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Colombia, Costa Rica, Ecuador y Panamá consolidan el mayor corredor marino protegido del mundo

Mi opinión

Envidia sana, de verdad. Que cuatro países de la región con los que compartimos el mismo océano se hayan puesto de acuerdo para proteger de consuno 500 mil kilómetros cuadrados de territorio marino debería ser suficiente para que nuestros tomadores de decisión entiendan de una vez por todas que lo moderno, lo necesario, lo justo, en tiempos como estos es precisamente eso: poner extensas zonas marinas lejos de la pesca abusiva, el extractivismo que todo lo quiere y puede y la contaminación y que para eso existen soluciones como las que Costa Rica, Panamá, Colombia y Ecuador acaban de poner en práctica. Y muchas más, sin duda, si es que la razón es lo que va a prevalecer a la hora de tomar las decisiones que se necesitan para ponerle coto a la hecatombe ambiental que vivimos.

Al denominado Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR) que acaban de crear estos cuatro países para conectar Isla del Coco, el archipiélago de las Galápagos, la isla Coiba y las islas Malpelo y Gorgona, en Colombia, pienso que podría sumarse la novísima Reserva Nacional Mar Tropical de Grau con isla Foca como punta de lanza y los bolsones de biodiversidad de los arrecifes de Punta Sal, Cabo Blanco-El Ñuro y el Banco de Máncora, con los cual le sumaríamos al esfuerzo de nuestros vecinos más de 100 mil hectáreas de mares tropicales. Sería maravilloso, ¿no? Tenemos la obligación de seguir soñando en que es posible; la cooperación entre nuestros países en materia de protección marino-costera, que ya ha empezado, va a ir en aumento en la medida que se acentúen las amenazas que penden sobre estos ecosistemas. Tenemos que ser creativos y tratar de compartir experiencias en procesos como los que menciona la nota que les dejo. El tiempo apremia.


Tomado de El País de España

El 2 de abril de 2004, ministros de Ambiente de Ecuador, Colombia, Panamá y Costa Rica firmaron en la capital costarricense la «Declaración de San José» para cooperar en la conservación y uso sostenible de sus aguas del Pacífico en algo que llamaron Corredor Marino del Pacífico Este Tropical (CMAR). Era el principio de una larga historia, sin que nadie pensara que se iba a convertir en el bloque de áreas marinas protegidas  más grande del mundo.

Pasaron decenas de Gobiernos, crisis, vaivenes políticos ambientales, una pandemia y cumbres sobre clima o, más recientemente, sobre protección de los océanos que cubren más del 70% de la superficie planetaria. Aquella propuesta incluso languideció, pero 20 años después emerge como un ejemplo de lo posible en momentos de aceleración de convenios internacionales para manejo de las áreas marinas que funcionan como un factor crítico del cambio climático.

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Organismos financieros, fondos privados, redes conservacionistas y gobiernos lograron evitar el desvanecimiento que muchos temían al principio y ahora presentan el CMAR como un proyecto consolidado para proteger con ayuda internacional unos 500.000 kilómetros cuadrados de mares en Pacífico Este Tropical, en un área de alta diversidad biológica que no conoce de fronteras y que se enfrenta a las mismas amenazas de contaminación, pesca ilegal y destrucción de ecosistemas. Se trata de un corredor que conecta Isla del Coco (Costa Rica), el archipiélago de Galápagos (Ecuador), la Isla Coiba (Panamá) y las islas Malpelo y Gorgona, en Colombia, pero sobre todo implica una acción multinacional para un área común, como ocurre en tierra en el Amazonas, sin que cada país pierda soberanía sobre su territorio.

La oportunidad de mostrar su avance ante múltiples delegaciones internacionales resultó idónea justamente este fin de semana en San José, en el Evento de Alto Nivel sobre Acción Oceánica ‘Inmersos en el Cambio’, preparatorio de la Cumbre de los Océanos que se celebrará en Niza en junio de 2025. En alianza con el Gobierno de Francia, que ha marcado la protección marina como una prioridad, Costa Rica intenta convertirse en un espacio de aceleración de la llamada “agenda azul” que por muchos años “ha quedado fuera de la discusión internacional”, como dijo el secretario de Estado de Francia encargado del Mar y de Biodiversidad, Hervé Berville, durante su visita a la conferencia. El CMAR es, por tanto, un ejemplo del camino factible desde esta zona rica en producción pesquera y tránsito de mamíferos acuáticos.

