Solo Para Viajeros

Mi opinión

El Amak Iquitos se encuentra a orillas del río Yanayacu, en una explanada dominada por una maloca central, de techos de yarina y mucha, muchísima comodidad, que hace las veces de salita de estar, comedor, bar, punto de encuentro y socialización. Dieciocho bungalós de dos piezas y acogedora terraza completan la propuesta. Minimalismo y comodidad, espacios amplios y cabañas bien puestas que intentan invisibilizarse para que el bosque haga lo suyo. En el Ämak la energía es solar y la comida tiene el sello de un chef que emplea muy bien las partituras que ha puesto de moda la espléndida cocina novoamazónica. Descanso a manos llenas y corazón contento.


El retorno a las fuentes: el Amak de Iquitos, una propuesta renovadora

El Yanayacu es un río de aguas negras, aparentemente plácidas, un tributario del Amazonas que carga sin prisa un caudal que  impresiona. He tomado su curso, cincuenta minutos después de haber dejado atrás el puerto de Nanay, en Iquitos, para instalarme por unos días en el ecoalbergue  Amak una novedosa propuesta de turismo de naturaleza, ecofriendly y sencilla, a poquísimos minutos del rey de los ríos, el multiforme y soberano Amazonas.

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Sencillez y buen gusto.Confort y aventura al máximo. Foto Federico Romero.

Iquitos para todos los gustos

Iquitos ha sido y será nuestro principal destino amazónico, qué importa que la ciudad haya sido ganada por la misma explosión demográfica que ha convertido las grandes urbes de este país lleno de contrastes en un pandemónium. O que el turismo de naturaleza -o de aventura in the jungle– se haya trasladado hace buen tiempo al Manu o al Tambopata, en Madre de Dios. Iquitos, la capital de Loreto, seguirá siendo para los viajeros del mundo entero, pese a quien le pese, la sucursal peruana del paraíso.

Eso lo han entendido muy bien los contramaestres del Amak Iquitos una cadena de alojamientos para familias en búsqueda de experiencias inolvidables, estimulantes, impensadas, bastante lejos de la rutina que  imponen los días  grises en las selvas de cemento y control remoto donde vivimos. Para ellos la clave del menú tiene un ingrediente sencillo: proponerle al que eligió sus servicios retornar a las fuentes, en el imaginario del urbanita, ese Edén poblado de aves, animales exóticos, jardines infinitos, pueblos que viven sin prisa en otro tiempo, que solo existe en los sueños irrealizables.

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Iquitos seguirá siendo para los viajeros del mundola sucursal peruana del paraíso. Foto Federico Romero

En el aeropuerto de Iquitos me esperaba Rodrigo de la Guerra, gerente del Amak acompañado por una parte de su equipo: Ania Villegas, la gentil relacionista pública  y Enrique Navarro y Aldo Zuazo, viejos milicianos de ese turismo con buen gusto que prendió hace tanto en el Cusco. Con ellos nos dirigimos al Centro de Rescate Amazónico (CREA), en el kilómetro 4,5 de la transitada carretera Iquitos-Nauta, para embriagarnos con el sorprendente trabajo de los investigadores convocados por el Dallas World Aquarium y el siempre ubicuo Instituto de Investigación de la Amazonía Peruana (IIAP), las dos instituciones que se han coaligado para salvar de la muerte a  decenas de animales que llegan a sus manos; tal vez los más conocidos y carismáticos entre todos los que pueblan este Arca de Noé  amazónico, los manatíes, un sirenio de facha, belleza y modos inconfundibles.

(Pero antes de referirme a estos singulares mamíferos fluviales, dos líneas sobre los  inquilinos de este albergue insuperable: me encantó Mike, el tigrillo que no dejó de mirar las acrobacias de un mono exageradamente provocativo que merodeaba cerca a su  jaula; me maté de la risa con las audacias de Garrita, la nutria de río que casi le saca un dedo, por sapo, al hijo de Harrison Ford; admiré con cierta envidia el porte -y el mal genio- de mi tocayo Guillermo, un huapo colorado de trazas impresionantes; supe valorar las buenas maneras de Martín, el mono choro que no dejó de observarnos  con natural recelo y, sobre todo,  gocé como un niño observando con agradecimiento  el bien estar de las demás criaturas del refugio).

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Garrita y Albi, hermosas nutrias de río pasándola bien en el centro de rescate CREA. Foto Federico Romero.

