Cusco es una de las regiones que más áreas naturales protegidas tiene: seis de carácter nacional y dos regionales para ser exactos, y una de las pocas que cuenta con una Ordenanza Regional que puso en la agenda local el tema de la adecuada gestión de la biodiversidad y los recursos naturales que existen en el interior del país.
En el local del Gobierno Regional cusqueño entrevisté la semana pasada al biólogo Miguel Ángel Atausupa, un profesional muy joven que está encargado de la gerencia de Recursos Naturales y Gestión del Medio Ambiente de su región, quien me refirió lo que ha venido sucediendo con el proceso de creación del ACR Ausangate, un sueño largamente postergado por los ambientalistas cusqueños que intenta proteger la riqueza natural y cultural de una sección muy importante y vasta de la Cordillera del Vilcanota y asegurar la provisión del agua que se genera en sus glaciares y bofedales.
Conozco la zona en mención, lo he comentado en esta plataforma repetidas veces. Se trata de una conjunción de montañas a más de cuatro mil quinientos metros de altitud que alberga en su interior íconos del turismo étnico, rural y de naturaleza que con tanto esfuerzo se ha venido desarrollando en nuestro país. No voy a decir más de lo ya dicho en estos días sobre los cerros colorados que circundan el muy promocionado cerro Vinicunca, un morro de colores dentro de los linderos de la comunidad campesina de Pampachiri.
Solo advertir que sobre este monumental pedazo del Ausangate pareciera que le han caído encima las diez plagas de Egipto.
Primero la inusitada avalancha de visitantes que trastocó la apacible vida de las comunidades de los entornos para desarrollar un modelo de turismo basado en la informalidad y, luego, el arribo de una minería que mientras admirábamos con orgullo los refulgentes colores de sus laderas, enviaba ingenieros que comprobaran que el tono bermellón de sus riscos eran la evidencia incontrastable de la abundancia de minerales bajo tierra.
En el 2015 la subsidiaria nativa de la empresa canadiense Camino Minerals Corporation, Minquest Perú SAC, hechas las exploraciones del caso, empezó los trámites para que el Estado les concediera el permiso necesario para iniciar operaciones sobre un área inmensa, poblada de cerros rojos, que incluía por cierto Vinicunca. Al mismo tiempo el Gobierno Regional del Cusco apuraba gestiones, basándose en los objetivos de conservación que definía con claridad la mencionada ordenanza del año 2009, para crear un área de protección regional que pusiera a buen recaudo tanta belleza.
Se inició entonces una silenciosa batalla entre extractivismo minero y conservación de la biodiversidad que estuvo a punto de finiquitar hace unos días con la victoria de los que miden el desarrollo en toneladas de mineral exportado.
La oportuna denuncia de CooperAcción dando cuenta del visto bueno de Ingemmet para que los peruano-canadienses pudieran iniciar operaciones en las 400 hectáreas de tierras aptas para la minería, en los distritos de Pitumarca y Cusipata, que habían solicitado y que incluían a la Montaña de Colores, generó una espontánea ola de protestas que hizo recular a la compañía minera que, solícita en extremo, se apuró en enviar una carta al gobernador regional del Cusco desistiendo de sus intenciones.
Misiva que por cierto fue emitida con fecha 21 de mayo del presente cuando el destape de CooperAcción se produjo varios días semanas después, el 19 de junio para ser más precisos. Más allá de las suspicacias que ese dislate ha producido es necesario advertir lo siguiente.
Las montañas coloradas que circundan el Ausangate son parte de un territorio inmenso donde el cerro Vinicunca es apenas su porción más conocida. Los turistas que llegan todos los días a la zona solo se llevan la imagen de las laderas arcoíris que el turismo puso de moda. No tienen tiempo ni fortaleza física para recorrer los demás rincones de un gigantesco escenario decorado por muretes incas que hablan de una ocupación muy antigua ni para solazarse con la maravillosa visión de los hatos de alpacas y llamas pastando sobre un techo del mundo poblado también por pumas, vizcachas y gatos andinos.
Que Camino Minerals a través de su operadora Minquest Perú haya tomado en cuenta la molestia popular que incluían la del propio presidente Vizcarra para desistir de sus propósitos de operar en Vinicunca, no pone a salvo al resto de montañas coloradas de los alrededores.
Recordemos, la concesión entregada a los canadienses es sobre un área de 400 mil hectáreas, para ser veraces con la información, todas fuera de la propuesta de creación del Área de Conservación Regional que el gobierno del Cusco y ACCA, la ONG que los apoya técnicamente, vienen impulsando.
¿Por qué se sacaron del expediente técnico de creación del ACR Ausangate el cerro Vinicunca y las montañas coloradas –llenas de mineral, al decir de los que conocen la zona- de las que hablamos? Muy sencillo, cuando se iniciaron las consultas con las comunidades propietarias de estos recursos, sus dirigentes más conspicuos, algunos de ellos claramente vinculados con la actividad turística que se ha desatado en la zona, se opusieron a la creación del área aduciendo que la propuesta ocultaba las intenciones reales del Estado de quedarse con sus recursos.
Debido a esa obstinación que no atendió explicaciones y compromisos de parte del equipo técnico del gobierno regional, este se vio en la necesidad de convertir la propuesta original en un tímido expediente que intenta proteger menos de cien mil hectáreas del poderoso Ausangate, mucho menos, en extensión superficial, que lo concesionado a los canadienses.
Después de reunirme con Ronald Catpo, hombre fuerte de ACCA en el Cusco, me quedó claro que la creación del ACR Ausangate, cuyo establecimiento final podría darse en julio próximo cuando se discuta nuevamente su pertinencia, no salvaguarda el tesoro natural que alojan las montañas coloradas de las que venimos hablando.
Lamentablemente durante las negociaciones que se hicieron, de acuerdo a ley y en consulta previa, los dirigentes de las comunidades de Pampachiri, primero, y luego los de Ausangate, Marcapata Collana, Sahuancay, Collasuyo, Ananiso y Ochollocllo, le dijeron no a la posibilidad de proteger lo que es suyo y también nuestro.
En otras palabras, con el objetivo de cuidar los intereses de los que se vienen beneficiando de un modelo de turismo insostenible, dañino, los dirigentes que participaron de las reuniones que decidieron la suerte del ACR Ausangate inicialmente concebido, dejaron en el limbo las tierras comunales que debían defender de los que quieren quedarse con sus recursos naturales. Así de sencillo.
Urge aprobar de una vez el expediente de creación del ACR Ausangate y desde el establecimiento del área que venimos apoyando, ganada esta segunda batalla, exigirle al Estado celeridad en la aplicación de las acciones que se necesitan para convertir Vinicunca, sus montañas coloradas y toda “la ruta del Ausangate, en un destino turístico sostenible, gestionado con orden y concierto por todos los actores que componen su tejido, donde las poblaciones de las comunidades campesinas –y no los dirigentes que se han enquistado en los puestos de control comunal- sean las que más beneficios y calidad de vida reciban.
Y hay que hacerlo de una vez, ya, porque el bermellón y los arcoíris de las montañas mágicas del Ausangate esconden el brillo metálico de las riquezas minerales que apetece el extractivismo en el poder. Solo la riqueza que genere el turismo bien gestionado podrá detener la ofensiva minera que tantos aliados tienen en la opinión pública y en el mismo Estado que, al menos desde su órbita regional, se ha puesto a la cabeza de la protección de estos territorios.
Buen viaje…
22/6/2018