Mi opinión
“Soy del barrio de San Blas. Provengo de una familia de artistas. Mi madre es Norma Peña, diseñadora, la ganadora del Flash Mode del año pasado. Soy el mayor de cinco hermanos, y todos ellos trabajan en distintos países europeos en el campo del arte. Estamos en todo el mundo, pero siempre regresamos al Cusco“. Así se presenta Andrés Zúniga, joven empresario cusqueño, dueño de los más populares “restaurantes temáticos“: Fallen Angel y Macondo.
¿Qué es lo más importante para el sostenimiento de tu empresa?
La disciplina. Ser fiel a uno mismo, tener un sistema que, en mi caso, comienza con mi familia y es una obligación moral dar ejemplo a los más jóvenes. Esa disciplina se refleja en haber vuelto al Cusco. Las cosas que uno hace no expresan nunca a una sola persona. Como individuo tengo todas las capacidades, tengo dos piernas, dos brazazos, una cabeza y podría funcionar igual donde sea. Probablemente, en otro sistema con mayores ventajas, el talento sería mejor apreciado, pero acá es una lucha constante y se la enfrenta, fundamentalmente, a base de disciplina.
¿Cusco es muy exigente?
Sí. Pide mucho sin pedírtelo. Es exigente por las muchas obligaciones que te genera, sobre todo si eres un hombre con principios. Te exige más de lo que te da. Es muy difícil ser cusqueño. Como ser humano, hay todo un aspecto que es importante: yo soy artista, soy vanguardista, soy diferente en muchos aspectos, soy homosexual, y no soy hipócrita con respecto a eso. Parte de mi honestidad y mi disciplina es ser honesto en eso; no puedo mentir a la gente y decirle algo que no soy, y para mí ser honesto con la gente es algo muy importante. Y pido exactamente lo mismo a cada uno de mis empleados. Entonces yo no puedo ser hipócrita haciendo lo que el sistema me pide o me exige; al contrario, parte de este trabajo, de mi propuesta, es justamente el respeto a la diversidad, a lo diferente. En Cusco tenemos que aprender a ser tolerantes.
¿Has tenido experiencias discriminatorias con respecto a tu condición homosexual?
Sí, hace un tiempo me ocurrió algo que fue muy fuerte, y a causa de eso me pasaron por la cabeza muchas cosas, incluso dejar el Cusco. Pero no. Hay que ser fuerte, hay que perseverar. Eso es parte de la disciplina.
¿Qué pasó?
Debido a la Cumbre de los Presidentes cerraron una serie de calles, y especialmente la calle Palacio. Yo había salido con Carlos, mi pareja y unos amigos; regresábamos, pero no nos dejaron pasar en el taxi. Desde el taxi, dije: “No lo puedo creer, no podemos entrar siquiera a la casa, vamos a tener que caminar”. Uno de los policías me gritó: “¡Avance, avance!“, y me empujó. En ese forcejeo, se abrió la chaqueta de Carlos y le vieron el polo de Fallen Angel. Y el policía dijo: “Ajá, tú eres del Fallen Angel; yo sé lo que pasa allí!”, y comenzaron a agredirlo físicamente, lo golperaron, y eran como ocho policías. Nos llevaron a la comisaría, nos tuvieron detenidos, con médico legista y todo. Una situación terrible, que se arregló porque que yo tengo un tío en la policía. En ninguna parte del mundo me había pasado una cosa tan atroz. La médico legista, conocía a mi pareja pues estudia ciencias médicas, y les dijo: “Más les vale que no tenga ningún daño este joven porque yo lo conozco, es mi mejor alumno“. Fue terrible. En nuestro pueblo, que es tan cosmopolita, tan abierto, tan lleno de cultura y arte, también hay ignorancia y brutalidad.
