Mi opinión
Les paso la última columna de Marco Aurelio Denegri sobre la televisión basura (o su epifenómeno, el enmierdamiento televisivo), sus opiniones sobre éste y otros temas siempre son bienvenidas en esta esquina. Sobre el punto, dos ideas sueltas:
Sigo pensando que la programación televisiva debe estar sujeta a parámetros que permitan desechar, descartar lo que embrutece y hace daño, lo que enajena al público espectador.
¿Por qué? Porque se trata, lo he mencionado en otra parte, de señales que se propagan a través del llamado espectro electromagnético, que como se sabe es limitado y pertenece al Estado. O sea, es un bien público. O sea, debe normarse de acuerdo a las políticas públicas en materia –en este caso- de educación y cultura.
Sé que suena a chavismo en tiempos donde priman las soluciones fundamentadas en el libre mercado y el-cambia-de-canal-si-no-te-gusta pero vuelvo a decirlo, es momento de parar este envenenamiento inmisericorde que tanto daño le hace principalmente a la infancia de este país necesitado a gritos de una revolución cultural. Y educativa.
Segundo. ¿No es la del canal siete, TV Perú, la mejor programación de la televisión peruana? Hace tiempo que el canal del Estado dejó de ser la caja de resonancia de las obras del gobierno de turno para convertirse en una señal que apuesta por un discurso cultural que ensalza lo nuestro sin chauvinismos ni otros menjunjes. Viendo canal 7 uno puede sacar conclusiones de lo que podría ser la tele nuestra si le ponemos freno a esta peregrina mercantilización del espectro televisivo y al reinado de broadcasters y empresarios de pacotilla.
(Si el gobierno se muestra tan decidido a respetar la propiedad del Estado sobre el subsuelo y los bosques de nuestro territorio, debería hacer lo propio con el espectro electromagnético y revisar los permisos y licencias que se han dado. Claro, sin politizar el tema y haciendo prevalecer la ley y la defensa de los derechos humanos de los niños y adolescentes secuestrados por una televisión basura francamente indefendible). Viva Marcuse.
La televisión tiene entre nosotros 56 años, pero la llamada televisión basura o televisión excrementicia o televisión de las heces fecales es un fenómeno de los últimos 17 años, aproximadamente.
Ahora bien: yo no creo en la irrupción del mal gusto, en su manifestación brusca y repentina. En efecto, para que el gusto se envilezca tiene que pasar algún tiempo; el gusto no se encanalla de buenas a primeras.
Sin embargo, las cosas ya estaban cambiando ad portas del siglo XXI. Tanto es así que los cómicos ambulantes resultaban por entonces televisables y televisivos; y al revés, un humorista fino como Juan Verdaguer habría resultado a la sazón anacrónico, aunque muchos años antes los que peinamos canas habíamos festejado sus gracias.
En el primer quinquenio de la década de 1960, un conductor radial cuyo nombre ignoré siempre, tuvo la ocurrencia de anunciar gritando las grabaciones musicales que le pedían sus oyentes. Recuerdo que el comentarista radial-televisivo de La Prensa lo criticó varias veces, inútilmente, claro está, porque el gritón seguía haciendo de las suyas y lo peor fue que al poco tiempo tuvo imitadores en otras emisoras. El mal ejemplo cunde.
Con la televisión ocurrió otro tanto. Los cómicos ambulantes, los talk shows y los chismes y turbulencias del microcosmos de la farándula, inician lo que llamaré la basuralización de la televisión peruana comercial, su enmierdamiento. Para ello se tuvo que ignorar y se ignoró lo que decía Óscar Wilde. Decía:
“No todo crimen es vulgar, pero la vulgaridad es un crimen.”
Los productores de televisión jamás compartieron y hoy menos que nunca la observación certera de Wilde.
Ante la bajura y excrementización de la televisión comercial, preguntémonos, como se preguntaba Lenin a diferente propósito: ¿Qué hacer?
El pensador y politicólogo de origen alemán y nacionalizado norteamericano, Herbert Marcuse, le decía a Hacker en una entrevista:
“Lo que hay que hacer es intervenir inmediatamente los medios. Eso es lo que hay que hacer.”
Y agregaba:
“Si a mí me permitieran intervenir los medios, les aseguro que aquí en California [Marcuse estaba en la Universidad de Berkeley] las cosas comenzarían a cambiar y no habría que esperar tres años para ver resultados; a los tres meses ya se verían.”
2/09/2015