Mi opinión
Les dejo la versión completa del reportaje que acabo de publicar en Mongabay Latam, la prestigiosa y muy activa agencia ambiental que ha empezado a sonar fuerte en Perú últimamente. En la lejana provincia de Purús, en el departamento de Ucayali, la posible construcción de una carretera que va a cruzar indefectiblemente el Parque Nacional Alto Purús y la Reserva Comunal Purús ha desatado las furias de unos y el beneplácito de otros. ¿Qué intereses están en juego en este conflicto aparentemente local? , ¿Es posible llegar a un entendimiento entre tirios y troyanos?. El drama que viven los habitantes de Puerto Esperanza y el Purús reclama soluciones rápidas.
La foto de carátula fue tomada por el fotógrafo Michell León por encargo de Apeco y WWF Perú y fue publicada en la edición 31 de la revista Viajeros. Suyas son también algunas de las fotos del artículo que acabamos de publicar en Mongabay Latam.
El primero en divisar a la inmensa sachavaca que cruzaba el río fue Isaías Pérez, Ishaco, el socio más joven de la Asociación Manejo de Bosques sin Fronteras del Río La Novia (MABOSINFRON), un comité de 18 colonos de Puerto Esperanza que desde el año 2012 administra una concesión para conservación en uno de los territorios más puros, intocados de la Amazonia peruana. Calín, Carlos Loja, natural de Pucallpa, recio botero y experto en el manejo de las cámaras trampas que los miembros de la asociación Mabosinfron han instalado en sitios estratégicos del bosque de más de seis mil hectáreas que el Gobierno Regional de Ucayali les entregó, no podía creerlo, “no habíamos visto una tan grande, no Ishaco, debe estar preñada, es demasiado inmensa”, atinó a musitar.
El tapir amazónico, danta o sachavaca (Tapirus terrestres) es una de las especies emblemáticas del Purús, en Ucayali, un de las provincias más alejadas de la capital del Perú y también una de las más pobres. En esta zona de la Amazonía, a pocos kilómetros de la frontera con Brasil, las sachavacas y la casi totalidad de su fauna está aprendiendo a moverse sin temor, sin tanto sigilo, ajena a los disparos de los cazadores furtivos. En el año 2004, durante el gobierno del presidente Toledo, el Estado peruano estableció sobre estos bosques el área protegida más extensa de todo el Perú: el Parque Nacional Ato Purús, una joya de la naturaleza de más de dos millones y medio de hectáreas que posee el récord mundial en diversidad de mamíferos y la más alta concentración de aves del planeta.
Los datos no se detienen en esos guarismos el Purús es el hogar de criaturas severamente amenazados como el mono araña (Ateles paniscus), el jaguar u otorongo (Pantera onca), el águila arpía (Harpia harpya), el guacamayo verde de cabeza celeste (Primolius couloni) y el lobo de río gigante (Pteronura brasilensis). Es también uno de los lugares de la Amazonía con mayor concentración de cedro y caoba y refugio, entre tantas otras fantasías, de un impresionante número de especies de mariposas.
En esos bosques prístinos viven, y eso es sin duda lo más importante, comunidades indígenas pertenecientes a dos familias lingüísticas de la Amazonía, la Pano y la Arawak, que en orden de mayor a menor población está representada por habitantes de las etnias Cashinahua, Sharanahua, Culina, Mastanahua, Asháninka, Amahuaca y Yine. Debido a esa diversidad cultural y en resguardo del modo de vida de las poblaciones ancestrales de la provincia, el Estado peruano creó, también el año 2004, la Reserva Comunal Purús. Juntos, el Parque Nacional Purús y la Reserva Comunal, se extienden a lo largo de 2´510,694,41 hectáreas, un territorio más grande que El Salvador.
“El Purús es un lugar único en toda la Amazonía peruana”, comentó a Mongabay Latam el ornitólogo Fernando Angulo, quien estuvo a cargo de la elaboración de la “Guía de las aves del Río La Novia”, el primer trabajo científico alentado por los asociados de MABOSINFRON gracias al apoyo de WWF Perú. “Sus ríos, al originarse en la Amazonía misma, han generado un bosque particular, bastante ondulado y uniforme, muy poco perturbado, con presencia de importantes comunidades de mamíferos y una riqueza biológica que debe seguir estudiándose”, acota.
