Mi opinión
El futuro del río Marañón está en juego. Ocho grandes proyectos de hidroeléctricas amenazan cambiar el flujo de uno de los ríos más importantes del Perú y del cual dependen miles de personas y especies. Aún así, el debate público y la información sobre los impactos sociales y ambientales que van a generar estos megaproyectos, brillan por su ausencia.
En el mes de julio, los integrantes de Remando Juntos por el Marañón, un grupo conformado por especialistas ambientales, jóvenes activistas, cineastas y “personas de río” del Perú y del extranjero se internaron por 18 días en el Marañón a bordo de botes inflables y kayaks, con el objetivo de conocer a las comunidades que viven al borde del río y producir un documental sobre los proyectos de hidroeléctricas planteados para esta zona. Tuve el privilegio de pasar una semana con ellos en una de las zonas más bellas y menos accesibles del Marañón, en el departamento de Cajamarca. Estos textos son basados en lo que vivió en el río, una experiencia que nos cuenta le cambió la vida a varios en el grupo.
“Aquí es bello existir, hasta la muerte te da aliento” Ciro Alegría
31 de julio, 11 p.m. La meta era llegar a Tupén hoy en la tarde. Ahí nos encontraríamos con todo el grupo de Remando Juntos. El despertador sonó a la una de la mañana. Hicimos nuestras mochilas y partimos en carro desde Celendín hasta Chumuch. Pasaron cuatro horas cuando el taxi paró al pie de un acantilado y nos hizo entender que desde ahí seguiríamos solos nuestra travesía. Al alba, con mochilas al hombro y el cielo aun pintado de morado, iniciamos una caminata por los bosques estacionalmente secos del Marañón. Uno de los ecosistemas menos estudiados en todo el Perú. Hace un par de años, en tan solo dos semanas realizando inventarios en la cuenca alta del Valle del Marañón, especialistas del Jardín Botánico de Kew de Inglaterra identificaron dos nuevas especies de leguminosas para la ciencia. Basados en sus estudios, concluyeron que 40% de las especies en esta zona son endémicas. Tardamos seis horas en bajar la montaña. Al menos quince especies de aves nos acompañaron en la ruta, incluidas tres bandadas de periquitos cara amarilla (Forpus xanthops), una de las especies más buscadas por los “pajareros”.
Al llegar a Medán nos enfrentamos por primera vez cara a cara con el Marañón. Un poblador local nos ayudó a cruzar en su balsa y nos invitó a almorzar con su familia. Dedicados principalmente al cultivo de coca y frutales, nos hablaron con mucha desconfianza sobre la represa Chadín II. No tienen claro si es que sus tierras se van a inundar o no, si les van a compensar por la pérdida de lo que es suyo o si los van a trasladar a otro lugar. A pesar de vivir en Medán y trabajar en esta zona por más de veinte años, no cuentan con títulos de propiedad, solo tienen certificados de posesión y eso los hace sentirse vulnerables. No les falta razón. Nos contaron que algunos pobladores están a favor de la represa, pero no la mayoría.
Nos despedimos agradecidos y retomamos la caminata. En la ruta nos topamos con varios pobladores y cada uno de ellos nos hizo detenernos para preguntarnos que nos traía aquí. Algunos de ellos eran de las rondas campesinas y la atmósfera se sentía tensa. Un año atrás, las rondas detuvieron a trabajadores de Odebrecht, la empresa detrás de Chadín II y una de las tres que ya cuenta con concesión definitiva, por entrar a la zona sin solicitar permiso.
Con un inclemente sol encendiendo las aguas del Marañón y caminando por más de diez horas a través de paisajes memorables, logramos llegar finalmente al campamento en Tupén. Allí el grupo había estado en reuniones con las autoridades, las mismas que se manifestaron en su integridad totalmente en contra de la construcción de hidroeléctricas. Y es que Tupén y sus tierras fértiles se inundarían por completo. Para ellos, su futuro es un enigma. De lo que están seguros es que pelearán con su vida para defender sus tierras.
1 de agosto Salimos de Tupén rumbo a Puerto Malleta. En todo el día no hubo señal de teléfono ni de carreteras cerca. El río va hallando su camino entre montañas y cañones, y poco a poco el ecosistema ha comenzado a cambiar.
A la hora del atardecer, buscamos un lugar donde dormir y encontramos una playa de arena blanca perfecta. Después de preparar la comida, con la llegada de la noche nos entregamos de lleno a un lienzo negro pintado por millones de estrellas. Cada nube es una forma en potencia. El tiempo pasa lentamente, una estrella fugaz a la vez. Al cabo de unas horas, desde atrás de las paredes de los cerros y montañas, apareció la luna llena e iluminó todo, incluido al Marañón y sus turbulentas aguas. Aguas pobladas de zúngaros gigantes que alimentan los awajún kilómetros más abajo.
