Mi opinión
Justo reconocimiento el que acaba de recibir Roger Rumrill, el amauta amazónico ungido con el Premio Casa de la Literatura Peruana 2023, distinción que en ediciones anteriores fue otorgada a escritores que en esta plataforma siempre hemos celebrado, entre ellos Edgardo Rivera Martínez, Oscar Colchado, Cronwell Jara, Carmen Ollé y el año pasado Jorge Eslava, colega con el que compartimos docencia en el colegio Los Reyes Rojos. Rumrrill es uno de los exégetas más destacados, perseverantes y prolíficos de la Amazonía nuestra, un testigo excepcional, como lo acaba de comentar en la entrevista que le diera a Pedro Escribano de La República, que posee el raro privilegio de haber conocido a todos los escritores amazónicos nacidos en el siglo XIX, XX y lo que va del XXI. Impresionante, de verdad, el escritor galardonado es un peruanista, un amazónico a carta cabal. Nuestro respeto y agradecimiento, por tanto.
Una entrevista de Pedro Escribano para La República
Roger Rumrrill es un escritor de raza, literalmente de bosque adentro. Cuando era muy niño y quedó huérfano, su hermana, que era maestra itinerante, lo llevaba a todos los pueblos de la selva adonde ella iba.
“Ese fue mi aprendizaje de la Amazonía. Allí aprendí todo y también aprendí a escribir de ella. Por eso siempre digo, mi conocimiento, además de libresco, se da en tres niveles: olores, sabores y sonidos que la selva me enseñó”, afirma Roger Rumrrill (Iquitos, 1938) que acababa de ser distinguido con el Premio Casa de la Literatura Peruana 2023.
Esta distinción es en mérito a la “sabiduría ancestral, la promoción, la denuncia y la renovación cultural”. Y es que el autor de El viborero, Vidas mágicas de tunchis y hechiceros, Narcotráfico y violencia política en la Amazonía peruana, siempre está en primera línea en defensa de la selva.
“El hombre, supuestamente moderno, es analfabeto porque ha olvidado o dejado de leer el libro de la naturaleza, y no solamente eso, está destruyendo ese libro”, dice.
¿Qué significa sentirse amazónico?
La Amazonía para mí no solo es un tema, un sujeto de estudio, sino que la Amazonía para mí es mi destino, mi luz y mi epifanía. Eso es la Amazonía para mí.
Usted, que es un autor de la otra margen, ¿cómo toma este premio?
Lo tomo como un homenaje, como un reconocimiento a mis lectores, a mis lectoras, a la Amazonía, a los pueblos indígenas, a los pueblos amazónicos, en general. No lo tomo como un honor personal, sino que lo tomo en nombre de los amazónicos y los clanes de familias que han hecho posible que a lo largo de más de medio siglo yo siga escribiendo, siga viajando, siga pensando y luchando por la Amazonía.
¿Qué y cómo desentraña con su escritura a la selva?
Mira, algunos me preguntan por qué yo escribo en varios géneros. Soy cuentista, novelista, ensayista, periodista, guionista. El abordaje múltiple dimensional que yo tengo sobre la realidad amazónica es porque la realidad amazónica es desmesurada, inmensa, rica y compleja. Esa realidad solamente puede ser abordada y comprendida desde varios géneros.
¿A qué escritores amazónicos siguió en su aprendizaje literario?
Yo he tenido el privilegio y la suerte de conocer, de ser amigo, de todos los escritores amazónicos nacidos en el siglo XIX, XX y XXI. He sido amigo de Arturo Hernández, Humberto del Águila Aliaga, Francisco izquierdo Ríos, entre otros. Ellos han sido mis maestros, mis amigos, mis compañeros. Ellos han influenciado mucho en mi trabajo literario y visión de la Amazonía. Además, en los años 60, en Iquitos, fundé el grupo cultural Bubinzana, que fue el primer movimiento en literatura amazónica. Nosotros pusimos en cuestión toda la literatura anterior a nosotros, porque hasta ese momento la literatura amazónica era selvista, descriptivista, regionalista. Igual que la pintura.
¿En qué consistió ese cuestionamiento?
Nosotros replanteamos esa visión selvista y decíamos lo siguiente: para nosotros, el paisaje, o sea, el descriptivismo, que yo llamo selvismo, es el fondo, pero en el primer plano está el hombre. Hasta entonces, la literatura amazónica era eurocéntrica, que consideraba al mundo indígena como una cosa primitiva. Arturo Hernández, en Sangama, todavía llama salvajes a los indígenas.
