Mi opinión
Me llena de alegría saber que Cristóbal de Col, nuestro primer campeón mundial junior ISA y mi alumno en Los Reyes Rojos, haya vuelto a su elemento, a lo suyo, al mar y a las competencias, al ecosistema que Titi y Marcela , sus padres, le construyeron con tanta fidelidad. Y que esta tregua, este tiempo dedicado a su familia, haya sido productivo y enriquecedor para él. Cristóbal es un deportista extraordinario, un surfer forjado, trabajado para ser campeón… y para serlo en buena lid, respetando a todo el mundo y viviendo con coherencia, de cara al sol.
Soy un hincha de la familia de Col: del inmortal José Titi de Col, de Marcela, su compañera; de Nadja, de Noa, con gente como ellos el mundo sería otro, sería azul y estaría poblado de ángeles, lleno de amor.
Les dejo este notable reportaje de Pablo Panizo para Asia Sir, Las fotos son de Renzo Giraldo.
Después de tres años entre el luto y la dedicación a su familia, Cristóbal De Col ha decidido ponerse al día y volver al tour mundial clasificatorio en busca del lugar que se merece en el surf.
La tarde del domingo 29 de mayo de 2011, después de una semana entera de competencia en Punta Hermosa, Cristóbal De Col esperó en el mar los resultados de la final del Campeonato Mundial Junior de la International Surfing Association. Había dado todo en el agua y la decisión estaba en manos de los jueces. En la playa cientos de personas esperaban el anuncio por los altoparlantes, mientras él aguardaba sentado en una de las motos de seguridad, todavía enfundado en una licra verde de competencia. «Mucha gente me había dicho que era mi campeonato y podía sentirlo. Incluso soñé con el título», diría minutos más tarde. El anuncio tardó pero llegó, y ‘Cristo’ se convirtió en el primer peruano Campeón Mundial Junior de la ISA. Llegó a la orilla a toda velocidad, flameando la bandera del Perú, y una caravana de aficionados lo cargó en hombros hasta la arena, donde más de treinta medios de prensa peleaban por sacarle unas palabras. Habló poco, como ha hecho siempre, pero dijo lo que la comunidad tablista del país pronosticaba: «Este es el comienzo de todo. Lo mejor está por venir». Acababa de vencer en el agua a atletas que con los años se han convertido en figuras de talla mundial. No era siquiera mayor de edad pero tenía el más prometedor futuro por delante. «Ese campeonato generó una confianza muy grande en mí –recuerda cinco años más tarde-. Me hizo pensar que sí era posible lograrlo».
Con lograrlo no se refiere a otra cosa que a clasificar al Tour Mundial de la World Surf League, la élite del surf, un circuito donde los 32 mejores tablistas del mundo compiten en las más perfectas –y peligrosas– olas de los cinco continentes. Es el sueño de todo surfer profesional. Si la ISA es la Copa Davis, la WSL es el tour de la ATP, solo que más complicada. Únicamente diez cupos se renuevan cada año, y más de 1200 tablistas pelean por ellos. Menos del uno por ciento lo logra.
Ese fue siempre su objetivo. Cristóbal tomó su primera ola a los tres años. A los diez ya era entrenado con la misión de apuntar a la WSL. A los 17 fue Campeón Mundial Junior. Pero a los 20 se aburrió. «No me provocó más», explica. «Hubo un momento en que se cansó –comenta su madre, Marcela-. Se cansó de competir, de viajar, de estar lejos de casa». La muerte de su padre y entrenador, Titi De Col, fue el detonante. Después de una vida entera programada para alcanzar una meta, Cristóbal puso pausa.
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La leyenda de Cristóbal De Col empezó a forjarse hace doce años. El 2004 Sofía Mulanovich se convirtió en la primera latinoamericana en ganar el título de campeona mundial de surf de la WSL, y de un día a otro el deporte de la tabla empezó a ganar espacio en los medios. ¿El deporte de la tabla? ¿Ese no era un pasatiempo de vagos hijitos de papá? El profesionalismo de Sofía demostró que no lo era. Como muchos de su generación -la primera generación de oro del surf nacional, que incluye a tablistas como Javier Swayne, Gabriel Villarán, Álvaro Malpartida y su propio hermano, Matías Mulanovich- Sofía fue formada desde niña para ser campeona mundial. Y lo logró. La prensa se preguntó entonces si había más. Y lo había. Entre los tablistas se decía que un chibolito de Los Órganos, en Piura, la rompía como nadie lo había hecho a su edad. Tenía once años, era un crack y lo entrenaba un gigante: el ex campeón nacional Titi De Col. Cristóbal creció en boca de todos, aunque arropado por una familia con los pies sobre la tierra y el aliado que significaba vivir fuera de los reflectores de Lima, en la milagrosa costa talareña, un pedazo de tierra donde las olas son tan perfectas que llevaron a Titi a construir una pirámide como casa y formar su hogar lejos de la capital. Desde allí Cristóbal desarrolló una habilidad única para leer el mar y ‘correr tubos’, la sensación más sagrada para un tablista. Nadie como él ha acumulado a su edad tantas horas encapsulado en los barriles acuáticos de Cabo Blanco, la mejor ola del país.