Pese a lo anterior, el Purús se ha convertido en nuestros días en un territorio de conflicto, de pugna tenaz entre conservacionistas y un sector de la población provincial decidida a romper lo que ellos llaman el cerco de Purús…
La cárcel del Purús
“Los han cercado, el Estado creó dos áreas protegidas sin pensar en la gente que vive en la zona, quien se manifiesta de esta manera es el congresista Carlos Tubino, representante por el departamento de Ucayali en dos períodos consecutivos y en los años más duros de la asonada terrorista de Sendero Luminoso, Jefe Político y Militar en toda la región. “Los peruanos no conocen esas selvas, los ecologistas menos, ¿sabes cómo me recibieron los pobladores de Puerto Esperanza cuando los visité hace unos años? Con un cartel que decía: Bienvenido a la cárcel de Purús, congresista Tubino”, me lo comentó en su oficina congresal cuando conversamos por primera vez sobre el proyecto de conexión vial que presentó el 2012 y que fuera rechazado por el congreso anterior.
Los índices de desarrollo de la provincia de Purús son aterradores: una quinta parte de su población es analfabeta, lo que supone la tasa más alta de todo el país; el 70 % de las viviendas de la provincia carece de electricidad y solo existen siete postas de asistencia médica y diez camas en todo su territorio. Los indicadores de esperanza de vida y desarrollo humano se encuentran en el 20 % inferior de todos los distritos del Perú, mientras que la renta per cápita es de tan solo 85 dólares al mes.
Los habitantes de la cárcel de Purús, como Tubino ha vuelto a llamar en estos días a Puerto Esperanza solo se pueden contactar con el resto del país por vía aérea, a través de vuelos subvencionados por el Estado que han sido duramente criticados por ineficientes por el legislador. La navegación fluvial, el medio utilizado por los habitantes amazónicos para comunicarse, es imposible en este rincón del territorio peruano porque sus ríos fluyen hacia el Brasil, tomarlos para llegar a Pucallpa, la capital de Ucayali, implica un viaje de por lo menos dos meses por una ruta que enlaza Santa Rosa de Purús y Manaos, en Brasil e Iquitos. La vuelta al mundo para una población que en su mayoría vive del autoconsumo, la explotación de la madera y de una agricultura muy básica.
Para el congresista Tubino el aislamiento físico de la provincia con respecto al resto del país es la causa de su atraso económico. Comparte el mismo convencimiento con el párroco de Puerto Esperanza, el sacerdote Miguel Piovesán, un controvertido personaje que desde antes de la creación de las dos áreas protegidas ha venido impulsando la construcción de una carretera que cruce las “reservas”, como suele llamar al territorio que ocupan las 42 comunidades nativas, 23 de ellas tituladas, de la provincia, para conectar la capital provincial con la carretera Interocéanica, a 300 kilómetros de distancia, a la altura de la localidad de Iñapari, en el vecino departamento de Madre de Dios.
El padre Piovesán es un decidido impugnador de las ONGs conservacionistas que apoyaron en su momento el establecimiento de las dos áreas naturales y financian proyectos de desarrollo e investigación en el Parque Nacional y la Reserva Comunal en coordinación con el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNANP), la dependencia del Estado encargada de estos espacios de protección. A través de la radio local y las páginas de la revista misionera Palabra Viva las ha llamado “sarracenas” acusándolas de llenarse de dinero a costa de la pobreza del Purús.
Los Mabosinfron
“Nosotros en un principio también queríamos carretera, lo comenta a Mongabay Latam el profesor Juan José Villanueva, sub-prefecto de la provincia de Purús y presidente de la asociación Mabosinfron, pensábamos que conectándonos con Iñapari se acabarían nuestros problemas, luego nos dimos cuenta que una carretera iba a servir para que nos invadan los traficantes de tierras, los madereros, la minería, la delincuencia, el narcotráfico, el terrorismo”. Villanueva es natural de Requena, en Loreto, y llegó a Puerto Esperanza como muchos de sus vecinos para cumplir funciones en el sector público. La mayoría de la población de Puerto Esperanza trabaja en algún puesto del sector salud, educación, agricultura o en alguna oficina del gobierno regional. Para ellos una carretera que abarate costos y los acerque a sus familias, muchas de ellas en Pucallpa, resulta imprescindible.