Me excedí. El Centro de Rescate CREA, el mejor acondicionado de los trece  establecimientos de este tipo que tienen autorización del Servicio Nacional Forestal y de Fauna Silvestre – Serfor para funcionar con todas las de la ley en el departamento más  extenso del Perú, ha liberado (rescatado y rehabilitado, debería decir), veinticinco manatíes desde su fundación en el 2007. Estos animalitos de dios están siendo acorralados por la caza furtiva que ha puesto en jaque a la especie y por la contaminación por mercurio que azota los cursos de agua de casi toda la Amazonía. Aquí, después de recibirlos en pésimas condiciones, los cuidan con esmero hasta que alcanzan los casi tres metros y 450 kilos necesarios para nuevamente ganar la libertad. Los manatíes fueron cazados hasta la saciedad en los tiempos innombrables del caucho, su piel dura e impermeable hasta el exceso era utilizada para elaborar las fajas de los motores que utilizaban los transportistas. Una verdadera calamidad.

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Los manatíes de río son, no nos quedó ninguna duda, los huéspedes afortunados de un centro de rescate extraordinario. Foto Federico Romero

Llegamos a nuestro refugio saturados de alegría, entusiasmados hasta la saciedad con lo mucho que habíamos visto y aprendido  en CREA. Si me hubieran tomado una foto con las botas de jebe que me proporcionaron los amigos de Amak a poco de instalarme en la maloca principal del albergue, en Instagram o en Facebook hubieran creído que venía de grabar para Nat Geo o Discovery Chanel en alguna selva del Congo. Pero no, la única selva que me había contenido y dado tanto en tan pocas horas era la del Amazonas y su simpático tributario, el Yanayacu.

Dioses y hombres de la Amazonía

Kevin acaba de cumplir 17 años y sueña con tener  un centro de rescate donde cuidar un árbol gigantesco y acoger en sus espacios a la mayor cantidad de criaturas del bosque. Lo conocí en el simpático muelle del  Amak Iquitos, hola, nos dijo, voy a ser su guía durante estos tres días, así que siéntanse cómodos y no dejen de divertirse.  Desde hace cinco años, desde que tenía doce, Kevin Huaymana, de Timicuro Grande, una aldea cerca a nuestro refugio, se dedica al turismo.

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Kevin Huaymana de Timicuro Grande, un trome. Foto Federico Romero

Le tomamos la palabra y con las mismas fuimos a conocer, en canoa y a toda prisa, algunos de los rincones que nos ofrecía al caer la tarde el generoso Yanayacu. Pasamos cerca al casco de un navío abandonado a su suerte  y después de haber gozado como niños con las imágenes de los árboles reflejados en el río-espejo tomamos un caño -un sendero de agua en medio de bosque inundado- que nos transportó a un retazo del bosque amazónico poblado de gigantes. “Miren, Kevin vuelve a la carga, esas son las lupunas, aquí las llamamos ceibos, los árboles más grandes de nuestra selva”. Maravilloso espectáculo el que nos regalaron estos sobrevivientes de otros tiempos, solitarios, luchando a pie firme (literal) contra contra la deforestación y los excesos de los Homo sapiens. Árboles-padre, árboles-totems, árboles-vida.

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Lupunas, capironas, shihuahuacos. El vergel del bosque amazónico a unos cuantos minutos de navegación y calma… Foto Federico Romero

Sin habérnoslo propuesto, y ya en las proximidades del Amak, los pasajeros de esa primera incursión a este Edén loretano decidimos lanzarnos al río para terminar la dicha.

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Bañarse en el Yanayacu no tiene pierde, qué espectáculo. Foto Federico Romero

Dormir en el paraíso

El Amak Iquitos se encuentra a orillas del Yanayacu, en una explanada dominada por una maloca central, de techos de yarina y mucha, muchísima comodidad, que hace las veces de salita de estar, comedor, bar, punto de encuentro y socialización. Dieciocho bungalós de dos piezas y acogedora terraza  completan la propuesta. Minimalismo y comodidad, espacios amplios y cabañas bien puestas que intentan invisibilizarse para que el bosque haga lo suyo. En el Amak la energía es solar y la comida tiene el sello de un chef que emplea muy bien las partituras que ha puesto de moda la espléndida  cocina novoamazónica. Descanso a manos llenas y corazón contento.

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Dieciocho bungalós mimetizados entre el follaje del bosque loretano. Foto Federico Romero

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Hummm, qué rico se come en el Amak Iquitos. Foto Federico Romero

El segundo día de nuestra estancia en el Amak Iquitos tuvo de todo: una visita a una comunidad yagua para conocer la vida de un pueblo antiguo, respetuoso del cosmos que empezábamos a descubrir, un largo paseo en lancha por el Amazonas, nuevos y mejores chapuzones en los cursos de agua límpidos y acogedores que nos iban proponiendo nuestros anfitriones y al final, un desembarco afortunado en la isla de los Monos… o mejor dicho en el Centro de Rescate Isla de los Monos, el sueño hecho realidad de Gilberto Reátegui, un hombre común, un charapa que decidió un día cualquiera pasar el resto de su vida cuidando monos. Así de sencillo.