Durante nueve años, ‘Cristo’ tuvo básicamente la misma dinámica: ir al colegio, regresar a casa, partir a la playa y correr por dos a tres horas, regresar a la casa y analizar con Titi los videos que su madre había grabado, intentando encontrar las fallas que al día siguiente debía corregir. «Todo era con risas y muy agradable, pero bien disciplinado –recuerda Marcela con nostalgia-. Titi jugaba con él al muñequito surfer y Cristóbal respondía siempre bien. Era lindo, pero trabajaba desde chico». Firmó con Red Bull, Quiksilver, Lost, FCS y otras de las principales marcas de la industria surfer. Viajaba por todo el mundo filmando videos y compitiendo. En cada lugar que visito se hizo de un lugar especial no solo por su talento, sino por un carisma singular. «Es un chico con una belleza interior muy grande –destaca Nino Lauro, juez internacional de la WSL, quien vio su evolución desde muy niño–. Nunca he conocido a alguien que me diga que es arrogante o sobrado. Por el contrario, tiene algo que irradia y a todo el mundo le gusta». ‘Cristo’ y su familia eran una figura tan estelar en la tabla que la web más importante de este deporte en el país celebró un día del padre con un video dedicado a su relación con Titi. En parte por esas razones, su decisión de dejar las competencias en 2013 fue un golpe especialmente fuerte para quienes veían en él a la próxima estrella del deporte nacional.
Después de la muerte de su padre, Cristóbal no hizo ningún cálculo: siempre supo que la familia estaba primero. Es un código que se respira en la casa de los De Col. Su hermano menor, Noa, había crecido mientras él recorría el mundo. Con su padre ausente, él se convirtió en su guía. No solo en el agua, donde Noa ya demuestra el talento natural de su apellido, sino en cuestiones tan cotidianas como llevarlo al colegio cada mañana. «Todo el mundo le recomendaba otras cosas. ‘Continúa’. ‘Esas no son tus responsabilidades’. ´Tú no eres papá’. ‘No te lo tomes tan en serio’. Pero él es una persona que hace lo que siente que tiene que hacer –recuerda su madre-. A mí me ayudó un montón». Cristóbal hizo oídos sordos a quienes le animaban a volver a las competencias. «Le hice caso a mis sentimientos, a qué era lo que me tocaba. Me comencé a escuchar a mí mismo y a conocerme. Y mientras esas raíces fueron cultivándose para abajo, la verdad es que no escuchaba mucho al resto. Y poco a poco fui saliendo a la luz de nuevo».
El surf, sin embargo, nunca estuvo de lado. Pese a no competir internacionalmente su clase para dominar el mar nunca se vio perjudicada. Durante tres años aparecieron toda clase de videos de Cristóbal paseándose en las olas de su norte, dominando las paredes gigantescas de Hawái y Chile y destruyendo olas de Lima. Y un buen día, hace seis meses, decidió regresar. «Soy un nuevo Cristóbal. No soy el mismo de hace tres años. No soy el mismo de hace seis meses», asegura. Por veinte años, su motivación principal fue el empuje de su padre; hoy, es él mismo quien tiene hambre de gloria. Nunca ha esperado un año con tantas ganas, dice. Esta vez le nace competir, y se ha preparado como nunca antes. Está en su mejor forma física y, pese a su largo historial como tablista, con 23 años está en la mejor edad para tentar la clasificación. «He recuperado mi Cristóbal deportista. Lo he llamado de nuevo. Acá estamos».
Al frente tiene un calendario que lo llevará durante la primera mitad del año por Australia, China, Martinica, Argentina, Chile, Estados Unidos y Japón. Su primera meta es ubicarse entre los cien primeros del mundo, remando desde el puesto 229 en que se ubica hoy. Parte con desventaja, pero ¿qué importancia tiene? Cristóbal goza la calma de quien ha vivido su vida haciendo lo que tiene que hacer, y disfrutando el paseo. «Siempre tuve claro que el camino era más importante que el destino», dice con razón. Cristóbal no hipotecó su felicidad al éxito profesional, porque ningún destino compra la felicidad. Si así fuese, ¿no habría bastado con ser Campeón Mundial Juvenil para ser un poco más feliz? El éxito, por el contrario, es haber cumplido con uno mismo y su familia, una tarea en la que no falló. Para alegría de sus seguidores, ‘Cristo’ ha vuelto y está feliz. «Todo ha tenido que ser como ha sido. Y estoy contento, porque me vacilé y lo hice a mi manera». Ha vuelto cuando quiso hacerlo, y no pudo ser en mejor momento.