“¿Sabes cuánto cuesta un balón de gas en Puerto Esperanza? Ciento treinta soles, me dice Villanueva, anda a una bodega, verás que la gaseosa que cuesta un sol en Lima aquí vale seis soles. Ni qué decir del aceite, el arroz, la cerveza, los materiales de construcción”. Lo comprobé en la primera bodega que visitamos, los precios de los artículos de primera necesidad son cinco o seis veces más caros y el cemento alcanza la astronómica cifra de 170 soles (cuando en el resto del país apenas sobrepasa los 20 ), aun así los Mabosinfron están convencidos de que el progreso tiene otras vías de llegada.
Javier Rodríguez, un esmirriado vecino de Puerto Esperanza que había oído noticias de Tambopata y del Manu (las áreas protegidas más importantes del departamento de Madre de Dios), fue el primero en hablar de conservación y desarrollo local en la pequeña villa de más de mil habitantes. Lo encontré en el barranco que sirve de improvisado puerto, regresaba de su chacra con unas naranjas jugosas que no se molestó en compartir con nosotros. Javier lo ha perdido todo en su afán por construir el sueño del ecoturismo en su localidad, su esposa se aburrió de oírlo hablar de un bosque que no existía para ella y un día se marchó dejándolo con sus tres niñas. En el 2012, después de seis años de trámites, su solicitud fue aceptada por el Estado y la asociación que había fundado recibió por diez años una concesión para conservación y ecoturismo de 6,718.80 hectáreas en el sector del río La Novia. “Pucha, ese día nos sentimos felicísimos y entre todos juramos cumplir nuestro compromiso”, lo rememora con orgullo legítimo.
Desde entonces los Mabosinfron no han cesado. La primera tarea emprendida fue levantar un mapa real de las áreas recibidas y “limpiar”, como ellos dicen, la concesión de invasores. Luego de eso los directivos de la asociación, ya en abierta confrontación con el párroco Piovesán, se contactaron con instituciones conservacionistas de reconocido prestigio con el fin de iniciar los trabajos de investigación necesarios para recibir turistas y estudiosos. “Aprendimos a usar las cámaras trampa que nos entregó una ONG, el sub-prefecto Villanueva retoma el diálogo, y en poco tiempo tuvimos resultados más que satisfactorios”. En el área de la concesión de los Mabosinfron las imágenes registradas por estas cámaras, lo refirió a Mongabay Latam José Luis Mena, director de Ciencias de WWF Perú, han definido la presencia de cinco de las seis especies de felinos que habitan la Amazonía: tigrillo, margay, yaguarundí, puma y otorongo”.
En el 2015 los Mabosinfron dieron un paso decisivo, consiguieron los recursos para construir una austera Estación de Investigación para atender a los interesados en estudiar la riqueza natural del área concesionada. Como lo menciona el propio Villanueva y nos lo comentó Fernando Angulo, el autor de la guía de aves del río La Novia, la estación todavía no ofrece los servicios que un gabinete de este tipo debería tener pero es una clara muestra de la voluntad de los asociados al comité. “Aquí tenemos semillas, cortezas, orquídeas, anfibios, aquí se puede hacer investigación científica, turismo, esa es la carretera que tenemos que construir”, concluye el profesor Villanueva,
La carretera al infierno
El congresista Tubino no ha perdido el tiempo. El 16 de agosto último presentó por mesa de partes del Congreso de la República un nuevo proyecto de ley para que se “declare de necesidad pública y de preferente interés nacional el desarrollo sostenible de la provincia de Purús priorizando la conectividad terrestre”. Y aunque su nueva propuesta, como lo señaló a Mongabay Latam, no menciona implícitamente la palabra carretera y hace referencia al respeto de las áreas naturales protegidas, sus declaraciones tratando de justificar la iniciativa legislativa presentada (“no es cierto que el proyecto vaya a afectar al pulmón del mundo, solo va a ser una trocha y no va a deforestar”), traslucen la misma obsesión por la conexión vial que tienen los seguidores del padre Piovesán.
