Mi opinión
El turismo mal manejado y la anuencia de las autoridades han convertido a una parte de Vinicunca, un emblema cultural de tanta importancia, en un chiquero. Lo que antes fue una laguna en medio de un bofedal es ahora un campo de la muerte: un campamento de apariencia minera donde se cambian dólares, se atiende a la mala a los visitantes, se bota la basura y los desagües allicito nomás y se agrede a la historia, entre otros desatinos.
El timo, el recurrente timo…
En el 2014 conocí la llamada Montaña Sagrada o Siete Colores del Cusco, entonces simplemente Vinicunca, un espectáculo de la naturaleza y geología enclavado en un borde de la ruta al Ausangate. Ese trek mágico e inolvidable lo hice con Rulo Santivañez y Gonzalo Lugon, de Camino Films; AnnaCartagena, de Viajeros y el fotógrafo asturiano Chema Formentí.
Nuestra guía fue Lichi Vasquez, montañista y líder en la actualidad del colectivo Mujer Montaña. Qué viaje, cuatro días de caminos duros y emociones exultantes. De ver alpacas por todos lados, atisbar la presencia de las vizcachas y los gatos andinos u osqollos y sentir el embrujo del Apu Ausangate –o dios tutelar- de los gentiles de estos pagos, llamichos y paqocheros desde el inicio de los tiempos.
A partir de ese año, creo, los selfies y el tráfico turístico, el masivo me refiero, tomaron por asalto la ruta para convertir en un desprolijo producto de bajo costo y miles de miles de consumidores. La Montaña Mágica se convirtió en un santiamén en la vedette de las redes sociales y el turismo sin trasfondo. En una absurda visita de un día, saliendo a las tres de la mañana del Cusco para subir a toda prisa a la cordillera, tomarse una foto que inmortalice el momento y ya. Suficiente. Check.
Un full day que desprecia el aporte cultural de los hombres y mujeres que poblaron y siguen poblando este escenario estratosférico y real maravilloso y que solo trae pesares. Uno de ellos, la angurria de las comunidades que rodean al apu por los dólares del turismo chicha y las promesas de negocios por venir que no llegan nunca. O si lo hacen, lo hacen a la mala, sin respetar la tradición comunitaria de estos pueblos tan antiguos y llenos de conocimientos tradicionales.
He vuelto al Ausangate muchas veces pero hace un par de días, con Jan Baiker y Dina Farfán, biólogos y apasionados de la zona, también con Tobías, su hijito de casi tres años, me animé a acercarme más de la cuenta a Vinicunca y lo hice preparado para que la realidad no derrumbara las imágenes que atesoro en mi memoria. Fatal lo que vi, lo cuento a grandes rasgos en el video que he dejado en la cuenta Con Wili Reaño-Viajeros de Facebook.
ttps://web.facebook.com/wilireano/videos/528871171014438/
El turismo mal manejado y la anuencia de las autoridades han convertido a una parte de este emblema cultural de tanta importancia en un chiquero. Lo que antes fue una laguna en medio de un bofedal es ahora un campo de la muerte: un campamento de apariencia minera donde se cambian dólares, se atiende a la mala a los visitantes, se bota la basura y los desagües allicito nomás y se agrede a la historia, entre otros desatinos.
Si alguien todavía cree que el turismo es una actividad amigable, incapaz de dejar impactos ambientales y todo el rollo que sigue, aquí tiene una “foto” que demuestra exactamente lo contrario. Ese turismo, ese viajerismo trucho, es una vergüenza. O una señal de los tiempos que tenemos que vencer: #OtroMundoes Posible.
Visita el Ausangate, conoce a su gente, trata de involucrarte con los pobladores de Chillca, Osefina, Phinaya, Ananiso, Japura, Hanchipacha, ellos son dueños, todavía, de unos tesoros magníficos: culturales y naturales. Y tienen el derecho de utilizarlos, por supuesto que sí. Pero bien, responsablemente. El martes me quedó clarísimo esto al escucharlos en local comunal de la Comunidad Campesina de Chillca. Tienen fuerza, organización, ganas de restablecer el orden. Los que llegaron con los flashes y todo lo demás, los timaron.
Pienso que he caminado mucho por el mundo, sobre todo por el mundo andino y esta ruta es una de las mejores. Tenemos que salvarla de los bárbaros atilas.