Mi opinión
En armar sociedades y poner a la gente en modo sí-se-puede Franco Negri, sabe. Hace unos días tuve la oportunidad de acompañarlo a visitar a los entusiastas integrantes del comité de turismo de Huayllafara, una comunidad en la parte media del valle de Lamay que forma parte de La Tierra de los Yachaqs, el singular proyecto de Turismo Rural Comunitario que impulsa Pilar Montesinos.
Este es el relato de dos días, hasta tres, visitando una comunidad campesina que está luchando por preservar lo que heredaron de los mayores.
La tarde de mi ingreso a Huayllafara Franco debía presentarse ante el aguerrido comité de turismo –don Benigno, doña Apolinaria, doña Fidelia, Pilar y cinco personas más- hablar clarito y convencer a todos para unirse a hacer negocios juntos. El sol brillaba con fuerza sobre las montañas de la comunidad y los campos de quinua a punto de reventar se extendían por todas partes. El ambiente parecía propicio.
Franco Negri, vecino por más de diez años en el distrito de Lamay y promotor de La Base Lamay, un proyecto de turismo y desarrollo que acaba de nacer en este lado del Valle Sagrado de los Incas, con voz calma y moviendo las manos sin parar, a veces musitando palabras en quechua, los fue convenciendo de la necesidad de asociarse y formar equipo para captar turistas con propuestas novedosas y bien encaminadas.
“Los visitantes, les dijo, buscan experiencias auténticas y buen servicio, podemos dárselos, Lamay está en capacidad de convertirse en un destino potente y beneficioso para todos. Organizadito. Podemos conservar nuestras tierras y empezar a vivir de sus recursos”.
Pïlar Montesinos asintió, también don Benigno Huallpa, lo mismo hizo la señora Apolinaria. Sin darme cuenta ya estaban hablando de precios justos, responsabilidades, compromisos mutuos.
Una hora después de haber empezado a conversar, o de repente un poquito más, los vasos de chicha chocaban entre sí para festejar la sociedad y las papitas con uchucuta, la salsa de ají y huacatay tan común en estas alturas, hicieron su aparición entre aplausos y complacencias.
La sociedad, el encuentro entre el experto en turismo y los emprendedores del proyecto de turismo rural de Huayllafara, se había dado…
Agricultura, gastronomía y más…
Lamay es un pueblo de aromas campesinos y rica historia colonial. Su iglesia, construida a fines del siglo XVI, una vez consumada la ocupación española de estos valles, es imponente y guarda tesoros singulares. A un lado, en una de las calles principales, funciona el local de La Base Lamay, un acogedor café, casa cultural y huarique -y los jueves peña andino-new wave- al que se llega con facilidad. Y a toda hora.
Son las ocho de la mañana y el vértigo pareciera ser el común denominador.
…
Dos días después de la reunión en Huayllafara, Franco Negri y Diego del Río, fotógrafo y hombre de aventura, el segundo socio del proyecto lamayino, se preparan para conducir a los doce turistas que vamos a participar en el Farm & Food de los miércoles, la novedosa propuesta de inserción al mundo rural y al maravilloso paisaje andino que La Base Lamay propone cada semana.
La idea de Negri y Del Río es simple: convertir al distrito de Lamay, que dicho sea de paso lo tiene todo, en un destino turístico ejemplar, único, diverso.
En otras palabras, transformar sus quebradas y alturas en un territorio capaz de brindarle a los visitantes lo que vinieron a buscar en el Valle Sagrado. Si lo que quieren es aventura, aventura. Si lo que buscan, en cambio, es tradición, culturas vivas, disfrute de la naturaleza, dárselos hasta la saciedad. Y hacerlo con la gente local, con los propietarios, campesinos en su mayoría, de uno de los paisajes más extraordinarios del Cusco de todos los tiempos.
“Todos los días, lo comenta Negri, ofrecemos actividades diferenciadas: los martes una caminata hasta Pisac; los miércoles nuestra propuesta de agricultura y gastronomía; los jueves la caminata a Sapacto; los viernes otra vez a disfrutar la comunidad de Lamay y los sábados un trek inolvidable a Huchuyqosco. Todos los días salimos a trekear”.
Claro, eso por ahora: la idea de La Base es ir ampliando la parrilla para atrapar a los fanáticos de la pesca, la escalada en roca, el ciclismo de montaña, las estrellas, las plantas que curan, las que alimentan, a todos. Franco Negri tiene más de veinte años en el negocio turístico y es uno de los caminantes que más ha recorrido estas montañas. Ni qué decir de la expertise de Diego y los guías que han reclutado para la causa.
En Lamay orbe
Salimos de Lamay en dos camionetas con destino a Huayllafara. La hoja de ruta fue trazada por Franco en el local de La Base: conocer las chacras de la comunidad para volver a pie hasta el pueblo, con calma, sin prisas, oliendo, sintiendo y viendo los diferentes paisajes del camino. Gozando el mundo andino desde el mundo andino. Así de sencillo.
Somos doce, lo he comentado. Un aguerrido tour conductor aymara que sabe de agricultura tanto como el que más; dos chicos argentinos, un empresario turístico de la zona, una muchacha guatemalteca orgullosa del pasado maya de su pueblo y un grupete de expatriados de la Gran Lima, yo uno de ellos.
El combo es una maravilla, todos aportamos lo que podemos y todos nos quedamos con la boca abierta escuchando a Benigno Huallpa, nuestro anfitrión y a Percy Calisaya, el guía aymara doctorado en agricultura de las tierras altas que nos acompaña. Benigno nos da una clase maestra de agroecología, para ello los comuneros han elaborado una maqueta que describe a la perfección el calendario agrícola. En estas tierras pródigas en exceso se cultiva de todo, vamos apuntando, habas, maíz, quinua, ollucos, papas nativas, cebada, cañihua, tarwi, oca, mashua, trigo y más. Percy asiente y nos habla un poco de lo que ofrece la meseta del Collao, su tierra al otro lado de estas. montañas. Ángela, de Guatemala, saca la garra para explayarse sobre el maíz centroamericano y las raíces telúricas de su pueblo. La patria grande, si cabe el término.