Consultado el biólogo Arsenio Calle, jefe del Parque Nacional Alto Purús, sobre las motivaciones que estarían detrás del proyecto en mención, fue enfático en decir que “en el fondo se trata de la misma propuesta de siempre: concebir el Purús como una fuente infinita de recursos naturales; estamos hablando de un proyecto que va a favorecer la extracción ilimitada de madera (cedro y caoba) y otros productos”.
El proyecto está en debate en las comisiones de Transportes y Comunicaciones que preside el parlamentario Augusto Bocángel, miembro de la bancada del almirante Tubino y en la de Pueblos Andinos, Amazónicos y Afroperuanos, Ambiente y Ecología (Sic), presidida por la representante María Elena Foronda del Frente Amplio.
Precisamente fue esta parlamentaria la que en uso de sus atribuciones pidió la opinión técnica al Ministerio del Ambiente, la dependencia encargada de gestionar el Sistema Nacional de Áreas Naturales Protegidas. La respuesta ministerial fue contundente: el proyecto presentado por el congresista Tubino es “contradictorio e incongruente” pues no garantiza la protección de la biodiversidad de la zona y pone en riesgo la intangibilidad del Parque Nacional Alto Purús, la Reserva Comunal Purús, la Reserva Indígena Mashco Piro, la Reserva Territorial Madre de Dios y la Reserva Indígena Murunahua para pueblos indígenas en aislamiento. Opinión similar ha manifestado también el Ministerio Público y la Federación de las Comunidades Nativas de la Provincia de Purús (FECONAPU).
Vivir en Puerto Esperanza
Max Villacorta es biólogo y hasta inicios del año pasado fue el coordinador en Puerto Esperanza de un proyecto de investigación de WWF Perú. En los dos años de residencia en la capital de Purús sufrió como todos sus habitantes las estrecheces de vivir en un lugar aislado del resto del país y con un costo de vida tan elevado. “Existe un vínculo natural entre Puerto Esperanza y Santa Rosa de Purús, en Brasil, ir de un lado al otro de la frontera es cosa de todos los días, me lo refirió cuando coincidimos en el local de los Mabosinfron, peruanos y brasileros compartimos las mismas costumbres y festividades”. Por Max me enteré que nuestros equipos de fútbol y vóley de Puerto Esperanza son las únicas selecciones peruanas en ganarles permanentemente a los seleccionados de la verde amarilla cuando se enfrentan entre sí.
“Existe una relación con Brasil que se remonta a la época del caucho, quien habla ahora es Rafael Pino, jefe de la Reserva Comunal Purús, un vínculo que incluye las relaciones familiares, los negocios y, debo decirlo, las oportunidades que ofrece Brasil que por cierto ha desarrollado programas sociales más ventajosos que los nuestros”. Esos lazos de vecindad han determinado el apoyo que está recibiendo la construcción de una vía vecinal de 45 kilómetros entre Puerto Esperanza y Santa Rosa, que el Gobierno Regional de Ucayali debería ha prometido culminar próximamente y que de acuerdo a lo expresado por Pino “no destruiría el bosque ni aceleraría una migración exagerada sobre la provincia de Purús”.
Tanto para Pino como para Arsenio Calle, los dos jefes de las áreas naturales protegidas que “cercan” a la capital de la provincia de Purús se trata de exigirle al Estado que cumpla con sus obligaciones y desarrolle las recomendaciones para brindar salud, educación y trabajo de calidad considerados en el Plan de Acción Directa de la Provincia de Purús aprobado por el Gobierno Regional de Ucayali a mediados de este año. “La gente quiere vincularse con Brasil, no con Madre de Dios”, lo comentó el biólogo Villacorta.
