Diario de viaje, día 106. Mi alojamiento en Puerto Quijarro, la última localidad boliviana que recorro, fue un hotel para comerciantes. Cuarenta bolivianos por una cama, un baño compartido, un ventilador colgado a duras penas en el techo y, felizmente, buena señal de Internet.
Mis vecinos de ocasión pasaron la noche bebiendo cervezas en latas y oyendo música a todo volumen. Yo anduve concentrado en lo mío: idear la mejor fórmula para recorrer el Pantanal, ese que guardo en mi retina, sin gastar fortunas, que por supuesto no tengo.
A las ocho de la mañana tomé el camino de Brasil y doce horas después de iniciado el ingreso por una frontera muy concurrida y llena de innecesarias demoras aquí estoy, en Corumbá, guardando reposo para salir mañana hacia Buraco dos Piranhas, un lugar recomendadísmo de la carretera Parque Pantanal.
Me voy a ir a dormir con la tranquilidad de saber que en los territorios aparentemente apaches –una frontera por lo general lo es- hay que abrir los ojos más de la cuenta y buscar el auxilio que se necesita en la gente.
Mis compañeros de ruta de esta jornada intensa fueron una pareja de chicos del interior de Brasil estudiando en una facultad de medicina en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, que me dieron miles de datos y millones de cariños. Lindos, qué energía y resolución las suyas, cuando se enteran que vengo viajando desde junio me convierto de inmediato en máster. Ojalá que nos volvamos a ver para preguntarles sus nombres…
También fue de mucha ayuda la simpática boliviana radicada en Brasil que hablaba un portuñol de maravillas y claro, no me puedo olvidar de ella, los tips muy oportunos de una jovencísima maestra de Lucerna, en Suiza, que salió de casa hace cinco meses para recorrer Sudamérica y todavía no acaba. Y por supuesto los alcances de los dos amables colombianos, de Medellín, que andan hace meses en moto por el mundo.
Ah, me olvidada: cómo no mencionar los datos carreteros del cumpa de La Paz que venía de Sao Paulo, su info actualizada fue de primera. Finalmente, la buena vibra de Jessica, una cruceña casada con un brachico que me aloja en su hostel de la avenida 13 de junio en Corumbá, terminó de iluminarme el panorama.
Ellos y el haitiano que se aloja en mi cuarto y también los artesanos que han llegado de Rio de Janeiro, trabajando, completaron la dosis de compañerismo y vivan los caminos del día de hoy.
Buena jornada, el mundo está poblado de buenos amigos. Lo firmo.
22/9/2018