Marcona. Acabo de terminar el libro «Aprendiendo a vivir se va la vida», las «memorias» o confesiones que Carlos Iván Degregori, antropólogo y comisionado en la CVR, fue construyendo en dilatadas entrevistas con dos de sus discípulos del Instituto de Estudios Peruanos (IEP) mientras esperaba, sereno, la muerte.
Me han encantado. Confieso que el género me gusta, me entretiene más de la cuenta. Los testimonios personales dicen muchas veces mas sobre una época y sus hombres que casi todos los trabajos y monografías que se puedan recopilar.
No conocí personalmente a Degregori pero admiré siempre su producción escrita y su prolongado perfil bajo. Su pensamiento heterodoxo y la evidente cercanía -y condena- al movimiento que lideró Abimael Guzmán fue, estoy seguro, lo que definió su convocatoria a la Comisión de la Verdad y la Reconciliación.
Carlos Iván había conocido en el claustro de la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, donde fue catedrático por más de una década, al ideólogo senderista y a casi toda la cúpula del partido. Tal vez por ello fue uno de los primeros líderes de la izquierda peruana en zanjar con Sendero y condenar públicamente su proceder.
Recomiendo este libro, esta maravillosa travesía por la vida de un hombre que amó al Perú y se identificó con su población sufriente y desposeída.
La vida, como él mismo lo dice parafraseando a Spinoza, es ese fragmento del tiempo universal que nos damos el lujo de perder mientras aprendemos a vivir.
Consigan el libro, es un álbum muy detallado del tiempo que nos ha tocado vivir…