2 de agosto Hoy día lo pasamos remando y sorteando rápidos de clase 2 y 3 y uno de clase 4. Hemos visto pocas personas en la ruta. Cada vez que vimos gente, paramos a saludarlos y cuando pudimos les compramos hojas de coca y frutas. Aquellos que no van a ver sus tierras inundadas se muestran a favor de la represa, porque les han dicho que va a generar trabajo y que les van a pagar 100 soles por día. Les preguntamos si sabían por cuánto tiempo y para cuantas personas, pero nos dijeron que no sabían.
La mayoría depende de la pesca y la agricultura, pero entre ayer y hoy hemos conocido a tres que se dedican a la minería aluvial de oro. Le pregunté al grupo si habían visto más mineros en la zona alta y me dijeron que si.
3 de agosto El Marañón. La Serpiente Dorada. El segundo río más extenso del Perú. El principal tributario del Amazonas. Puedo intentar usar mil adjetivos, pero siento que cualquier fórmula que use será insuficiente. Sus aguas, tallan montañas y esculpen cañones, fluyen libres desde las alturas de la Cordillera de Huayhuash hasta unirse al Amazonas frente a Nauta y hallar su camino hasta el Atlántico. En este devenir, va cambiando incesantemente de rostros. Se encañona y luego se ensancha, se agita para luego calmarse, se muestra apacible para sin avisar, llenarse de remolinos. Y cuando el sol le cae de lleno, brilla, como ningún otro río que he visto.
Desde hace unas horas ando sentado frente al río en estado meditabundo. Veo el agua pasar y me imagino su viaje hasta el Océano, para volverse vapor y empezar de nuevo el ciclo. El Marañón me habla y yo solo escucho.
4 de agosto Es nuestro último día en el río. El viento sopla fuerte y casi veinte kilómetros nos separan de Puerto Malleta. La verdad es que aun no me quiero ir. Ayer en la tarde y hoy en la mañana exploramos una quebrada llena de flores y aguas cristalinas. Al cabo de una hora se convirtió en un cañón amarillo, con toboganes, piscinas y cataratas. Y pensar que es posible que destruyamos estos lugares sin conocerlos, mientras que hay gente que gasta millones de dólares tratando de imitarlos en la ciudad. Más personas tienen que conocer este lugar.
31 de agosto Nuevamente estoy frente al Marañón, pero ahora en la Comunidad Nativa de Puerto Prado, a pocos kilómetros de Nauta y del lugar donde delfines rosados festejan el encuentro del Marañón con el Amazonas.
Ha pasado casi un mes desde esos días acampando en el Marañón y en estos tiempos he pensado mucho en todas las implicancias de este proyecto. Por un lado, la necesidad de contar con energía para vivir nuestras vidas es un hecho. Pero también es un hecho que cada vez más ríos y sitios se van a ver amenazados por proyectos que generan un alto impacto ambiental, si es que seguimos enmarcados en un modelo económico y productivo que nos demanda energía a toda costa es un modelo de crecimiento infinito que no es sostenible ni en el mediano plazo. Por un lado, en lugar de pensar como obtener más energía, deberíamos de centrar nuestros esfuerzos en ser más eficientes con la energía que ya tenemos mientras seguimos invirtiendo en fuentes de energía de bajo impacto. Esta reflexión más holística es necesaria, de la misma manera como son necesarias propuestas concretas para hacer frente a lo que está por ocurrir en el Marañón.
En el corto plazo, mi propuesta es suspender las actividades vinculadas a la construcción de represas en el Marañón hasta que no se haya cumplido con lo siguiente. En primer lugar, una Evaluación Ambiental Estratégica (EAE) que se enfoque en cuales van a ser los impactos acumulativos de las ocho represas de ser construidas, ya que hoy se están haciendo Evaluaciones de Impacto Ambiental aisladas, a pesar de que los impactos son sobre una sola cuenca. Dicha EAE debería de considerar y comparar los beneficios e impactos de construir hidroeléctricas de paso en lugar de represas. Asimismo, se debe analizar el potencial turístico de este río que según los entendidos no tiene nada que envidiarle al Gran Cañón y que es uno de los pocos ríos en el mundo por el cual aun se pueden hacer travesías de tantos días. Vale la pena mencionar que hasta el momento, el Vice Ministerio de Turismo no se ha pronunciado sobre las represas.
En segundo lugar, estamos ante un caso ante el cual se debería llevar a cabo un proceso de consulta previa, ya que las comunidades nativas como los awajún dependen de la pesca y del flujo de nutrientes para la agricultura, procesos que serán afectados con la construcción de las represas. En tercer lugar, se necesita mayor transparencia y claridad en cuanto al destino de la energía, la cantidad de empleos locales a ser generados y la política a implementarse en casos de inundaciones, especialmente en lo relacionado a compensaciones y reubicaciones, ya que la información que se ha dado hasta el momento es confusa e inconsistente.
La cuenca alta del valle del Marañón es uno de los lugares más mágicos que tenemos en el Perú. Un lugar que lamentablemente pocas personas conocen y que dejará de existir de la forma como he tenido el privilegio de experimentarlo si es que no se toman medidas urgentes. Lo mínimo que se requiere, es que haya un debate público sobre el futuro que los peruanos queremos del Marañón y no queda mucho tiempo para hacer escuchar nuestras voces.