciones de las emisiones de carbono requeridas para mantener el aumento de la temperatura global por debajo de 2ºC.
La visión era que el comercio en créditos de carbono, al “compensar” o cancelar las emisiones en otro lugar, podía ser una herramienta en el camino hacia las emisiones cero, en línea con el esfuerzo de disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero en general.
Según Conrad, un programa apoyado por la ONU es lo que va a lograr el cambio requerido.
“Para nosotros, eso es el futuro”, dijo Conrad. “Así es como las compañías van a involucrarse; no con la compra de créditos voluntarios en cualquier estándar voluntario que no es parte de un régimen global y no está incluido en los NDC con normas que no son constantes, sino al verse empujados a comprar créditos que salgan del Acuerdo de París y que son parte del sistema de contabilidad global”.
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A finales de noviembre de 2023, Surinam se convirtió en el primer país en ofrecer casi 5 millones de créditos de carbono bajo el Artículo 6 del Acuerdo de París, mediante lo que se conocen como resultados de mitigación transferidos internacionalmente (ITMO, por sus siglas en inglés). Conrad ve la emisión de ITMO como una manifestación de la intención original de REDD, que era premiar a los países por proteger sus bosques. El Artículo 6 del Acuerdo de París permite el comercio de reducciones y eliminaciones de emisiones entre países y también contempla un mercado de carbono mundial.
Los defensores del mercado voluntario ven el énfasis en los créditos y el comercio del Artículo 6 como apoyo para el comercio voluntario, aunque los créditos voluntarios no estén sujetos a los mismos requisitos y supervisión que tiene una herramienta como los ITMO. Desde 2015, la cantidad de créditos ofrecidos y certificados cada año ha aumentado. Y últimamente, ha habido un acercamiento entre un sistema jurisdiccional que se acerque a la contabilidad nacional que se imaginó para un mercado apoyado por la ONU y el comercio de carbono voluntario.
Un coro de críticas
Para Conrad, el surgimiento del mercado voluntario no regulado exacerba los problemas como el conteo doble de reducción y eliminación de emisiones que puede suceder cuando los proyectos y los países no están alineados en su contabilidad de carbono. Las críticas también se han centrado en cómo opera el mercado voluntario, qué significa para las comunidades y los países con bosque donde los proyectos se establecieron y, lo más crucial, si el ahorro de emisiones está haciendo algo contra el cambio climático.
A un lado del debate, los detractores dicen que la compensación de carbono derivada del mercado voluntario es una excusa para que los países ricos y las empresas sigan contaminando mientras ofrecen pocos incentivos para reducir las emisiones. Esencialmente, sostienen, la alternativa relativamente barata de comprar créditos de carbono hace que esas compañías no se interesen en invertir en esfuerzos para reducir sus huellas de carbono.
Pero para muchos defensores del mercado voluntario, eso no refleja lo que está pasando. La compensación es solo parte de la estrategia climática de las empresas que compran créditos, dijo Josh Tosteson, presidente de Everland, una compañía que lleva a cabo campañas de marketing para proyectos REDD+.
“Las organizaciones que están más involucradas en la compensación son las que más están haciendo e invirtiendo en la descarbonización de sus propias operaciones”, dijo Tosteson. “Esa idea de que las empresas lo van a utilizar como cortina de humo para no hacer las inversiones no está sostenida por pruebas”.
Un estudio reciente de más de 100 empresas realizado por Sylvera, una firma que evalúa y analiza créditos de carbono con sede en Reino Unido, descubrió que las empresas que invierten en créditos de carbono están reduciendo sus propias emisiones casi el doble de rápido que las empresas que no lo hacen.
Aun así, las compañías no están contando el abanico completo de emisiones que resultan de sus actividades, según un estudio de noviembre de 2023 en la revista PLOS Climate. El estudio descubrió que las empresas no suelen informar de las emisiones que se derivan de partes de su cadena de suministro que no controlan directamente, conocidas como Emisiones de alcance 3.
Al otro lado del debate, los defensores parecen argumentar que “las compensaciones de carbono van a salvar el mundo”, según dijo Nasi de CIFOR-ICRAF. “Eso no es correcto”.
A pesar del creciente valor de los mercados de carbono, los créditos vendidos en 2022 representaron 116 millones de toneladas métricas de CO2, solo el 0.3 % de las emisiones totales del año para la producción energética.
Las críticas dirigidas a las compensaciones por The Guardian se centraban principalmente en las metodologías que los promotores de proyectos utilizan para calcular las reducciones en las emisiones de carbono como resultado de la disminución en la degradación y la deforestación causadas por REDD+.
“Estos proyectos exageraron sus puntos de referencia y no están reduciendo tanta deforestación como dicen”, señaló a Mongabay en agosto Thales West, el investigador principal del estudio en el cual The Guardian basó muchas de sus conclusiones.
Otras críticas más generales se centran en que la idea de comerciar créditos en mercados es paradójica e hipócrita, ya que es este mismo modelo de extractivismo capitalista el que ha causado la deforestación en sectores como la agricultura y la madera y a la vez ha contribuido a muchas de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Desde mitad del siglo XVIII, el cambio de uso de la tierra para ese tipo de actividades ha sido responsable de un tercio de las emisiones de CO2.
Los defensores de los derechos humanos señalan que extraer créditos de países menos industrializados para “compensar” emisiones del norte global es una nueva forma de colonialismos, que permite los estilos de vida que consumen más carbono y la especulación para obtener beneficios en los países ricos. También podría paralizar la capacidad de los países menos industrializados de desarrollarse económicamente y equilibrar sus propias emisiones.
A pesar de estas cuestiones, los defensores del mercado voluntario dicen que actuar ahora, aunque sea de forma imperfecta, es un imperativo.
“Nuestra obligación, por encima de todo, es dejar de vacilar y hacer que el dinero llegue al terreno”, dijo Tosteson.
En esta serie de cinco partes, Mongabay explora las críticas al comercio de carbono y, en particular, a los proyectos de conservación forestal que generan créditos. La serie explora variedad de perspectivas, como promotores de proyectos, grupos reguladores, intermediarios y comunidades, con información recopilada en entrevistas, investigación de campo y análisis de los acontecimientos actuales y la literatura científica.
El final de la COP28 y 2023 cerraron un año decisivo para los mercados de carbono, pero deja preguntas abiertas sobre como (y si) tendrán un papel significativo en los objetivos relacionados con el cambio climático.
John Cannon es redactor de Mongabay. Encuéntralo en Bluesky.
Referencias:
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West, T. A. P., Wunder, S., Sills, E. O., Börner, J., Rifai, S. W., Neidermeier, A. N., Frey, G. P., & Kontoleon, A. (2023). Action needed to make carbon offsets from forest conservation work for climate change mitigation. Science, 381(6660), 873–877. doi:10.1126/science.ade3535