Solo Para Viajeros

Mi opinión

La puna, la insondable puna, la durísima altiplanicie peruana,puede ser la mejor geografía, la más abrigada que existe, si es que la posada que nos acoge tiene lo que ofrece el Fundo Chincheros: comodidad, buen trato, calor humano y del otro y buena compañía. Tocino lo sabe, los tres días que pasé en sus pagos me acompañó como si yo fuera Zeze Bueno de Mesquita, el propietario y gestor del tremendo Fundo Chincheros. Pura vida a casi cuatro mil msnm. Puno pone.


Elmer fue quien me dio la bienvenida. Luego me saludó, cariñoso y altivo, Tocino, el perro de Zeze Bueno de Mesquita, el propietario y animador principal del Fundo Chincheros, la estancia ganadera a veinte minutos del centro de Puno que visité hace unos días para terminar de entender que uno de los paisajes más extraordinarios de este planeta, es el que se dibuja justamente donde la altiplanicie andina y el sorprendente lago Titicaca se dan la mano.

En ese territorio lunar, de extremos indescifrables, a tan pocos kilómetros de la congestionada capital departamental, reinan Elmer Pineda, campesino de Pucará y criador de caballos; María, su mujer y sus tres hijos y Tocino, el rottweiler bonachón que me acompañó a explorar la puna infinita y los contornos de la luna.

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Ellos me recibieron en casa durante tres días y me protegieron con cariño de los fríos que asustan y de la soledad que en este fin del mundo podría convertirse en eterna…

El sueño de Zeze

Zeze y Mauro Bueno de Mesquita, los hijos de Mourik y Ana María Pino, ingenieros, creyentes en el desarrollo rural y en la potencialidad de estos páramos a más de tres mil ochocientos metros de altura, han convertido el rancho familiar en un albergue sutil y muy bien acondicionado que le ofrece al viajero la posibilidad de combinar descanso y contemplación con aventura a caballo y caminatas por una geografía llena de vida y destellos por todos lados.

Zeze es el manager del Fundo Chincheros y el solícito anfitrión que suele recibir a los visitantes que decidieron interrumpir por un momento las exigencias propias de un viaje agotador por la altiplanicie andina –a veces saturada de turismo- para gozar de la atención personalizada, el trato diferente, que se ofrece en esta hacienda de 125 hectáreas cuyo límite más visible es la espectacular Reserva Nacional Titicaca.

El Fundo Chincheros es una unidad de producción ganadera donde las vacas, las llamas y las alpacas y los caballos constituyen su razón de ser. En ese escenario de corrales, pasturas, jinetes, caballerizas y cabalgaduras se levanta una estupenda casona de aires republicanos y aromas coloniales.

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Una casona, continuo, de paredes muy gruesas, sólidas y techos altos, de teja bermellón que se protege de los vientos fríos de la puna por su cercanía a una colina poblada de eucaliptos, álamos y un ciprés que ha sobrevivido al tiempo y a los excesos para ofrecer una sombra que se hace necesaria al medio día y convertirse también en la mejor compañía para tomar la merienda o simplemente holgazanear.

La casa

La casa de los Bueno de Mesquita-Pino, por dentro, es un compendio de sorpresas. Comencemos por la cocina. Zeze la ha implementado con los elementos necesarios para que el viajero cansado del rito hotelero y la atención ajena se prepare lo que le apetece y goce. Las paltas, las frutas de estación, las papas de altura, los cereales se agolpan en la alacena junto al indispensable aceite de oliva, el pan serrano y el café de las “montañas” próximas al lago.

La sala comedor es fresca y espaciada, sus cómodos sillones y la mesa familiar, se prestan para las evocaciones y la calma.  Allí acampé largas horas para leer seguido e ir tomando algunas notas sobre el viaje que voy haciendo. Sus ventanales permiten otear el horizonte y sentirse por un momento John Cannon en El Gran Chaparral, junto a Victoria y al inmortal Manolito  Montoya.

