Mi opinión
La mujer de la que habla Rafo León, la extraordinaria dama a la que se refiere en su columna de utero.pe, es Martha Giraldo, antropóloga puneña y propietaria de la isla Suasi, uno de los lugares más bellos que existen en el Perú. Conocía la historia, alguna vez me la contó a mí también. Sucede que al igual que Rafo uno recibe las mejores clases de sociología nacional viajando por el país, escuchando a su gente, viendo las cosas sin antifaces. Se lo comentaba hoy en la mañana a Rolando Toledo, de La Mula, el asistencialismo –en realidad no sé cómo michica llamarlo- se ha extendido por todas partes, como un cáncer en fase de metástasis, convirtiendo a miles de peruanos pobres, y no tan pobres, en mendicantes de cualquier beneficio económico o material. Lo he visto en Conchucos durante las elecciones regionales del 2014; en el telúrico callejón ancashino los votantes se alquilaban a cualquier precio -y todos los días- a cada uno de los candidatos en puja, protagonizando un espectáculo delirante. Hoy hinchaban por A por cincuenta lucas mañana por B por la misma cantidad de platita. Después que sigan C, D y todas las letras del abecedario, total en algunas de sus localidades más encumbradas y opulentas, San Marcos o Chavín, los postulantes al sillón municipal rozaban la veintena.
Miserabilismo puro, como para apagar la luz, del país que poblamos, y escaparnos a toda prisa.
Anoche estuvo en mi casa una mujer que es tan hermana mía como mis propias hermanas, una puneña tan puneña que no necesitas preguntárselo, lleva su cualidad de tal de forma que sus rasgos aymara hablan tanto de ella como ella habla de su tierra, cultísima sobre su tierra, conocedora profunda sin llegar nunca a la idealización ni al pastiche. Es una reina, es una puneña que ha sido años atrás activa combatiente por los Derechos Humanos y ahora, retirada en un lugar que es una burbuja inflada por ella para ella, en la que se defiende de enemigos ideológicos tanto como de contrabandistas, narcos, mineros, que no la quieren porque ella habla claro, públicamente, cuando es necesario. Y encima su sentido del humor es desahuevante.
Hablábamos, por supuesto, del proceso electoral. O mejor, reíamos del proceso electoral, con un dolor de estómago que nos la hacía incómoda. Y confesó que Puno es la síntesis del delirio en un país que es todo delirio; es decir, que lo que en el Perú es locura cotidiana, en Puno pasa a ser locura barroco/cotidiana. Y nos dio un ejemplo, de algo ocurrido en un poblado de las orillas del lago, a propósito de unas elecciones municipales de hace no muchos años. Estaba ella un día arreglando su jardín con ayuda de su anciano jardinero, y se le ocurre preguntarle a este por quién iba a votar. El hombre le contestó que por Fulano, para conseguir su zapato derecho. Y calló. Mi amiga se quedó con la curiosidad y fue al pueblo vecino a preguntar qué era eso del zapato, y le contaron que un candidato se había presentado en un mitin con un montón de zapatos de un solo pie, y comenzó a regalarlos, a hombres y mujeres, con el compromiso de que si ganaba, les daría el otro. El hombre ganó, y cumplió: entregó los pares que se había guardado. El problema fue que se armó un follón a la hora de la repartija, este no es mi número, ahora tengo dos zapatos del mismo pie, no son de igual modelo y cosas por el estilo.
Mi amiga, plácida, preciosa con su cabeza ya blanca, ha adoptado con los años una actitud distante frente al pueblo de Puno, ahora conversa con sus flores, vigila sus vicuñas, hace yoga. Y termina contando de nuevo: al jardinero le preguntó esta vez por quién votaría. El hombre le dio un nombre. ¿Y por qué? Porque nos da plata. ¿Y tú votas por quien te da plata?. La respuesta es un tratado de sabiduría práctica: “Él me da una vez y tiene cinco años para agarrar”. Y volvió a callar.
Subí a las 9:30 con Pilar a nuestro cuarto para ver mi estreno sobre Ribeyro, en Tiempo de Viaje. El absurdo en el que inciden los relatos del flaco Julio Ramón ahora no tiene límites territoriales, si que alguna vez lo tuvo. Duele un poco, da un poco de risa, dicen por ahí que mi visión es la de un limeño. ¿Y qué otra podría tener si soy limeño? Envidiable la sinceridad de Ribeyro para escribir en La Tentación del Fracaso que no le interesa testimoniar los cambios que se dan en el Perú mientras él vive. A eso quiero llegar, pero tendría que ser el mejor cuentista en lengua hispana en un ancho tramo de la historia íberoamericana.
Ah, día de hoy que amaneces con un calor que me hizo saltar de la cama, qué bruto país, he tenido que cancelar mi próximo viaje de trabajo a la sierra sur, las inundaciones te cambian el paso por la canoa, la gente se ahoga, lo pierde todo. Hoy me toca pensar en otro destino, ¿no has pensado alguna vez en cambiar tu destino?
26/2/2016