Mi opinión
Entiendo perfectamente la desazón y la molestia de los defensores de las Lomas de Paraíso, en Villa María del Triunfo, un ecosistema que forma parte del Área de Conservación Regional Sistema de Lomas de Lima, el área de protección bajo gestión de la Municipalidad Metropolitana de Lima que se estableció en el año 2020 con el propósito de conservar la diversidad biológica y el patrimonio cultural de las lomas que cuidan amorosamente los colectivos ciudadanos empeñados en detener la voracidad del crecimiento urbano de una metrópoli que fagocita todos los espacios naturales que la rodean.
Los comprendo: desarrollaron con ahínco una estrategia de conservación basada en el uso del turismo que llegado el momento de la temporada lomera, los ha desbordado. ¿Por qué? Porque los visitantes que convocaron llegaron a sus dominios en tropel, a la brava, sin haber comprendido la importancia del ecosistema en su conjunto y sobre todo la fragilidad y extrema volatibilidad de estos oasis en medio del desierto y los cerros que circundan la ciudad que habitamos con tanto desparpajo. Situación que ocurre también en las Lomas de Lachay, el área natural protegida más encumbrada del sistema de lomas del Perú y en cuanto atractivo, producto, destino turístico se logra empinar sobre las medianías hasta convertirse en un hit em Instagram, en Tik Tok y en el boca a boca ciudadano.
Acaba de pasar en el nevado Mateo, en la Cordillera Blanca, allí, según ha denunciado la Asociación de Guías de Montaña, decenas de turistas sin el equipo adecuado y contraviniendo el más mínimo sentido común se lanzaron a conquistar su cima por una “ruta expres” que no solo puso en riesgo sus vidas, sino que supuso también un golpe más a la salud tan quebrantada del glaciar huaracino. Ni qué decir de los estropicios que se producen a diario en la Montaña de Colores, en el macizo del Ausangate, por el arribo masivo de visitantes ni el despelote en los demás paisajes instagrameados por los influencers y nosotros mismos.
¿Qué hacer? No nos queda otra que seguir insistiendo en trabajar de la mano, colectivos y medios de comunicación, público en general, formadores de opinión, los benditos influencers, todos, en la activación de una vigorosa campaña de cultura turística; vale decir, de educación ambiental, que ordene el caos y siente las bases para el apropiado uso y cuidado de nuestros bienes comunes. Suena a utopía, pero es posible: los que entraban hasta hace muy poco a la diabla al mercado de barrio o a la galería informal, ingresan con decoro y sin chistar a los centros comerciales; lo mismo sucede con los que antes hacían lo que querían en los estadios de fútbol y ahora entran y salen de los mismos con cuidado permitiendo que las familias se solacen con los partidos de sus equipos favoritos, suceso que era imposible de prever hace unos años. Ejemplos mil, por todas partes, aquí y en la China. Se puede.
Obviamente tenemos que contar para ello con el apoyo de los organismos del Estado que para eso han sido creados. Para el caso de este comentario, desde la Municipalidad Metropolitana de Lima hasta el Serfor, pasando por los municipios de los distritos por donde se extienden las Lomas de Paraíso que, según la norma de creación del ACR Sistema de Lomas de Lima, involucran a los de San Juan de Miraflores, Surco, La Molina y Villa María del Triunfo. Sé que dan ganas de agarrar de las mechas a los influencers que iluminaron con tantos flashs los tesoros que tenemos la obligación de proteger… pero esa, obviamente, no es la alternativa apropiada. Empecemos más bien utilizándolos, ellos suelen llegar con más facilidad al territorio donde moran y se reproducen los despistados que creen que los prados de las periferias de Lima son tan resistentes como las veredas y pistas que transitan con similar descuido. En fin, sigamos hablando del tema, da para muchísimo más…
Tomado de las redes sociales de la Asociación Circuito Ecoturístico Lomas de Paraíso
Durante este último feriado, las Lomas de Paraíso han recibido una afluencia masiva de visitantes, impulsada en gran medida por publicaciones de influencers que promueven el “colchón de nubes” sin brindar información clara ni verificada. Esta desinformación está generando un turismo descontrolado, afectando seriamente la integridad ecológica de este ecosistema vulnerable. Aunque existen señalizaciones y voluntarios que orientan a los visitantes sobre cómo recorrer responsablemente la ruta, muchas personas ignoran estas recomendaciones: salen de los senderos, pisotean líquenes y musgos, arrancan flores de amancaes, dejan residuos sólidos y traen mascotas afectando a la fauna silvestre. Todo esto, en un ecosistema que en este invierno 2025 viene recuperándose de años anteriores en donde la loma no pudo reverdecer por acción del cambio climático, y que viene siendo dañada nuevamente por el turismo irresponsable.
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Esta situación no es nueva. En 2019 vivimos algo similar y no podemos permitir que se repita año tras año sin una respuesta estructural. Por ello, exigimos al Gobierno Regional Metropolitano de Lima que asuma su responsabilidad con acciones concretas, no con discursos vacíos. La conservación no puede seguir dependiendo exclusivamente de voluntarios y organizaciones comunitarias que, con los pocos recursos que se obtienen hacen lo imposible por preservar este espacio natural. Asimismo, hacemos un llamado de atención a los creadores de contenido: la visibilidad viene con una responsabilidad. Informar correctamente, coordinar con especialistas y promover buenas prácticas en los destinos que difunden debe ser un mínimo ético.
“Durante el señorío ichma, poco antes de la llegada de los incas a estos valles, lo han señalado Pilar Ortiz de Zevallos y Gilda Cogorno en “La Lima que encontró Pizarro”, un coqueto y muy bien informado libro que recomiendo leer, ya vivían en los contornos de la ciudad refundada por el conquistador extremeño entre 180 mil y 210 mil habitantes. Y todos bajo el manto de la misma niebla que viniendo desde el mar posibilitaba la existencia de esos prados en medio del desierto más seco del planeta que hemos convenido en llamar lomas (…) Las lomas que se extienden a lo largo de 3,000 kilómetros del litoral del Pacífico sudamericano –exactamente entre la península de Illescas, en Piura y el Parque Nacional Llanos de Challe, en Chile- acaban de ser mapeadas con exactitud por un equipo compuesto por investigadores peruanos e ingleses, ligados algunos a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y al Real Jardín Botánico de Kew de Londres, que determinaron con exactitud su extensión real: 17,000 kilómetros cuadrados, cuatro veces más de lo que se sabía. ”, leído en SPV, 27/9/2021 |
👉 Si desean realizar un turismo verdaderamente responsable y sostenible, pueden contar con el servicio de orientación turística comunitaria a través de nuestra asociación. El aporte voluntario que realizan se reinvierte directamente en proyectos de conservación, educación ambiental y fortalecimiento local. Las Lomas NO son un lugar de paso ni un fondo bonito para fotos virales. Son un ecosistema frágil, con alto valor ecológico y cultural, que merece respeto y protección.
📢 Es momento de actuar, no de prometer.