Puerto Esperanza es una ciudad pequeña, apacible, de gente muy amable que no parece vivir enclaustrada. Por sus calles circulan algunos mototaxis y dos o tres vehículos municipales. El servicio de luz y alumbrado público es ineficiente, “pareciera que el alcalde no quiere remediar este problema, me lo comenta Calle, para echarle la culpa a la falta de conexión vial con Iñapari, esa es la actitud de los que quieren carretera a toda costa. Para ellos todo lo malo es responsabilidad de la ausencia de una vía que cruce el bosque”. El último día de nuestra visita tratamos de concertar una cita con el padre Piovesán pero no lo encontramos, había salido fuera de la ciudad. Recorrimos el austero local de la iglesia en cuyo frontis más visible luce lo que nos pareció una consigna más política que religiosa: “Ayúdanos Señor dándonos una carretera”. En Lima volvimos a buscar sus comentarios. Por intenet, desde Puerto Esperanza, se animó a enviarnos dos líneas que resumen su posición: “el Purús no es el paraíso que pretende pintar el SERNANP, tiene también todo el aislamiento del infierno”.
El bosque de la esperanza
“En mi concepto los parques son para visitarlos y qué mejor que una carretera para ese propósito” ha manifestado el congresista Tubino. Asegura que en sus más de 40 años de servicios al país como oficial de la marina visitó muchos espacios protegidos alrededor del mundo, uno de ellos, el icónico Parque Nacional Yellowstone, en los Estados Unidos, un área de protección poblada de osos pardos y negros, lobos, pumas, alces, bisontes y vías de asfalto. “El tema no son las carreteras, contesta desde Puerto Esperanza Rafael Pino, el funcionario del SERNANP a cargo de los 24 trabajadores que resguardan con sigilo el territorio de la Reserva Comunal Purús, el problema reside en las oleadas de invasores que traería. Ejemplos tenemos muchos en nuestro país”. Para este esforzado servidor público una vía como la propuesta pondría en riesgo los objetivos trazados al crearse las dos áreas protegidas de la región. “No se puede comparar un área natural con otra, continúa Pino, ni siquiera el Manu con el Purús, son ecosistemas diferentes, lo que es bueno para Yellowstone no quiere decir que sea necesariamente positivo para el Perú”.
En lo que sí están de acuerdo los tres –Tubino, Pino y Arsenio Calle- es en la necesidad de encontrar los puentes que permitan generar desarrollo para la población del Purús. Para los jefes de las áreas protegidas el Estado no está haciendo lo que le toca. A pesar de que en las últimas semanas, a iniciativa del gobierno, se ha implementado un vuelo aéreo semanal entre Puerto Esperanza y Puerto Maldonado, en Madre de Dios, falta mucho por hacer todavía en materia de conexión con el resto del país.
En el último año, pobladores de las comunidades nativas de la reserva lograron exportar –vía aérea Puerto Esperanza-Pucallpa-Iquitos- un primer lote de crías de tortugas (taricaya y teparo) a Hong Kong, un negocio que les ha deparado 64,865 soles de ingresos brutos. El mercado de los acuarios, para tortugas y peces ornamentales, está a la vuelta de la esquina, nos comentó en su momento el profesor Villanueva.
Y el esfuerzo de buscar mercados para lo que el Purús tiene no se detiene en esa iniciativa. Los Mabosinfron están elaborando un proyecto para conseguir los 700 mil soles que costaría construir el Centro de Investigaciones para recibir turistas y científicos de todo el mundo. El desarrollo de actividades sostenibles como el manejo del paiche (Arapaima gigas), la cosecha de semillas de caoba (Swietenia macrophylla) está en la mira de los socios del comité y en el visor de las comunidades nativas.
¿Cómo acabar con los enconos y la división que la construcción de una carretera ha generado en la pequeña localidad de Puerto Esperanza? Quizás la respuesta pueda encontrarse entre las líneas que dejó grabadas en la revista Palabra Viva el nuevo obispo de la provincia, monseñor David Martínez: “Este es un tema que ha generado fuerte beligerancia, situando a las partes en un conflicto que no favorece ni a las instituciones, ni a los pueblos originarios, ni al resto de población purusina de buena voluntad; ni a la conservación de la naturaleza, ni al desarrollo del Purús como región. Creo que se han afilado demasiado las espadas y hay heridas mutuas que habrá que empezar a sanar si realmente tenemos un interés sincero por los pueblos, sus gentes, el desarrollo sostenible y el medio ambiente”.
Hay que hacerlo, no me queda ninguna duda, los bosques del Purús no pueden dejar de latir. Su salvación es tarea de toda la humanidad.