Mi opinión
Cusi Ferradas, la epidemióloga que se bate en estos días haciendo ciencia de la más alta calidad en la Unidad de Investigación y Consorcio de Enfermedades Emergentes y Cambio Climático de la Universidad Cayetano Heredia, su alma máter universitaria, ha sido mi alumna en Los Reyes Rojos. Puedo decir con cierta nostalgia que la conozco desde que nació, es hija de dos amigos entrañables: Jorge Ferradas y Blanca Carrillo, educadores y gente buena.
La niña de mirada intensa y ganas de cambiar el mundo que tuve el privilegio de acompañar mientras iba caminando con paso firme por la vida, es una de las jóvenes científicas peruanas que están tratando de frenar el avance epidemiológico de las enfermedades emergentes en zonas de nuestro país de alta vulnerabilidad humana, las mismas que están íntimamente relacionadas al cambio climático y los eventos asociados a su devenir. Me llena de orgullo: el nuestro es un país que invierte poco en ciencia y tecnología y cuando lo hace privilegia a los hombres sobre las mujeres. Hace unos meses me tocó investigar el tema a propósito de un reportaje que publiqué en Mongabay Latam sobre las científicas de la Estación Biológica de Cocha Cashu, en el Parque Nacional Manu, el gabinete de ecología tropical más importante de esta parte del continente.
Preparándolo me enteré que en nuestro país el 30 % de los investigadores registrados en el I Censo Nacional de Investigación y Desarrollo del 2016 son mujeres, un porcentaje muy por debajo de lo observado en otros países de la región como Bolivia, Argentina y Venezuela donde la participación de las damas supera el 50 % del total de investigadores. Y que muchas de ellas tienen que enfrentarse a la cerrazón del machismo imperante que las discrimina a su antojo y minimiza su aporte.
El Perú, lo comento para relevar el trabajo de nuestras compatriotas, anda a la zaga en la región en producción científica. Y eso no es bueno en un mundo urgido de soluciones a tono con la gravedad de la crisis ambiental. En el 2010, la data está allí, fresquita, el Perú produjo 593 investigaciones científicas. Un avance con respecto a los años precedentes; sin embargo, cinco años antes, China había producido 41,597 investigaciones de este tipo; Japón, 54,471 y Estados Unidos, 205,320. No digo más.
Vuelvo a Cusi, mi distinguida ex alumna en la escuela barranquina. La suya es una historia de amor a la ciencia y perseverancia. De lo primero, destaco el apoyo de sus padres y del colegio donde se formó durante todos los años de su escolaridad. Cusi Ferradas fue una esmerada y atenta alumna del curso de ciencias naturales de Constantino Carvallo, profesor de idealismo y notable inspirador académico. De lo segundo, su insobornable amor por la vida: cuando un niño –en este caso una maravillosa niña- crece rodeado de amor infinito y logra llenarse de pasiones e ideales el camino hacia sus realizaciones personales se allana y se vuelve una epopeya. La de esta muchachita hermosa y tan llena de vida me sobrecoge y me hace confiar en lo que viene. Y también llenarme de congoja y agradecimiento por el tiempo vivido en Los Reyes Rojos formando individuos sanos y con ganas, con demasiadas ganas, de tomar el cielo por asalto.
Disculpen tanto corazón.
Mujeres de la Estación Biológica de Cocha Cashu, una historia de amor a la ciencia