Solo Para Viajeros

En La Jalca Grande para conocer a Juan, el Osito

Mi opinión

La ciudad de La Jalca Grande se ubica en la margen derecha del río Utcubamba, entre Tingo y Leimebamba, en el departamento de Amazonas. Se afirma que los conquistadores españoles que la fundaron en 1538 sobre los restos de una antigua ciudadela prehispánica se vieron precisados a abandonarla para buscar, primero en Levanto y luego en las quebradas donde se encuentra la actual Chachapoyas, el lugar apropiado para seguir penetrando en el oriente peruano. En la actualidad su iglesia, edificada íntegramente de piedra, el que fuera su enorme campanario de laja, que pronto será reconstruido, sus casonas de adobe y techos de paja y, sobre todo, el amor de su gente por su historia y las leyendas que recibieron de sus mayores son sus atractivos más notables. Gracias a una invitación de la Dirección Desconcentrada de Cultura del Gobierno Regional de Amazonas y la cooperación técnica japonesa, que vienen impulsando al alimón un valioso proyecto de ecomuseos en el área comprendida entre Pedro Ruiz y Leimebamba, recorrí hace unos días sus callecitas y valles llenos de sueños. Les dejo por aquí una parte de mi bitácora viajera.


Guillermo Reaño para Notas de viaje, Solo para Viajeros. Foto principal Yoji Sakakibara.

Dicen que la conmoción producida entre los jalquinos por la violencia del terremoto del 28 de noviembre del 2021, que echó por los suelos más de 700 de sus viviendas y gran parte de la infraestructura pública de La Jalca Grande, su capital distrital, fue incomparablemente menor que la que les ocasionó el enterarse que la torre de la iglesia de Santo Toribio de Mogrovejo se había desplomado por completo debido a la contundencia  del sismo de 7.5 ° en la escala de Richter que azotó el departamento de Amazonas.

Se dice también que repuestos del pánico general los vecinos de la histórica ciudad, hombres y mujeres, niños y adultos, que vivían cerca del templo severamente afectado por las ondas sísmicas, no dudaron en dejar de lado los temores propios de las anunciadas réplicas para tratar de  rescatar de entre los escombros las piezas más valiosas de la torre derribada: las dos  campanas coloniales que servían para anunciar a la población los sucesos más importantes del día y la piedra donde sus ancestros grabaron la figura de Juan, el Osito, el personaje mítico, simbólico, que ha servido para cohesionar la vida social de un pueblo orgulloso de sus tradiciones e historia.

Hace unos días, he tenido el gusto de recorrer las calles de la ciudad y su campiña tan llena de sorpresas.

Una villa antigua

Debo decir que La Jalca Grande es uno de los pueblos más tradicionales del departamento de Amazonas, en el oriente más serrano de nuestro país. La ciudad fue fundada en 1538 por el mariscal español Alonso de Alvarado con el nombre de San Juan de la Frontera de los Chachapoyas, de allí que sea considerada por sus actuales habitantes, con muchísima razón, como la primera capital departamental. O regional, como se suele decir en estos tiempos. Para los jalquinos ese el episodio auroral de su historia.

Así lucía la plaza principal de La Jalca Grande antes del terremoto del 2021 que destruyó su torre exenta o separada de la nave central. Es considerado el templo católico más antiguo del oriente peruano.

Pero el que tiene como protagonista a Juan, el Osito es el de mayor recordación.

La leyenda de Juan, el osezno humano, me la contó don Juan Culqui Guiop en su casa de piedra y vigas de ishpingo en una de las callecitas de La Jalca Grande.

Hace mucho pero mucho tiempo, dicen los jalquinos, un oso muy atrevido y orondo raptó a una muchachita del pueblo para llevársela a vivir en una de las tantas cuevas de los alrededores. Allí la retuvo, la mimó cuanto pudo, para  finalmente amancebarla.  Fruto de esa relación nació Juan, el Osito, un ser mitad hombre, mitad ucumari.

He de mencionar que la región ha sido desde siempre territorio de osos de anteojos (Tremacrtos ornatus), el único úrsido que habita nuestro país cuya conducta propia de un mamífero omnívoro de potente dentadura resulta indispensable para entender la relación que los jalquinos han tenido y tienen con el animal. Los que narran la desgraciada historia dicen que la mujer, que extrañaba a los suyos al tiempo que veía crecer a su hijo, convenció a su retoño para que retirara la inmensa piedra que su captor había colocado en la entrada de la cueva  con el fin de retenerlos.

Juan, el Osito, heredero de una descomunal fuerza y astuto como él solo, llevó a su madre de regreso a La Jalca donde ambos fueron recibidos por familiares y amigos con afecto y vivieron felices. La historia prosigue a partir de ese retorno con infinitas variantes, como suele ocurrir con todos los relatos populares. Y entre estas variaciones,  la de la construcción del templo de la ciudad es la que quiero reseñar. Los jalquinos han aprendido  desde niños que la torre de su iglesia fue levantada por el hombre-oso: la prueba de aquella intervención sobrehumana precisamente era la piedra grababa con su figura que se encontraba en  la torre que se vino abajo con el movimiento sísmico.