Izquierdo Ríos, con el cuento “El bagrecico”, cuenta una historia que cierra un círculo vital desde y hacia la Amazonía…
Exacto. El escritor que más avanza contra esa visión selvista y eurocéntrica es Izquierdo Ríos, por sus ideas socialistas y su concepción del mundo. Es quien más rompe esos viejos conceptos. Los otros siguen manteniéndolo. Es más, en la literatura actual hay también escritores que siguen conservando esa visión. En cambio, para nosotros, desde esa época y ahora, la cultura amazónica, en este caso la literatura, tiene una matriz, que es el mundo indígena. Para mí, la tarea de los escritores y artistas amazónicos hoy en día, en general, es universalizar la cultura amazónica y amazonizar la cultura universal.
Hay grupos como el Urcututu que buscan hacer trocha por la literatura peruana desde esa región.
También están los grupos Javier Heraud, Arturo Hernández. El Urcututu es un grupo de gran calidad. Allí están Carlos Reyes, Ana Varela, Percy Vílchez. Es uno de los grupos más destacados. En este momento hay un boom de la literatura, también en el campo editorial como los sellos Tierra Nueva, Trazos y las publicaciones de la Dirección Desconcentrada de Cultura en San Martín.
A mayor crisis, más cultura…
Hay una reaparición de la danza, la música y también la pintura que tiene extraordinario desarrollo y ahora con un conocimiento profundo. Aparte de los pintores amazónicos que ya conocemos, como Gino Ceccarelli, Christian Bendayán, son pintores indígenas y están alcanzando los niveles más altos del desarrollo estético de la Amazonía, uno de ellos es Rember Yahuarcani.
Alguna vez ha protestado ante alocuciones como, por ejemplo, por decir que no hay orden, se suele decir “esto es una selva”…
Es que existe una visión colonial de la Amazonía durante los siglos. En 1912, Leguía aprobó una ley que parece un documento del medioevo. Esa ley era la 1220 que ignoró totalmente la Amazonía. Sostiene que la selva está vacía y, por lo tanto, como está vacía, hay que vender al mejor postor. Hoy mismo, el parlamentario amazónico Jorge Morante ha propuesto la eliminación de los territorios de reserva de los no contactados. Según los informes científicos, estamos al borde del colapso sistémico por causa del extractivismo arrasador de las riquezas de la Amazonía. Lo que queda como solución es cambiar de manera gradual el modelo primario exportador. Si no cambiamos, no habrá selva en 20 o 30 años.
¿Y la consulta previa no protege?
Ha habido un tráfico de esa consulta, porque las empresas, en general, han dividido a los pueblos indígenas con prebendas y corrupción. Así, un grupo dice no a la consulta y otro dice sí.
Alan García decía que no son ciudadanos de primera clase o eran como el perro del hortelano…
Esa es la expresión de un racismo absolutamente ignorante por desconocimiento. Es una visión que muchos asumen para aprovechar los recursos de la Amazonía. El discurso de Alan García es eso y hoy se está repitiendo con absoluta torpeza e ignorancia.
¿El tema del caucho sigue siendo una herida a tajo abierto?
No solamente eso, la marca que dejó el caucho es absolutamente vigente en la Amazonía en varios aspectos, básicamente negativos. Cuando ahora hay matanzas de indígenas en estos años, la gente no protesta. Hay una suerte de falta de conciencia de la tragedia cauchera. La gente lo acepta de manera natural cuando hay estas muertes. Lo que hizo el caucho es tapiar, cerrar la conciencia. El genocidio cauchero hoy no es parte de la conciencia de los amazónicos
¿Y qué otro aspecto?
Otro, es la visión económica de que la riqueza está en la exportación y exoneración tributaria, eso marcó a la burguesía amazónica. La burguesía amazónica es extractivista, mercantilista, patrimonialista y cortoplacista y esa es una herencia cauchera. O sea, el caucho dejó una marca indeleble.
Usted ha ido desde la ficción hacia la reflexión, el ensayo.
Mi literatura apunta a eso, a la defensa. Mi literatura apunta a un conocimiento de la realidad amazónica para, a través del conocimiento y la comprensión, te conviertas en un defensor.
Ser defensor de la selva es peligroso. ¿Le ha ocurrido algo?
He estado ocho veces condenado a muerte por mi posición de defensa. Pronto voy a publicar la novela Más vida que un gato. Ahí lo contaré todo.