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Artesanía de las buenas y buen trato en las comunidades yaguas del río Yanayacu y alrededores. Foto Federico Romero.

La Isla de los Monos, a treinta minutos en bote del Amak, es un destello del mundo que debemos construir, un refugio de vida silvestre poblado por monos de todos los talantes. Por allí alguien soltó la cifra: veintidós especies de primates amazónicos y más de 200 individuos dando vueltas por todas partes. ¿Es posible tanta explosión de naturaleza en una playa rodeada de árboles y más árboles?  No importa la exactitud del dato, lo cierto es que en esta “isla” de 450 hectáreas el visitante -usted, seguramente- se puede tomar todo el tiempo que tiene para interactuar a placer con los monos más representativos de la selva peruana. Y si se le antoja, quedarse unos días, como voluntario, a cuidarlos con el mismo esmero que don Gilberto mima a sus hijos adoptivos.

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A comer, a comer, que el mundo nunca se va a acabar. Foto Federico Romero.

Huapos, choros, monos ardilla. Los primates del bosque llenando el trópico y de alegría y diversión a raudales…

Qué placer…

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Y si te gustó la visita y quieres ser voluntario en la Isla de los Monos, lo puedes hacer…Foto Federico Romero

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Libertad, libertad. libertad. Foto Federico Romero

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Voluntariado en la Isla de los Monos. Claro que se puede !!” Foto Federico Romero

Donde Kevin y su familia

El turismo de naturaleza sigue estando de moda en la Amazonía del norte peruano. Si en las selvas de Madre de Dios la fauna tropical se encuentra entre el follaje o el dosel, en Iquitos y sus  ríos próximos, el visitante puede tomar contacto con monos de todos los pelambres, felinos, anfibios, reptiles o  grandes reptiles, mamíferos acuáticos y aves multicolores, en los centros de rescate que han empezado a aparecer por todos lados. Perfecto, que se vuelva una moda … siempre y cuando todos, los amantes de los animales, los visitantes y el Estado asuman sus responsabilidades y prevalezca el respeto a la normatividad  y las leyes vigentes. ¿Sí o no SERFOR?.

Para constatarlo fuimos a la casa de los Huaymana, en Timicuro Grande. Kevin quería mostrarnos el inicio de lo que algún día no muy lejano será su centro de rescate. Su hermano menor y un amigo suyo que se había tomado el trabajo de surcar el Amazonas durante dos horas para esperarnos, nos mostraron de a poquitos y con mucha sapienza, los espacios de lo que han llamado, el Centro de Rescate y Conservación de Animales Silvestres de la Amazonía Peruana – CERCASAP. Allí cuidan con sigilo caimanes, tortugas de río, añujes, boas y anacondas. Otro espacio para la educación ambiental y el conocimiento de la vida amazónica. Nino, el mono capuchino de los Huaymana, se robó el aplauso del respetable, bajó a toda prisa de la rama del mango desde donde nos observaba para tomar con nosotros, del mismo pote, el riquísimo jugo de caña de azúcar que nos invitaron nuestros huéspedes de ocasión.

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En casa de los Huaymana chicos y grandes trabajan cuidando a los animales del bosque. Foto Federico Romero.

Te felicito, muchacho, le dije, con cien jóvenes como tú salvamos,  el planeta, me quedé pensando. Eso sí, me aventuré a decirle, formalicen su propuesta, háganla fuerte.

Sapiencia y ciencia. Aventura y formalidad…

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Nino, el mono capuchino de los Huaymana se ganó el cariño de todos. Foto Federico Romero

(Me excedí de nuevo. Gajes del oficio. Termino diciendo que la propuesta que han puesto a rodar desde enero último los impulsores del Amak tiene sentido.Construir un sueño, como el de Kevin, en medio del bosque, salvando lo que otros no respetaron y los hijos nuestros, esos chiquilines que van a gozar como locos en el albergue del Yanayacu, van a cuidar con esmero para que la lujuria amazónica sobreviva por los siglos de los siglos…

Buen viaje…

INFORMES
https://www.amak4rent.com/

Ca.Los Tulipanes Of. 1206, Urbanización El Polo, Surco.
(+511) 566-7784
(+51) 954 716  511
(+51) 952 387 275

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4/5/2017

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