Y que pude ver «con mis propios ojos» días atrás.

En las acuarelas de Martínez de Compañón, Códice de Trujillo 1782-1785, se consigna la presencia de la leyenda de Juan, el Osito en la entonces Diócesis de Trujillo. En la actualidad la comunidad de La Jalca Grande ha creado diversas manifestaciones culturales en torno a esta leyenda, como bailes, cantos, fiestas, elaboración de grandes paneles con forma de oso, motivos decorativos en sus textiles, entre otros. Información recogida de World Monuments Fund.

Por lo que para ellos hallar esa loza entre los escombros para volver a construir piedra por piedra la torre del campanario externo destruido se convirtió desde entonces en un imperativo categórico. Eso fue lo que nos contó Fanni Culqui, la hija de don Juan, quien fuera la amable y muy enterada cicerone durante mi visita a su ciudad, que por cierto seguía mostrando por todas partes las huellas del sismo del 2021.

Hablando de patrimonios

La iglesia que recorrí, que es de una belleza y originalidad superlativas, empezó a ser levantada poco después de la llegada de Alonso de Alvarado y sus soldados a la bella campiña jalquina. Los entendidos afirman que en su edificación se utilizaron las piedras extraídas de las edificaciones prehispánicas de la zona. Sus paredes exteriores presentan frisos en forma de zigzag muy similares a los que utilizaron en sus construcciones más conspicuas los antiguos chachapoyas.  

(Yo, que también he visitado el sitio arqueológico de Óllape, frente a La Jalca, puedo afirmar que es así: los muretes del templo de la iglesia jalquina reproducen a la perfección el modo constructivo de Kuélap o de las paredes que rodeaban los hallazgos de la Dra. Guillén en la Laguna de los Cóndores).

La iglesia de La Jalca Grande conserva en su interior retablos de estilo barroco cuyos símbolos tanto católicos como chachapoyas deslumbran por la calidad del trabajo hecho por los alarifes coloniales y nos hablan del temprano sincretismo cultural en estos pagos al este del virreinato del Perú.

El techo, que fue confeccionado con vigas de madera y carrizo, estuvo en sus inicios cubierto de paja que seguramente era traída por los feligreses desde las alturas del distrito como lo siguen haciendo hasta ahora los campesinos de Marcapata, en Cusco, para techar año tras año su iglesia.

Fanni Culqui, guía local y excelente anfitriona. Con ella, la contundencia y belleza del patrimonio de su pueblo está garantizada. Foto revista Viajeros.

Salí del templo jalquino conmovido por los tesoros que guarda y por la belleza de sus muros hechos con piedra chacha en feliz maridaje con las maderas de los bosques de las yungas más próximas.

Emocionante constatar que los descendientes de quienes lo construyeron sigan firmes en su cuidado y hayan hecho de la leyenda del bravío niño-osezno un elemento de cohesión y  apropiada gestión de su patrimonio. Fanni y los demás guías locales irradiaban autoestima y amor desbordante por lo suyo, insumos básicos para construir una opción de turismo respetuosa de lo nuestro, enlazada con el pasado histórico que nos toca conocer y el futuro que nos merecemos.

Lo maravilloso de esta historia es que, a inicios del 2022, pocos meses después del sismo, World Monuments Fund logró canalizar fondos del Departamento de Estado de los Estados Unidos para iniciar la restauración de la histórica iglesia, torre incluida, de La Jalca Grande, trabajos que culminarán pronto para beneplácito de una población que sigue confiando en el valor de su inmenso patrimonio cultural como capital para elevar el nivel de vida de sus habitantes.

La vieja escuela de La Jalca Grande, que ocupa una de las esquinas de la plaza principal de la ciudad, dañada también por el sismo del 2021, viene siendo restaurada para integrarla a un circuito turístico y cultural que puede convertir a la capital distrital en una joya más del destino #MundoChachapoyas. Foto revista Viajeros.

Y como todo relato debe tener un final feliz, el mío, el de mis compañeros de ruta convocados por la cooperación técnica japonesa y los funcionarios del Gobierno Regional de Amazonas y JICA, la cooperación tpecnica del Japón, para conocer la experiencia de ecomuseos que están implementando a lo largo de toda la cuenca del valle del río Utcubamba, el río sagrado de los Chachapoyas, terminó con una simpática representación de la captura de Juan, el Osito, quien después de las tantas peripecias hechas en los días de su asombrosa libertad terminó siendo abatido, en la alegoría que ví en su pueblo hace unos días, por los descendientes de quienes cuentan su epopeya. Pero esa es otra historia.

Buen viaje…

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Juan, el Osito, presente… Foto Yoji Sakakibara.
La igledia de La Jalca Grande desde ahora uno de #mislugaresfavoritos

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