Otra experiencia difícil fue luego de uno de nuestros principales eventos, cuando salió en un programa de televisión que el Fallen Angel era un local gay, que se trataba de una fiesta de puros homosexuales, y que eso estaba -¡horror!- pasando en nuestra ciudad. Para comenzar, nosotros no somos una discoteca, somos un restaurante, pertenecemos al CARTUC, que es un organismo muy serio. Hemos trabajado con ellos y me llaman para todos los eventos de arte que hay que hacer; he sido representante de la Cámara Regional de Turismo. Cuando vino Mario Testino, yo fui el asistente que hizo la producción; cuando hay algo de arte que hacer, a mí me vienen a buscar, pues yo sé de moda. Yo soy la persona. Ese informe televisivo me quitó todas las ganas, incluso las ganas de decirle: “Usted está equivocado“. Como empresario, no tengo un solo sector de clientes, no sabes la cantidad de clientes heterosexuales que tenemos, gente culta, que aprecia el arte, y te aprecia como ser humano.
Todo eso me preocupa mucho, porque yo quiero enseñar a tantos jóvenes a hacer lo que estoy haciendo, pero debido a esos comentarios, los jóvenes pueden irse, eso es muy delicado. Yo trabajo con un montón de artistas, hago exposiciones permanentemente. Veo que no hay galerías de arte, que no hay lugares donde la gente pueda hacer una proyección, y ahí está Fallen Angel como un espacio alternativo, listo para auspiciar la cultura viva. Entonces ¿es posible que por un prejuicio uno pueda ponerse en riesgo de dejar de hacer todo eso? Coraje, Cusco puede ser tan duro como la piedra.
¿Cómo empresario que has hecho por tu personal?
Traemos a gente del Instituto de Arte Culinario de Nueva York, del Cordon Bleu, y estos chefs dan cursos acá; mi personal se entrena con ellos y estamos a nivel de cualquier escuela. Si hay un muchacho que está de portero y veo que sus intereses lo van a llevar hacia un desarrollo distinto, simplemente lo ubico, y comienza a desempeñarse en diferentes áreas y puede llegar a ser chef si se lo propone. Tengo mujeres que tienen sus talleres de costura en casa, chicos que están terminando sus estudios en contabilidad, en hotelería. Para mi esa formula funciona. Pero así como soy amigo, soy administrador y por tanto exijo mucho a la gente.
¿Cómo empresario como expresas tu identidad cusqueña?
Por eso nuestra fiesta principal es, para los de Fallen Angel, el Anti-Raymi. Es gratuita, para comenzar tú solo tienes que venir, no importa si eres rico, pobre, si eres negro, rubio, puedes entrar y divertirte. Traemos de todo: bailarines, performers, clowns, y es un espectáculo que podría estar en New York, Miami, Londres. Ni en Sidney ves ese tipo de cosas, es increíble el trabajo de arte, de producción que tenemos detrás.
¿Qué es lo que más perjudica al empresario en el Cusco?
No hay los suficientes canales de comunicación –desde los gobiernos central, regional y local- hacia nuestra comunidad, hacia nuestra sociedad. Estas tres instancias deberían organizarse entre ellas y tener una política clara de educación y formación de empresarios, cursos de cómo hacer empresa, cómo formar cooperativas, grupos, sociedades, cómo enseñarnos a juntar talentos, fortalezas o capitales. Por ejemplo, esta casa no es mía, y hay mucha gente que dice: “Estás haciendo tanto por la casa, que seguro la señora debe pensar…“ y sí, seguramente lo debe pensar, pero confío en que los contratos se respeten y poder sacar por lo menos lo invertido, yo confío en la buenas relaciones, confío en la transparencia y espero que siga así por mucho tiempo, y si surge algún problema confío, una vez más, que todo se puede arreglar, creo y es imprescindible que haya un voto de confianza para que surja el empresariado cusqueño y se fortalezca.
¿Crees que es una cuestión de confianza?
