Mi opinión
En Collacalle, la angosta callecita empedrada que desciende del barrio de San Blas para morir en la plaza Limacpampa y las primeras cuadras de la avenida Tullumayo, de tullu, flaco y mayu, río, por el riachuelo mísero y de aguas sucias que discurre todavía bajo los pies de los paseantes, se encuentra el Inkarri Hostal, un alojamiento primoroso, cómodo, muy bien implementado que me recibió para llenarme de nuevos ímpetus.
En junio el frío puede ser letal en la vieja y siempre estimulante ciudad del Cusco. Lo digo porque les recomiendo tomar las precauciones del caso para que la estancia en la capital del País de los Incas sea siempre inolvidable.
Yo las tomé, venía de dar vueltas y vueltas por el sur andino y la Amazonía del Perú y mi cuerpo, también mi alma, merecían un descanso en una pascana bien dispuesta que le permitiera tomar nuevos impulsos.
Encontré el sitio perfecto en mi habitación-fortín-atalaya del Inkarri Hostal de Callecolla, muy cerca al centro histórico del Cusco, allí donde se inicia el tradicional barrio de San Blas y la historia de la vieja ciudad no deja de sorprendernos.
En el Cusco de todos los tiempos
Las calles del Cusco histórico guardan con recelo los nombres que tuvieron en otros tiempos. Casi todos, extraídos de la imaginación de sus pobladores y de la estrecha convivencia ciudadana. Las hay de inalterable prosapia quechua, como las tantas veces transitadas Saphi, Choquechaca, Hatun Rumiyoq, Tullumayo, Tecsecocha o Limacpampa. También las que conjugan lo incásico con lo venido de afuera, con lo hispánico, como las calles Cabracancha, Carmen Quicllo, Coricalle, Tambo de Montero o Callecolla.
O las que aluden simplemente al oficio de sus vecinos: Plateros, Escuderos, Heladeros o Tocuyeros. O las que testimonian el ingenio popular, certero siempre para transformar el apelativo denigrante de una “calle sucia” que sobrevivió a los tiempos coloniales, en la cosmopolita calle Suecia de nuestros días.
En Collacalle, la angosta callecita empedrada que desciende del barrio de San Blas para morir en la plaza Limacpampa y las primeras cuadras de la avenida Tullumayo, de tullu, flaco y mayu, río, por el riachuelo mísero y de aguas sucias que discurre todavía bajo los pies de los paseantes, se encuentra el Inkarri Hostal, un alojamiento primoroso, cómodo, muy bien implementado que me recibió para llenarme de nuevos ímpetus.
Y que no dudo en recomendárselo.
Finalmente, la mejor receta que existe para huir del frío de la sierra peruana es conseguir posada en una casa de muros anchos y muchísimo fuego interior…
En el Inkarri de Collacalle
Si alguien sabe de hotelería y buen servicio al cliente en la siempre renovada movida turística cusqueña, lo he dicho antes, es Carlos Zevallos, el hombre fuerte de Artisano y de tantas otras empresas imposibles. El hotel que regenta en Collacalle tiene su sello inconfundible, su sangre.
Carlos y Dominik Moll, su socio en este sueño, han convertido la acomodada casona del siglo XVIII que ya venía funcionando como alojamiento en un hostal versátil, amplio, fiel a un estilo de hotelería que ha hecho del confort y el buen trato al cliente el mascarón de proa de una propuesta muy bien ensamblada.
El solar de la Callecolla, la arteria vial por donde debían transitar las collas imperiales en tiempos de jolgorio o religiosidad pura, es un hostal tres estrellas que guarda cercanías indiscutibles con los mejores hoteles-casonas coloniales del Cusco.
Treinta y seis habitaciones muy bien dispuestas se distribuyen por los dos sectores de la propiedad que se organiza alrededor de dos patios de indudable impronta cusqueñista. En uno de ellos, en el primero, el detalle que destaca sobre los demás es el pozo que ha sobrevivido al paso de los tiempos y las calamidades y cuya fuente todavía funciona. Recuérdese que en el año 1950 un terremoto destruyó casi por completo la histórica ciudad.
Tuve la suerte de alojarme en una suite del segundo sector. Una habitación salida de las páginas de la revista Hola que traía de todo: piso de madera, ventanales que parecían colgados de esa ciudad barroca y mil veces castellana que guardamos en la retina, una cama gigantesca y confortable, calefacción, exquisita decoración y muchos engreimientos más.
Allí pasé unos días lamentando el tener que salir de mi refugio para llenarme de historia y más caminos.
El Inkarri Hostal es un Bed and Breakfast que combina lo señorial de su propuesta arquitectónica con la cordialidad en el trato de su personal -atento siemopre al mínimo detalle- la limpieza de cada uno de sus ambientes y la luminosidad de sus espacios interiores y áreas comunes.
El jardín muy bien cuidado del segundo patio es una invitación a la holganza y a la contemplación.
Alguien apuntó por allí, luego de pasar por el Inkarri que “el lugar es tranquilo y se encuentra lejos de las multitudes”. Sí, lejos del gentío, pero a tiro de piedra de la Plaza Mayor, muy cerca de la Piedra de los Doce Ángulos, la iglesia de San Blas, el convento de Santa Catalina y la iglesia de Santo Domingo. O Coricancha si Ud. quiere mantener viva la tradición y la cultura que tenemos grabada en nuestro ADN.
Buen estar asegurado, se los garantizo.
Buen viaje
Ficha técnica:
Inkarri Hostal
Collacalle 204, Cusco
Teléfono: +51 84 242692
http://www.inkarrihostal.com
info@inkarrihostal.com
Hostal tres estrellas. Un Bed & Breakfast ubicado a cuatro cuadras del centro de la ciudad del Cusco, en la parte baja del tradicional barrio de San Blas. Sus habitaciones cuentan con Internet WiFi, TV Cable, calefacción, teléfono, baño privado. 36 habitaciones en dos niveles, dos patios interiores. Ideal para familias o grupo de amigos.
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