Mi opinión
Isabel no lo sabe, ella es una viajera silenciosa, perfil bajo, enemiga de las estridencias de los viajeros top y los selfies que nos distancian de la gente y nos hacen perder el tiempo. Hace unos días regresó del norte del país con Lucas, el menor de sus dos hijos. Caminaron de la mano, con entusiasmo “ y mucho por aprender” por los rincones más emblemáticos del Circuito Nor Oriental, el sueño de Carlos Gonzales y otros enamorados de los viajes.
En estos días la he tratado de acompañar, a la distancia, en su recorrido y he podido gozar, lector atento, con sus notas y descubrimientos. Para ella, como para tantos, la ruta es la mejor escuela, el aula de clases donde se forjan los mejores sueños, nuestras más anheladas intenciones.
Y como para muchos, para casi todos, su historia está entintada con los recuerdos de los que nos precedieron. En su caso, su Oma, su abuela intensa, magnífica, omnipresente que alguna vez conocí en esta ciudad gris y aparatosa.
Isabel no lo sabe, pero esa abuela buena y generosa la sigue impulsando en su recorrido por este mundo complejo y contradictorio que la ha premiado con dos retoños llenos de tanta madre. Suerte la de los tres.
Que siga el viaje, Isa, para siempre.
Hay almas que me acompañan en mis viajes. Tú eres una de ellas, quizás la más importante. Fuiste viajera desde los 17 años y no dejaste de viajar hasta que tu cuerpo se te hizo muy pesado. Ahí supiste con una certeza admirable, que ya te tocaba hacer el Gran viaje, el viaje de la luz.
Mañana es tu cumpleaños y he pensado que escribir esto para ti hoy, podía ser un bonito regalo.
Recuerdo que partiste de Alemania cuando tenías 17 años, allá en el año 1937, joven y con una necesidad de descubrir una nueva forma de estar en este mundo. Siempre dijiste que la vida te llevaba y tú la seguías, que nunca habías decidido nada, algo que me resultaba asombroso, por tu fuerte determinación cuando te proponías cosas y por tu enorme voluntad de llevarlas a cabo.
Esta vez, las monjas ursulinas te habían propuesto ir al Perú para ser profesora en el colegio que tenían en Lima. Aceptaste el llamado, quizás sin saber exactamente por qué pero intuiste que era lo que debías hacer y confiaste. Te embarcaste en el primer tren y luego en el primer barco, con la urgencia de empezar ya tu nueva vida en el Perú, sin saber español y casi nada sobre la tierra que iba a acogerte luego para siempre.
Sabiendo cómo somos tan parecidas en algunas cosas, siento que debes haber sentido una gran urgencia por descubrir algo nuevo, de buscar un nuevo espacio para ti y de recrearlo con tu presencia. Lo mismo me sucede a mi.
Te recuerdo siempre, pero quizás te recuerdo más cuando me pongo en marcha, cuando vivir en Lima, la horrible, la gris, como la llamabas tú, me abruma. Por eso parto a buscar la luz del sol y los colores con los que el sol pinta las cosas. Reconozco los árboles y recuerdo que amabas sus formas, su imponentes formas. He heredado esto de ti y es dulce constatarlo en estas vivencias. Mi percepción de las cosas, el amor por los paisajes bellos con las que nos podemos encontrar, las costumbres de las gentes, que las absorbo con respeto, pero a veces también con un espíritu crítico, que no podía faltar, ¿no? Soy tu nieta.
Tú recorriste casi todo el Perú, desde que llegaste a estas tierras. Te conseguías algún acompañante y te ibas a descubrir qué misterios había más allá de los cerros que rodean Lima, a veces cerca, otras veces más lejos. Y también aprendiste a tomarles fotos a tus descubrimientos. En blanco y negro registraste la belleza que encontrabas y luego la compartías con otros y más tarde conmigo. Hoy esos preciosos álbumes de fotos los guarda mi mamá, tu hija, otra viajera, a quien también le transmitiste la misma curiosidad. Y hoy, la que toma fotos a esos mismos paisajes que quizás algún día admiraste, soy yo, y los comparto con otros para tener testigos de mis descubrimientos, porque como tú lo sabías tan bien, en esta vida tenemos que tener testigos. Y como hay muchos tipos de viajes, también hay muchas maneras de atestiguarlos. Tú y yo compartimos muchas aventuras, y me acompañaste siempre en las mías. Finalmente, te acompañé y atestigüé tu último viaje, como habías querido que fuera.
Y esta vez, Oma, así como tú organizabas a la familia para conocer el Perú, yo llevo a Lucas, tu bisnieto, para que descubra lo que quizás no conocerá en sus próximos viajes con su colegio viajero, Los Reyes Rojos. De esa forma, me aseguro que tendrá bien «mapeado» en su corazón este país, antes de que empiece a decidir por sí solo a dónde ir y qué conocer.
Herzlichen Glūchwunsch zum Geburtstag!, por donde quiera que estés viajando ahora.