“Es un proyecto particular, o una rareza, porque lleva dos décadas y ha agonizado, pero ahora está fuerte”, dice a EL PAÍS Marco Quesada, vicepresidente de Océanos en la División de las Américas, de Conservación Internacional (CI). “Empieza a despegar, a tomar forma, aunque aún no a velocidad crucero. Es un modelo que se puede replicar en otras partes”, añade Alicia Montalvo, gerenta de Acción Climática y Biodiversidad Positiva de la CAF-banco de desarrollo de América Latina y el Caribe. “En este, el momento cúspide, podemos decir que estos son los primeros cuatro países del mundo en lograr un acuerdo vinculante para cumplir la meta de proteger al menos el 30% de sus mares antes del 2030″, amplía Carlos Manuel Rodríguez, quien como ministro de Ambiente de Costa Rica en 2004, redactó la ‘Declaración de San José’ y ahora es director ejecutivo del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, por sus siglas en inglés).

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El GEF confirmó jueves pasado un aporte de 16 millones de dólares que deberán complementarse con contrapartidas cuatro veces mayores que los cuatro Gobiernos se comprometieron a buscar entre sus propios recursos u organizaciones donantes, ahora que el financiamiento de las acciones contra el cambio climático también es parte de la discusión global. El compromiso quedó en firme con la proyección de que la ejecución comience al acabar este 2024, pero el trabajo por delante es arduo. “Es positivo que la financiación ambiental haya avanzado de manera rápida en los últimos 10 años, pero todavía es un conjunto pequeño y debe ser abordado con mucha mayor profundidad (…) Como no se ha puesto en valor el océano de manera suficiente, los ministros de finanzas muchas veces no comprenden de manera total la economía azul”, reconoció Montalvo desde CAF, que en 2022 aportó 1 millón de dólares en cooperación técnica para la estructura formal del CMAR.

En el Perú la reciente creación de la Reserva Nacional Mar Tropical de Grau no alcanza todavía para llegar al 10 % de protección de su territorio marítimo y se mantiene lejos de la meta del 30 X 30 que el Estado ha asumido como parte de sus compromisos ambientales.

El financiamiento de la acción climática es sólo uno de ingredientes en la agenda de la conferencia en San José, cuyo éxito sólo estará garantizado, según Berville, si avanza en la consecución de apoyo de los países en instrumentos como el Acuerdo de Biodiversidad Marina para la Alta Mar (BBNJ, por sus siglas en inglés), sobre la preservación y el manejo sostenible de la diversidad biológica marina en áreas ajenas a las jurisdicciones nacionales. El tratado se adoptó hace un año tras más de una década de negociaciones, pero su entrada en vigor requiere la ratificación de al menos 60 naciones. También mencionó la necesidad de afianzar el cumplimiento de la meta de protección de 30% del mar de cada país y la lucha contra la minería en el fondo oceánico, así como la reducción de la contaminación por plástico.

América Latina intenta tomar el liderazgo de esa discusión global, advierte la portavoz de la CAF y el proyecto CMAR lo evidencia al crear una estructura que reduce el riesgo provocado por giros políticos nada inusuales en el continente. En ello coincide Rodríguez, que reconoce el compromiso de los Gobiernos actuales a pesar de volátiles posiciones en el pasado. “Lo hacen en un momento en que las donaciones internacionales escalan a otro nivel y hay un gran interés por aprender de modelos de colaboración, como se está viendo en esta conferencia”, añadió el exministro costarricense, sin dejar de reconocer la prioridad del gobierno anfitrión de Rodrigo Chaves en materia de océanos, a pesar de señales de viraje en la tradición ambientalista del pequeño país al que Emmanuel Macron señaló este viernes como una fuente de inspiración mundial.

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