Mi opinión
No todo lo que brilla es oro. A la cordillera del Ausangate, Cusco, el turismo llegó y llegó feo, a la mala, sin planificación ni concierto, al yankempó; lógicamente los efectos de ese desarrollo espontáneo ya se empiezan a sentir.
En el 2016 el fotógrafo Arturo Bullard mostró imágenes de las pintas sobre una de la ladera de la mítica Montaña de Colores (o Rainbow Mountain como la promocionan jaladores y agencias en las calles del Cusco más turístico) que habían hecho los pobladoes locales y se hizo evidente la pulla entre las comunidades que se atribuían el derecho a cobrar un boleto por el ingreso a sus territorios.
No digo que esté mal el involucramiento de la gente en temas como éste, no; las necesidades económicas son inobjetables y el emprendurismo de los peruanos no está en tela de juicio. Solo, alineándome a lo que comentan entre líneas las dos periodistas de The New York Time que suscriben la nota que les dejo, advierto el peligro que supone para la perduración de un producto turístico (la trajinada sostenibilidad de los que todos hablan y parecen saber) el manejo a la brava del mismo.
En fin, antes de que empiezan a lanzar sus anatemas los opinólogos de ocasión, me atrevo a aconsejar a la academia (a la universidad sobre todo) y a los entendidos del negocio turístico lo siguiente: hagan un esfuerzo por analizar el fenómeno –repetido en El Ñuro, Piura y en otras localidades- para que los perjudicados no sean siempre los mimos. Turismo responsable, que le dicen. Nada más.
A primera vista, esta montaña en los Andes de Perú, con tramos de tierra colores turquesa, lavanda, rojo y dorado, parece ser una ilusión creada por herramientas como Photoshop.
Sin embargo, este atractivo, a 5200 metros sobre el nivel del mar, es muy real. Los habitantes cercanos la llaman Vinicunca, la Montaña Arcoíris.
Este monte variopinto, que tiene sedimentos minerales que datan de hace millones de años, fue descubierto hace apenas unos cinco años, de acuerdo con habitantes locales. Desde entonces se ha vuelto una atracción imperdible para muchos caminantes y ha atraído dinero a la zona, al mismo tiempo que ha desatado preocupaciones por el posible daño al paisaje.
Los guías llevan al sitio a alrededor de mil personas al día y un humedal cercano fue rellenado para crear un estacionamiento, de acuerdo con The Associated Press.
Santos Machacca, de 29 años, es un guía de montaña en la región de Cusco. Dijo que puede que el descubrimiento reciente de la montaña haya sido debido al cambio climático.
“Les preguntamos a los mayores que viven en Pitumarca”, poblado cercano a Vinicunca, “y dijeron que la montaña antes tenía nieve”, dijo Machacca en una entrevista reciente. “El calentamiento global causó que se derritiera el hielo y la montaña colorida apareció debajo”.
Machacca, integrante de la comunidad Q’ero, dijo que el cerro colorado era un destino atractivo para caminantes por su belleza, pero también por el clima.
“Les encanta ir porque cuando estás arriba sientes el aire puro y se te olvida todo y te conectas con el Apu Ausangate”, dijo, en referencia a las divinidades que se cree que forman parte de las montañas de los Andes.
Las multitudes le han dado nueva vida a la economía de la región alejada que habita cerca de la montaña y han creado trabajos para quienes viven ahí; muchos de ellos eran pastores de alpacas. Alrededor de quinientos habitantes locales se mudaron de regreso a esas tierras ancestrales, según The Associated Press, para desempeñarse como guías de los turistas.
Sin embargo, puede que el costo del auge turístico sea muy alto. “Desde el punto de vista ecológico, están matando a la gallina de los huevos de oro”, dijo Dina Farfán, bióloga peruana, a la agencia noticiosa.
De acuerdo con Farfán, ya hay muestras del impacto ambiental. El pantano, que era refugio para patos salvajes durante su migración, fue convertido en estacionamiento y un sendero de unos cuatro kilómetros por el que se sube ha sido erosionado.
Y una minera canadiense, Camino Minerals Corp., ya solicitó los derechos para trabajar en el área.
También hay dudas sobre qué tanta preparación hay para lidiar con el influjo turístico. “No sabemos ni una palabra en inglés y tampoco primeros auxilios”, dijo uno de los líderes locales, Gabino Huamán, a The Associated Press.
La altitud y la larga distancia del sendero pueden ser complicados para quienes no están acostumbrados. Algunos turistas mastican hojas de coca y otros incluso llevan tanques de oxígeno.
Eso ha causado descontento entre algunos, como el estadounidense John Widmer, quien visitó Vinicunca en abril de 2017 y dijo que la experiencia no fue “como la pintaban”.
“El mal clima, combinado con los guías irresponsables, los caminantes no preparados y las horripilantes condiciones del camino hicieron de esta una de las peores excursiones de mi vida”, escribió en una entrada de un blog.
Lamentó las consecuencias medioambientales causadas por la cantidad de turistas que han contribuido a “la destrucción de este ambiente alpino frágil y hermoso”.
Él mismo reconoció: “Me apena que nosotros, también, destruimos una parte de los Andes durante nuestra visita a la Montaña Arcoíris”.
9/5/2018
Alturas del Ausangate: La mujer elegida por los apus para ser altomisayoc