Sí. Si la señora se hubiese asociado conmigo y con el vecino, estaríamos a nivel de cualquier otro sitio en el mundo. Pero el Gobierno tiene que enseñar esos canales. Es necesario que haya diversos caminos, alianzas, capitales mixtos, etc. Todo esto tiene que funcionar para que el Cusco no deje de ser cusqueño. Me acuerdo cuando vivía en el barrio de San Blas, cuando jugaba a “chanca la lata“ o “pan se quemó“, y jugábamos cuesta arriba y cuesta abajo; tú veías a los niños. ¿Cuántos niños ves correr ahora en el barrio de San Blas? La gente se está yendo a otros lados. En la época de los ochenta y noventa, muchos cusqueños se fueron por razones muy justificadas, pero es hora de regresar; deberían estar acá. En cambio, son los de fuera los que todo el tiempo te tocan la puerta y te preguntan “¿Está la casa en venta?“, pues tener una propiedad, ya es un gran capital, es un monton, y puedes hacer empresa.
Pero la gente no sabe cómo y deja que su casa se destroce. Así encontré esta casa: las paredes de piedra pintadas con esmalte, y dividida en mil cubículos de triplay arrendados como cuartitos. La casa realmente estaba tan destrozada que el proceso de restauración, después de seis años, recién lo estamos terminando. En muchos lugares del primer mundo, cuando hay un movimiento de esta naturaleza, de la envergadura que está teniendo el Cusco, el Gobierno subvenciona y orienta, pero aquí lo que hacen es abrir la puerta a empresas de fuera que van matando al pequeño capital cusqueño. Es por eso que la gente protesta.
¿Cómo fueron las relaciones con el INC?
Mal. Nunca entendieron que esta casa es una obra arte, una propuesta distinta. Al principio venía el INC a supervisarnos y una señora miraba y decía: “¡Hum!, paredes negras… ¡eso es una bañera! ¿cómo puede ser un restaurante?“ El INC criticando tu criterio estético, tu planteamiento, e insistían en que esto no era un restaurante. Me decían que sacara el ángel porque estaba compitiendo con el monumento, pero lo que nosotros hemos hecho es restaurar la casa tal como fue originalmente, y después poner cosas que se pueden sacar sin perjudicar a la casa en nada. En cambio, viene mi vecino, hace un túnel, mueve los cimientos de toda la casa, pero no le dicen nada.
¿Cuál fue tu fuente de inspiración como empresario?
Mi principal fuente de inspiración fue mi familia. Yo comencé con Macondo, en la cuesta de San Blas, hace ocho años. Después de trabajar con una compañía británica y ahorrar, en un principio tenía pensado hacer el proyecto en Escocia, con un socio. Pero se me presentó el problema: si me iba a Escocia ¿cuánto tiempo no iba a poder ver a mi familia? Esa fue mi principal motivación y decidí hacerlo acá. Mi madre decía que era mejor que me fuera porque la gente en el Cusco no estaba preparada para un gay. ”Allá tienes todo, te va a ir mejor, acá no, te puedes poner en peligro”, decía mi madre. “No“, le dije yo, no te voy a dejar, no voy a dejar a mi abuela, a mis hermanos“. Y de esa decisión nació Cien años de soledad, su diseño temático. En base a eso ejecuté la obra, la dirección de arte y el material impreso. La comida de los Andes y de la selva, y full Macondo. Ahora, mi madre es mi chef y allí también presenta sus colecciones.
¿Qué es lo que más feliz te ha hecho?
Mi madre me dice: «Si tú no hubieras sido gay, ¿qué hubiera sido de mí? Todos mis hijos están fuera, me hubiera quedado sola, felizmente te tengo a tí”. Soy el mayor de cinco hermanos y mi madre es divorciada. Antes ella solo era ama de casa, a pesar de su talento y cultura. Así que poder mostrar a mi madre al mundo como una gran diseñadora de modas, permitirle desarrollar el talento que ella tenía dentro, y buscar el canal para expresarlo, para mí, esa es la mejor cosa que me ha podido pasar.