Terminado el largo recorrido por las campos de cultivo de todos los tonos del verde de Huayllafara, volvemos a la casa que la comunidad ha habilitado para recibir a los visitantes. Es momento de probar el tentempié que nos han prometido. Oh, sorpresa, la merienda era un banquete de papas andinas regadas con la cantidad necesaria de chicha de maíz fresquita que de sopetón nos convirtió en huayllafarinos para siempre. Qué sabor tan maravilloso el de los insumos de la tierra, qué lindo momento…cuanta generosidad la recibida.
Faenón.
Camino a Lamay
Bien servidos y llenos de nuevos ímpetus empezamos el descenso por un camino rural que nos permite ver, a lo lejos, el valle de Lamay en todo su esplendor. Y cerquita, a un lado de la ruta, los añejos y muy bellos chachacomos, queuñas, alisos, quishuares, los árboles nativos que han sobrevivido al tiempo y siguen luchando por perpetuarse. Franco nos va detallando los nombres de la flora que vemos y los usos que le siguen dando los campesinos de estas laderas.
El camino pareciera no querer agotarse, el cansancio asoma pero el entusiasmo y las ganas de aprender lo superan. Casi sobre los bordes del río que va sembrando de vida los prados de Lamay llegamos a Orgánica Lamay, una unidad de producción que abastece por ahora a los establecimientos de la principal cadena de restaurantes del Cusco. Allí nos esperan para enseñarnos las huertas e invernaderos donde se producen las casi cien variedades diferentes de hortalizas y otros cultivos que esta tierra sabe brindar..
Nos va quedando claro que en el valle de Lamay se combinan la tradición y la modernidad: los cultivos de don Benigno y doña Apolinaria, herederos de una tradición milenaria que se resiste a morir con los campos de Orgánica Lamay, un fundo productivo dominado por la innovación y los adelantos tecnológicos que hacen prosperar la tierra sin dañarla. Todo es posible, todo suma.
Fin de fiesta
De vuelta a La Base Lamay nos espera una última sorpresa. Doña Dominga Livano, ama de casa de la localidad y experta cocinera y Joao Márquez, chef del staff de La Base, nos introducen en una clase-taller de alta gastronomía lamayina que no esperábamos. El fin de la jornada tiene como invitados al maíz y al cuy, el mamífero sudamericano que se viene consumiendo en estos lares desde hace siete mil años.
Doña Dominga nos detalla como prepara la lagua de maíz, una sopa de contundente prosapia andina que se toma en el campo para contrarrestar los fríos de la temporada y contentar el buen gusto. La probamos con su dotación de queso rayado mientras hacemos lo propio con el relleno de tripas de cuy (sí, verídico) o tuyan, una delicia gastronómica que se cocina sobre una teja y que suelo acompañar al famoso chiri-ucho del tradicional Corpus Christi cusqueño.
Finalmente, batimos palmas, los amigos de La Base Lamay nos agazajaron con el plato de fondo: un riquísimo cuy al palo (de guaranguay, un árbol nativo cuyas ramas tienen la propiedad de no interferir en los sabores propios del animalito que se quiere cocinar). El cuicito que nos sirvieron con su guarnición de jaucha (la ensalada de habas de la sierra), morayas al vapor y harta uchucuta fue el ya-no-ya del día.
Claro, cervecitas heladas de compañía y mucha saudade, muchísima, qué día…
Pensamiento La Base Lamay
Franco me había invitado a la reunión con los presidentes de la mayoría de las comunidades campesinas del distrito que se había programado para hablar de turismo y desarrollo esa misma semana. Esa combinación de la cual Franco y Diego son expertos. No pude asistir a la cita, me hubiera encantado. Eso sí, me enteré por los amigos comunes que el rollo del Negro, así lo llamamos los que lo queremos, ha prendido en esta parte del valle.
Sus socios, los campesinos de las alturas, han empezado a mirar de otra manera la actividad que están desarrollando. Saben que los recursos que tienen son tremendos… si es que se utilizan de manera responsable, sin agotarlos, planificando cada uno de los pasos que se van a dar, cuidando el territorio, buscando consensos entre todos, cultivando ciudadanía. Eso que en las ciudades llaman sostenibilidad.
Win-win para todos.
Qué bueno, el futuro tiene el nombre del cuidado y el buen manejo de los patrimonios que nos legaron nuestros ancestros, agradecidos como estaban de los dioses de la tierra.
La Base Lamay es un colectivo de amantes de la naturaleza, la cultura andina y las actividades al aire libre cuyo propósito es aportar a la conservación y el desarrollo Sostenible en Lamay a través del turismo responsable. La Base se encuentra en el pueblo de Lamay, en el Valle Sagrado de los Incas, Cusco.Ofrece actividades de un día, en especial caminatas en las montañas y visitas a las comunidades campesinas del distrito de Lamay. También organizan otras actividades de aventura: pesca deportiva, bicicleta de montaña, escalada en roca, experiencias agrícolas y gastronómicas y actividades vivenciales en el pueblo, que incluyen visitas a los proyectos productivos y sostenibles en Lamay y alrededores. Para los promotores de La Base Lamay el turismo bien planificado y manejado, contribuye a darle mayor valor al trabajo agrícola y a los productos nativos y naturales, y motiva a la conservación del medio ambiente a través de la forestación de especies nativas.