La chimenea metálica que ocupa un lugar privilegiado de la sala comedor podría considerarse un producto turístico. A las seis de la tarde, cuando las sombras parecieran cobrar vida y el friecito asecha Elmer llega para prender el fuego que calienta, chisporrotea y permite prolongar el descanso hasta muy tarde.

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El cuarto principal de la estancia, espacioso y muy cómodo se encontraba a cinco pasos de la chimenea de cobre que se encarga de expandir el necesario calor por toda la propiedad.  La pasé bien en mi confortable habitación. Dormí como un lirón…

El campo

Junto a la casona, prosigo, se extiende un bucólico jardín que hace las veces de comedor improvisado o sala de estar a la intemperie. El colosal ciprés, creo que lo he dicho, lo permite.

Detrás se conserva una capilla colonial que tiene lo suyo. Y al otro lado de las construcciones que cuida con esmero Elmer se prolongan las caballerizas, otro albergue, un hotel cinco estrellas, que al caer la tarde abre sus puertas para alojar al batallón de 14 caballos, seis de ellos portentosos caballos peruanos de paso, que se mueven por los contornos del Fundo Chincheros sin prisas, relajados.

Los gocé. Inmensos, llenos de vida, dueños de estas alturas impresionantes.

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Tomé un respiro, dejé por un momento de observar a los pájaros carpinteros –o pitos-, a los ibis de la puna -yanavicos- y a los  patos cordilleranos que no dejaban de volar por todas partes para iniciar el ascenso calmo al cerro Quejallani, la colina que abriga el fundo, un trip cortito pero de una belleza imborrable. Primero porque se trata de una caminata entre los eucaliptos y las piedras que se convierte, de la nada, en una incursión por un bosque de cactus inaudito, insólito.

No hay muchos lugares, copio un texto preparado por mis anfitriones, donde se pueda encontrar un bosque natural de Cylindropuntia cactus como este, copioso, lleno de vida casi en la cumbrera de la mencionada colina, casi sobre los cuatro mil metros de altura. Fenomenal.

Luego porque después del bosquecillo de cactus se llega a lo más alto del cerro desde donde se tiene una vista panorámica de la meseta del Collao, el lago Titicaca y los contornos de un paisaje aparentemente indómito pero colonizado desde antaño por los pobladores que se aposentaron en estas alturas. Testigo de esa osadía, los cúmulos de piedra traídos por los gentiles a este punto que sin duda les sirvió de estratégico mirador.

Bajé dando brincos de emoción y la tarde me premió con la visión del ferrocarril local irrumpiendo por la pampa como si fuera un tren de juguete, de esos que imaginamos tener, interminable y azulísimo, cuando fuimos niños…

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Epílogo

La puna, la insondable puna, puede ser la mejor geografía, la más abrigada que existe, si es que la posada que nos acoge tiene lo que ofrece el Fundo Chincheros: comodidad, buen trato, calor humano y del otro  y buena compañía. Tocino lo sabe, los tres días que pasé en sus pagos me acompañó como si yo fuera Zeze.

O John Cannon de la serie de mi infancia.

Dejé para otro ingreso, lo he jurado, las cabalgatas por el infinito de esta pampa amarilla en este época del año que se vuelve un arco iris de colores al llegar las lluvias, que ya vienen…

Para entonces, prometo estar de vuelta. El Collao atrapa.

Buen viaje.

Ficha técnica:
Fundo Chincheros – Puno

Km. 9 2 , vía Puno – Juliaca
Cinco habitaciones cálidas y acogedoras, llenas de estilo e historia, cuidadosamente equipadas y decoradas. Agua caliente, calefacción.
Hay WI-FI, pero intermitente.
Telf:
+51 992812167
http://fundochincheros.com/
info@fundochincheros.com
Facebock: @fundochincheros

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