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El árbol solitario de Teneré en el desierto del Sahara: una advertencia…

Mi opinión

National Geographic en su edición de agosto nos recuerda la historia del árbol de Teneré, un gigante que se levantaba airoso en medio del desierto más feroz del planeta para brindarles a los caminantes de los extramuros las últimas sombras y advertirles de la brevedad – y terquedad- de los caminos. El árbol, una acacia cuyo origen todos desconocían, fue por decenas de años un tabú para tuaregs y azaharís que la reverenciaron hasta el día en que un conductor ebrio, en 1973, se la llevó de encuentro destajándola para siempre de la faz de la tierra. La historia parece una alegoría, los bosques del planeta, los que nos van quedando, siguen siendo devastados por la insensatez y la falta de previsión de quienes siguen creyendo que los recursos de Gaia son infinitos.
En este pequeño, pequeñísimo rincón del ciberespacio, estamos empeñados en defender los árboles del planeta, todos; por eso es que nos hemos sumado al esfuerzo del Serfor y una cada vez más grande lista de municipios de convertir en patrimonio a los más representativos de cada pueblo. En estas semanas les hemos ido informado de los alcances de esta iniciativa y por supuesto que estaremos atentos a todas las acciones que se realicen para promover en nuestro país una cultura que respete y promocione el cuidado de los árboles, en particular, y el de los bosques que nos quedan. Buen martes para todos…


Se levantaba poco más de tres metros del suelo, pero la soledad hizo del árbol de Teneré un faro viviente en mitad del Sáhara, como se ve la imagen quwe acompaña esta nota tomada en el año 1961. La acacia solitaria se situaba en el «desierto dentro del desierto», una zona inhóspita de 400 kilómetros a la redonda donde hacía las veces de sombra y punto de referencia para todo aquel que se sumergía en la aventura de cruzar el desierto de camino a Agadez, en Níger.

En mitad de una inmensa llanura de 400.000 kilómetros cuadrados, uno de los lugares más expuestos al Sol del planeta, esta acacia solitaria resistió estoicamente ante las condiciones extremas y se convirtió en el gran punto de orientación de las caravanas tuaregs y azahari. Fue tan esencial para las rutas del desierto que fue el único árbol en mostrarse en un mapa a una escala de 1:4.000.000, y aunque estaba ubicado en un punto tan alejado en el que la desesperación humana podría haber acabado con él, nadie tocó sus ramas.

El árbol tabú reunía a su alrededor a los viajantes antes de proseguir con su camino y sus raíces se sumergían hasta los 40 metros de profundidad. En 1973, la suerte dejó de sonreír cuando un chófer libio que conducía bajo los efectos del alcohol perdió el control de su vehículo y se estrelló contra el árbol de Teneré. Derribado y herido de muerte, el árbol fue llevado hasta Niamey, capital de Níger, para ser conservado en un museo. Hoy en día, una estructura metálica se sitúa en el lugar exacto en el que se alzaba esta acacia solitaria, reconociendo su labor durante tantas décadas y sirviendo de punto de referencia para los caminantes del desierto.


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