Mi opinión
Gabriel Álvarez pertenece a una generación de jóvenes profesionales que están convirtiendo el destino Perú en uno de verdad nuevo y sorprendente. Con ellos los lugares comunes van quedando atrás y las luminiscencias de nuestra poderosa marca se convierten en el dínamo que necesitábamos para consolidar una industria que transforme nuestro país en otro. Viajeros por definición, Gabo y los suyos están cambiando lo que somos. Bien por eso.
Mis viajes comenzaron como viajes de familia, cuando era pequeño mi padre solía llevarnos por el Perú en camioneta: la familia entera buscando albergues en Huamantanga, durmiendo en la sala de la casa de una señora en Santiago de Chuco o en el albergue de unas monjas en Máncora (donde no duramos mucho). De esos viajes rescato la inmediatez de todo, la primera vez viendo nieve en la sierra o probando el –hasta ahora- mejor cebiche de mi vida servido en una fuente de metal en algún caserío de Tumbes.
Con los años esos albergues se convirtieron en hoteles; la camioneta se cambió por aviones que hicieron que me mueva con más frecuencia dentro y fuera del país. La empresa familiar creció y desarrollamos una línea de turismo: abrimos la cadena de hoteles Aranwa, presente en el Valle Sagrado, Cusco, Colca, Vichayito y Paracas. Los viajes, entonces, se convirtieron en viajes más de supervisíón o asistencia a ferias internacionales, lo que me permitió visitar Londres nuevamente, Berlín y Madrid. Si bien habían destinos nuevos, poco a poco la rutina iba ganando terreno y ese sentido de descubrimiento que tenían mis viajes iniciales se fue perdiendo.
Es por eso que una de las decisiones que más agradezco es la de haberme tomado un tiempo libre para hacer una ruta de mochilero por Sudamérica, a los 29 años. En esos tres meses pasé por Nasca, Arequipa y Puno – llegando por primera vez al Titicaca para gozar de sus islas en todo su esplendor. Cruzar a Copacabana y trepar el cerro el Calvario – nombre muy apropiado por cierto- para luego bajar hasta La Paz. Desde ahí recorrer Uyuni en tres días: ver el amanecer encima del salar, bañarme en las aguas termales a mucha altura y ver los géiseres a la luz de la luna fueron toda una experiencia. El trip de Uyuni desemboca en Atacama, donde el valle de la Luna dibuja un paisaje casi marciano al ponerse el sol.
Después de ello me tocó viajar por todo Chile – La Serena, Valparaiso, hasta los Lagos del Sur para cruzar a Tierra del Fuego y recalar en Ushuaia con microclimas espectaculares. Poder despertar en un clima helado, cruzar un río, entrar a un bosque húmedo y llegar a unos glaciares en un espacio de cuatro horas es algo que dudo vuelva a encontrar. El regreso fue por Argentina, Cordoba, Rosario, ver el glaciar Perito Moreno en El Calafate; la experiencia sensorial de Iguazu y la mitad de Brasil de playa en playa hasta Rio de Janeiro, culminando en un vuelo en ala delta sobre la ciudad. En ese viaje volví a los albergues, a los viajes en carretera, a los buses de 18 horas de recorrido y al contacto más directo con otros viajeros y la gente de cada ciudad-pueblo-país.
Como dice el album de Stereophonics, “You gotta go there to come back”. Creo que un viaje de ese tipo me ayudó a recordar por qué estaba en el mundo del turismo, así como conocer y comparar las realidades de la industria actual y lo que se viene por delante. Recientemente estuve un mes por Europa, en una capacitación pero dándome el tiempo de hacer viajes cortos en los fines de semana. Con Madrid como base, pude visitar Paris, Barcelona y Budapest, completando de cierta manera un viaje que tenía planeado hace años. ¿Qué vendrá luego? El próximo destino grande es la India y Nepal, por lo pronto viajes al interior del país con Aranwa. Ahora estos viajes los hago con más ímpetu, un viaje tiene ese poder.
Volviendo a la pregunta inicial, creo que uno viaja por diferentes razones en momentos de su vida. Al comienzo por viajes familiares, luego viajes de trabajo, y luego viajes para escapar. Uno va encontrando un balance entre todo. Por el momento, los viajes son de reoxigenación, pero con un propósito. De entender(me), descubrir(nos).
11/7/2016