Mi opinión
Datos útiles
Paradero de colectivos a Huancas; en calle Ortiz Arrieta, Chachapoyas, 3 soles.
Dos horas dura el trayecto a pie desde Huancas a Chachapoyas.
En la iglesia de la localidad se venera al Señor de los Milagros.
En el distrito de Huancas a alguien se le ocurrió la peregrina idea de construir una cárcel y allí está, gigantesca e imperturbable, una colmena de ladrillos imbatibles poblada por delincuentes llegados de todas partes.
A pesar del desproporcionado desatino en esta pequeña población de la campiña de Chachapoyas la ilusión del alcalde y sus vecinos está puesta en el turismo. Y ese entusiasmo hace tiempo que logró despertar el interés de las autoridades del gobierno regional que se han puesto las pilas para organizar de mejor manera la llegada de los visitantes.
El día de hoy fui uno de ellos.
Dos soles cuesta el ingreso al impresionante mirador que permite apreciar en toda su dimensión el portentoso cañón de Sonche, a quince minutos de la capital de Amazonas, uno de los paisajes más sugerentes de Chachapoyas y alrededores. El cañón está enclavado en una geografía típica de los andes amazónicos de un departamento caracterizado, al menos en la zona que recorro, por sus bosques achaparrados y en extremo secos, sus cañones de profundidades abisales y sus ríos zigzagueantes y de todos los verdes.
El cañón de Huanca Urco, como también se le conoce, alcanza una profundidad cercana a los mil metros. Bien al fondo del mismo se encuentra el río Sonche, uno de los tantos tributarios del poderoso Utcubamba, el más notable de los cursos de agua de la provincia de Chachapoyas.
Pararse en uno de los picos de esta herida abierta en el corazón de la pachamama y atisbar el horizonte, resulta una experiencia altamente recomendable. Una clase maestra sobre la geografía y la geología de estas montañas atrevidas y tan próximas al llano amazónico.
Antes de ingresar al circuito me tomé el trabajo de recorrer la localidad para quedar subyugado por la fuerza y el carácter de la raza que habita en esas fincas de adobe y techos de la mejor teja del mundo.
Huancas, como Lamas en San Martín, es una localidad que fue fundada en tiempos del señorío incásico por mitimaes traídos de otras latitudes, en este caso de los valles que fructifica el río Mantaro. Se nota aquella procedencia en los trazos de sus viviendas y en la vestimenta de los gentiles, sobre todo de los mayores…
En Huancas conocí a Gisela, una niña de once años que atiende con su hermano de seis la única tienda de artesanías y golosinas de la plaza principal. ¿Y vendes mucho?, le pregunto con la seguridad de escuchar una respuesta afirmativa pero su “apenitas” me desconcierta. ¿Y vas a la escuela?, le vuelvo a preguntar, “sí, a la de Huancas, cuando acabe sexto grado tendré que ir al colegio de Chacha, a una hora caminando”.
¿Y te gusta tu pueblo?, le digo y los silencios se amontonan a pesar del cielo azul y lo hermoso del paisaje. Sucede que Gisela no es de Huancas y su casa, su verdadera casa está en Jancas, lejos, en otros valles, “a varias horas en ómnibus saliendo de Chachapoyas tempranito”. ¿Y qué haces por aquí?, le digo. “Mi papá está en la cárcel, me cuenta sin asomo de culpas ni sonrojos, mi mamá lo va a ver de vez en cuando y yo espero”.
Guardo silencio, mis preguntas me han llevado a una situación incómoda, no sé qué decir. Gisela tiene once años y como tantos niños de este país debe soñar con el futuro. Me imagino que en sus sueños no habrán puertas que se cierran ni celdas que separan a los seres que más quiere.
Me despido, mi colectivo ha llegado y debo partir. Chau, Gise, le digo, espero que pronto veas a tu papi. “Gracias, señor”, escucho y mientras me alejo no dejo de decirme que los ángeles viven, por lo general, al lado del infierno.
Agosto de 2014
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