Mi opinión
Jaime Rubio, de playa Jiway, en Atiquipa, me comentó el sábado en Pachacamac que las lomas en las inmediaciones de su fundo a la altura del km 600 de la Panamericana Sur estaban en su punto, reventando en flores, llenas de verdor.
Suceso singular para ser noviembre, si es que se toma en cuenta que la floración lomera ocurre por lo general en junio y/o en julio. Cosas de El Niño, dicen los entendidos, el mega-fenómeno que se ha convertido en el cajón de sastre perfecto para explicar los cambios en el tiempo y los episodios inusuales.
A propósito de El Niño y su apocalíptica gradación. Hace cuatro semanas escuché a Douglas Cotrina, jefe del S.N. Tabaconas Namballe decir que los bioindicadores en el santuario estaban “informando” que el fenómeno climático en ciernes no iba a ser tan terrible como se venía especulando y hace una semana mi buen amigo Paco Tumi comentó a viva voz que los chilalos, el mejor indicador biológico en el norte peruano, estaban construyendo sus nidos en las copas de los árboles.
¿Qué significa aquello?
En Piura se sabe que cuando los chilalos u horneros (Furnarus rufus) construyen sus nidos sobre las copas de los árboles no habrán lluvias o en todo caso estas no serán tan intensas. Ergo: no habrá Niño. Otro sería el cantar si el pájaro de marras empieza a armar sus petates bajo las ramas, buscando proteger a sus polluelos por nacer del diluvio que se avecina.
En fin, les dejo estas preciosas vistas del desierto de Atacama. Y crucemos los dedos para que El Niño llegue pero sin mayores berrinches.
Luego de las precipitaciones que causaron aluviones e inundaciones, distintas especies de flores tapizaron los alrededores de Copiapó y Antofagasta, en el desierto de Atacama, en Chile.
La imagen es inédita y tal vez no se repita. Un gigantesco manto de flores multicolores tapiza el desierto de Atacama, el más árido del mundo, ubicado en el norte de Chile. Los expertos dicen que es consecuencia del fenómeno climático “El Niño”, que disminuyó las heladas y multiplicó las lluvias.
Miles de ‘suspiros de campo’ en tonos violetas y blanco y ‘añañucas’ amarillas emergen para vestir de color a la habitual palidez de las desérticas laderas de Chile
Sobre las inmensas laderas desérticas, florecieron miles de especies de flores de color amarillo, rojo, blanco o violeta, que vestido de color violeta ese inmenso espacio desértico que en esta época del año alcanza temperaturas de más de 40 grados.
Miles de ‘suspiros de campo’ (Nolana parradoxa) en tonos violetas y blanco y ‘añañucas’ amarillas (Rhodophiala rhodocirion) emergen para vestir de color a la habitual palidez de sus
Se suman a esta fiesta de colores miles de ‘garras de león’ (Bomarea ovallei), una especie endémica de Chile de color rojo, y ‘patas de guanaco’ (Calandrinia Longiscapa), que en varias tonalidades aportan su esplendor a este espectáculo de la naturaleza, que se suele producir cada cuatro o cinco años y que en esta ocasión ha alcanzado una intensidad no vista en décadas.
Según los pobladores, este año ha sido particularmente especial, porque la cantidad de agua que ha caído ha hecho que sea tal vez el más espectacular de los últimos 40 o 50 años.
El fenómeno climático de El Niño, que impactó con mayor fuerza este año, aportó las lluvias necesarias para que germinen los bulbos y los rizomas (tallos subterráneos que crecen de forma horizontal) que se mantienen latentes en este árido lugar.
“Cuando uno piensa en desierto, piensa en absoluta sequedad, pero hay un ecosistema que está latente y esperando para que ciertas condiciones se produzcan”, como la caída de agua, altas temperaturas y humedad, explica un experto.